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Parashá de la semana: Tazría-Metzora

Por M S
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Itongadol.- Tanto las secciones de Tazría (Levítico 12-13) como Metzora (14-15) analizan las leyes de tzaráat, una afección espiritual cuya marca identificatoria era una o varias manchas blancas que aparecían en la piel de la persona, en las paredes de una vivienda, o sobre una prenda de tela o cuero.

No toda mancha blanca indica tzaráat hay varios síntomas secundarios que determinan si la persona (o casa, o vestido) han de declararse tamé (“impuro”). En el cuerpo humano, una de las señales de tzaráat es si la mancha blanca ocasionó posteriormente que (al menos) dos cabellos de su área se volvieran blancos.

Respecto de esta ley, hay un pasaje notable en el Talmud que relata un “debate” que tiene lugar en la “Academia Celestial”:

Se debatió en la Academia Celestial. Si la mancha blanca precede al cabello blanco, es impura; si el cabello blanco precede a la mancha blanca, es pura; ¿qué se hace si hay duda (en cuanto a cuál vino primero)? El Santo, bendito sea, dijo: “Es pura”. Toda la Academia Celestial dio: “Es impura”. Dijeron ellos: “¿Quién lo decidirá para nosotros? Rabá bar Najmení”. Pues Rabá bar Najmnení había declarado: “Yo soy singular en las leyes de tzaráat… “. Despacharon un mensajero [para traerlo al cielo]… Dijo (Rabá): “Tahor, tahor (‘Puro, puro’)”.

Huyendo de Sí

Para comprender el significado de este debate entre “el Santo” y la “Academia Celestial”, y por qué se llamó a un ser humano mortal para decidir entre ellos, debemos comprender primero la naturaleza de la afección de tzaráat en general, y el significado de la “mancha blanca” y el “cabello blanco” en particular.

La enseñanza jasídica explica que el alma humana es impulsada por dos fuerzas contrarias: el impulso a “correr” o huir (ratzó), y el impulso por sosegarse (shov).

Cada vez que somos desbordados por la pasión, el amor, la ambición o la ansiedad, estamos “corriendo”, huyendo del propio Yo para alcanzar algo mayor, más hermoso y perfecto que éste. Cada vez que experimentemos temor, humildad, devoción y compromiso, nos estamos “sosegando”, afirmamos nuestra conexión con nuestra existencia, nuestro lugar en el mundo y nuestra misión en la vida. ratzó nos impulsa a escalar una montaña, shov a construir un hogar; ratzó a rezar, shov a cumplir una mitzvá (precepto).

En el alma espiritualmente saludable, la voluntad vacila entre ratzó y shov como el sube-y-baja de un bien equilibrado péndulo, como la contracción y expansión de un corazón suavemente palpitante. Las limitaciones de nuestro lugar en el mundo, la condición finita de nuestra naturaleza y cuerpo, las fronteras de nuestro mismísimo ser, nos impelen a huir de ellos, a ansiar lo ilimitado e infinito. Pero nuestra huida misma nos lleva a un lugar desde el cual apreciamos mejor la belleza y necesidad de nuestra existencia. Así, el ratzó azuza y provoca una contra acción de shov, de regreso a uno mismo y al lugar propio en el mundo.

Tzaráat es la condición en la que este balance crucial es quebrado, en la que el péndulo del alma sube en su arco ratzó pero fracasa en balancearse de regreso en shov. La voluntad escapa al Yo pero omite regresar, dejando detrás de sí un vacío en el que todo tipo de elementos indeseables pueden ahora echar raíces como maleza en un jardín abandonado.

Este es el significado de las “manchas blancas” y los “cabellos blancos” que son síntomas detzaráat. Una mancha de piel blanca indica que la vida y vitalidad ha abandonado (esta parte de) el cuerpo. Aun así, una mancha blanca por sí sola no significa que el fracaso de la voluntad por “sosegarse” haya resultado en algún desarrollo negativo en el carácter y la conducta de la persona. Pero cuando vemos cabellos blancos brotando en la mancha blanca —cuando vemos cosas muertas alimentándose de este lugar muerto— tenemos un caso pleno de tzaráat.

