Itongadol.- La condena errónea de un oficial judío por espionaje desató una crisis política y social que reveló el profundo antisemitismo en la Francia de finales del siglo XIX.
En 1894, el capitán Alfred Dreyfus, oficial de artillería del ejército francés y de origen judío alsaciano, fue arrestado bajo la acusación de haber pasado secretos militares a Alemania. La evidencia en su contra era escasa y basada principalmente en una prueba caligráfica dudosa. A pesar de ello, fue condenado por traición y enviado a la prisión de la Isla del Diablo en la Guayana Francesa, donde permaneció en condiciones inhumanas.
El caso dividió profundamente a la sociedad francesa. Por un lado, los “dreyfusards”, defensores de la inocencia de Dreyfus, entre ellos el escritor Émile Zola, quien publicó su famoso artículo “J’Accuse…!” denunciando la injusticia. Por otro, los “antidreyfusards”, que veían en Dreyfus la encarnación de todo lo que despreciaban: un judío, alsaciano y oficial del ejército.
En 1896, nuevas pruebas apuntaron al verdadero culpable, el comandante Ferdinand Walsin Esterhazy. Sin embargo, el alto mando militar intentó encubrir la verdad, y Esterhazy fue absuelto en un juicio sumario. La presión pública y las crecientes evidencias llevaron a la revisión del caso. En 1899, Dreyfus fue nuevamente juzgado y, aunque condenado otra vez, recibió un indulto presidencial. Finalmente, en 1906, fue exonerado completamente y reincorporado al ejército.
El caso Dreyfus tuvo profundas repercusiones: evidenció el arraigado antisemitismo en Francia, fortaleció los ideales republicanos y laicos, y fue un catalizador para el movimiento sionista liderado por Theodor Herzl. Hoy, el caso sigue siendo un recordatorio de los peligros de la intolerancia y la importancia de la justicia.