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Expresión de solidaridad del Seminario Rabínico Latinoamericano Marshall T. Meyer z”l con el Yad vashem y con el Estado de Israel

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 El Seminario Rabínico Latinoamericano Marshall T. Meyer z”l desea expresar públicamente su profundo repudio frente a estos actos, que mancillan los valores más sagrados del judaísmo y del pueblo judío, y su honda preocupación por la creciente recurrencia de expresiones de intolerancia en nuestro pueblo, de la que somos testigos periódicamente en nuestros días.

La bendita memoria de seis millones de seres humanos es resguardada fielmente en el Yad Vashem, y este santuario de la memoria hoy está más que nunca en el centro de nuestros corazones y reclama la solidaridad del todo el pueblo de Israel y de toda la humanidad en su dolor y su pesar por lo ocurrido. Así como el altar del antiguo Templo de Jerusalén derramaba lágrimas, así también hoy los muros del Yad Vashem lloran en desconsuelo al ver tamaña barbarie del espíritu humano, aún en el seno de su propio pueblo.
Los incidentes del lunes llaman también a proclamar una vez más que el sionismo es la expresión más cabal de la determinación del pueblo judío de asumir la responsabilidad en la historia por su propia libertad, independencia y soberanía en el seno de las naciones, y que el Estado de Israel es la materialización de 2.000 años de plegarias y esperanza del pueblo judío por retornar a su tierra y vivir en ella en dignidad y libertad. Agradecemos a Dios cada día por el privilegio que nos ha sido dado de vivir en las generaciones que fueron testigos del renacimiento del hogar judío, en la tierra de sus antepasados.
A partir de estos hechos reconocemos una vez más, como nos enseña el Talmud, el poder que tienen las palabras en nuestras vidas. Estas pueden herir y ofender, como lo acaban de hacer en estos días. Incluso recordamos que el horror de la Shoá comenzó con palabras, de odio y de desprecio, que fueron las que alentaron a la violencia más descarnada que conociera la humanidad. 
Pero las palabras también son el don por excelencia que tenemos como seres humanos para alcanzar la comprensión mutua, la reconciliación y la paz en el mundo. Quiera Dios que aprendamos a medir nuestras palabras y a consagrarlas siempre a los valores más elevados que nos enseña la Torá: la verdad, la justicia y la paz en nuestro pueblo y en toda la humanidad.

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