Por otra parte, la existencia de cabellos blancos, por sí solos, no indica tzaráat. Estos podrían representar el desperdicio ordinario por el que nos arrastramos en la vida, las experiencias y características negativas que en verdad tienen la función positiva de desafiarnos e incitar nuestros talentos más finos y energías más potentes. Sólo cuando los cabellos blancos son ocasionados por la mancha blanca, algo serio se está gestando. Semejante condición indica que la persona ha “huido” tan alto y tan lejos con sus impulsos escapistas que ha abandonado totalmente sus compromisos con la vida y la productividad, dejando detrás de sí un hueco y ser sin vida que es caldo de cultivo para lo peor de la naturaleza humana.

En consecuencia, la ley de que un cabello blanco es síntoma de tzaráat sólo cuando “la mancha blanca precede al cabello blanco”, indicando que este crecimiento muerto es resultado de que determinada área de la vida de la persona ha sido drenada de su vitalidad.

Dos Visiones del Hombre

¿Cuál es la causa raíz de tzaráat? Ratzó es la huida del Yo, mientras que shov es el regreso al Yo. Parecería, por lo tanto, que tzaráat—ratzó sin shov— derivara de la abnegación desmedida. En verdad, sin embargo, lo cierto es lo contrario. ratzó es lo que el alma desea hacer, mientras que shov es lo que el alma está comprometida a hacer. La conducta escapista es la máxima autoafirmación, mientras que “sosegarse” es la máxima sumisión. Tzaráat, entonces, deriva de una falta de humildad, de que la voluntad propia no cede paso a la voluntad de su Creador.

Esto explica el citado debate entre “el Santo” y la “Academia Celestial”. Los Cabalistas hablan de dos tipos de energía Divina que nutren nuestra existencia: una luz Divina que “llena los mundos”, penetrando dentro de ellos para relacionarse con el carácter individual de cada criatura; y una luz Divina que “abarca los mundos”, una energía trascendente con la que nos podemos relacionar sólo como algo “místico” o “espiritual”, algo que está “afuera” de nosotros mismos.

Por supuesto, la esencia Divina no “llena” ni “abarca”. En última instancia, la relación de Dios con nuestra existencia no puede definirse como interna o externa; no es ninguna de ellas y es ambas, pues la realidad Divina está más allá de semejantes distinciones y caracterizaciones. Pero Dios deseó relacionarse con nosotros de una manera consistente con nuestra realidad. En nuestra experiencia, hay cosas que son “internas” —cosas que podemos comprender e identificarnos con ellas— y cosas que son “abarcantes”, o sea, que están más allá de los parámetros de nuestra comprensión. Por lo que también El Se relaciona con nosotros por medio de estos dos canales, haciéndose accesible a nosotros vía medios racionales y captables (por ejemplo, las leyes de la naturaleza), así como también mediante vectores “místicos” y “espirituales”.

Hay numerosas diferencias entre estos dos modos de energía Divina y sus efectos sobre nosotros, analizados en detalle en las obras de la Cabalá y el jasidismo. Una diferencia básica es que la luz Divina que “llena el mundo” da credibilidad a nuestro sentido de realidad y existencia propia, en tanto que desde la perspectiva de la luz “abarcadora”, la que trasciende los parámetros de nuestra existencia, nuestra “realidad” no tiene validez auténtica y nuestra auto sensación es poco más que una ilusión.

La “Academia Celestial” es una alusión a la “luz que llena”, mientras que el “Santo” (kedushá, “santidad”, en el sentido de trascendencia) implica la “luz abarcadora” de Dios. De modo que respecto del caso en que hay duda si el cabello blanco vino antes o después de la mancha blanca, la “Academia Celestial” es proclive a declarar éste como un caso de tzaráat. Pues ésta es aquella perspectiva Divina del hombre, que reconoce el egoísmo del hombre.

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