La toma de poder por parte de Hamas en la Franja de Gaza no sólo significa el comienzo de una nueva era en cuanto a la autoridad política en la zona, sino también en lo relativo a la vida de la población civil. El más claro ejemplo de ello fue que ayer un palestino murió y 10 resultaron heridos cuando hombres armados abrieron fuego desde el lado palestino del puesto de Erez (que comunica Gaza con Israel), aunque el lugar estaba repleto de civiles que quieren huir del territorio.
Pero los palestinos, por el momento, no tienen adónde ir. Todos los puestos fronterizos que conectan la Franja de Gaza con el exterior están cerrados, hacia Egipto y hacia Israel. Ambos países reforzaron sus fronteras, para impedir un aluvión de refugiados que, sostienen, deben ser responsabilidad de los propios palestinos.
«Deberíamos permitir que los habitantes de Gaza que intenten huir del terror y de la ocupación de Hamas puedan pasar a Cisjordania», declaró ayer el ministro de Defensa israelí, Daniel Friedmann, consciente de que ello significa, por cuestiones geográficas, pasar por territorio de Israel. «Israel debe facilitar la transferencia, siempre y cuando los que pidan refugio no sean militantes de Hamas o elementos que puedan poner en peligro nuestra seguridad», añadió.
Pero, por ahora, no se permite el ingreso de los palestinos, aunque sí se asegura que estará garantizada la asistencia humanitaria.
La vía central de movimiento de los palestinos hacia el mundo árabe, y a través suyo al resto del mundo, es el puesto fronterizo de Rafah, en el sur de la Franja de Gaza, que conecta con territorio egipcio. Hamas ha tomado control del lugar y lo ha clausurado.
Del lado israelí, los pasajes clave son Erez, Karni, Sufa y Kerem Shalom. Los dos primeros son los más importantes. Por Erez pasan las personas y por Karni, las mercaderías.
En los últimos días se han vivido en Erez escenas conmovedoras. La frontera se cerró el viernes, después de que algunos centenares de palestinos cruzaron la frontera. La mayoría de los que lograron pasar eran militantes o simpatizantes de Al-Fatah que tenían contactos con Israel (la «lista Abu Mazen», o sea, partidarios del presidente palestino Mahmoud Abbas), pero también civiles con requerimientos humanitarios especiales.
Tras esa primera ola, Erez se convirtió en un nuevo símbolo de la difícil situación de la población local. Un grupo grande de palestinos de Gaza -algunos con bolsos enormes y numerosos niños, otros con lo puesto- se encuentra allí desde hace días, en la así llamada «manga». No se les permite entrar en Israel, y tampoco quieren volver a Gaza.
La «manga»
Para comprender hasta qué punto están en el limbo, es imperioso describir el lugar.
La «manga» es un largo pasillo que conecta el lado israelí con el lado palestino de Erez. Por allí cruzan siempre los periodistas, por ejemplo, al ingresar a pie en territorio palestino. El procedimiento es el siguiente: se llega al puesto de un lado, se presenta documentación (del lado israelí los periodistas deben firmar que se hacen responsables de su propia seguridad) y, tras una espera, hay que caminar hacia la «manga», un largo y amplio corredor que conduce al lado palestino, pasando primero por un puesto de seguridad israelí.
Al fondo, se divisa una barrera que parece improvisada y una mesa en la que policías palestinos solían recibir a los recién llegados, indicándoles que se presentaran ante una pequeña ventanilla en la que unas jóvenes mujeres policías anotaban, a mano, los datos del pasaporte.
Este recorrido, al revés, lo hicieron corriendo, temerosos, numerosos palestinos que huyeron de Gaza, baleados a veces desde lejos por enmascarados de Hamas. Lo que ellos ven, al fondo de la «manga», es un sofisticado puesto de seguridad israelí, que incluye detectores de metales y controles con máquinas de rayos X, por el que todo aquel que sale de Gaza hacia territorio israelí debe pasar antes de poder entrar.
Los soldados israelíes les traen comida y bebida, pero las órdenes, por ahora, son no dejarlos pasar.
Fuentes palestinas en el nuevo gobierno dieron a entender que esperan que Israel instale un pequeño campamento en Erez, en el que todos los que quieran pasar a Cisjordania puedan estar fuera del alcance de los disparos de los hombres de Hamas. Las fuentes sostienen que la Autoridad Palestina se hará cargo de ellos y que revisará previamente que realmente sean de Al-Fatah o simplemente civiles necesitados, y no enviados de Hamas. Sin embargo, por ahora no hay cambio en la política oficial israelí.
Pero no sólo los refugiados encarnan la tragedia, sino también las dificultades de los que se quedan, dado que continúa cerrado el pasaje de Karni, por el cual entran y salen de Gaza todos los productos básicos y las mercaderías clave para la economía local.
«Un serio problema que tenemos ahora es que no hay con quién coordinar nada», destacó Shlomo Dror, vocero de la oficina israelí que trabaja con los territorios palestinos. En diálogo con LA NACION, el funcionario relató que los oficiales o agentes de seguridad palestinos con los que estaba en contacto han desaparecido. No sabe siquiera si han muerto, si están presos o si han logrado salir.
Israel ha asegurado que no permitirá una crisis humanitaria en Gaza y el representante y coordinador de la ONU en la Franja de Gaza afirmó que Israel tomará las medidas necesarias para impedir que esto suceda.
La empresa israelí Dor Alon, que había congelado anteayer el abastecimiento de combustible a Gaza, lo ha reanudado. La electricidad y el agua siguen fluyendo. Y ayer por la tarde, previa coordinación con la Cruz Roja, pasaron de Israel a Gaza camiones con alimentos y medicamentos.
Esto, casi al mismo tiempo en que se registraban en Erez los tiroteos de enmascarados contra los soldados israelíes, en los que murió un civil palestino. Así, Israel veía confirmado su temor a que el conflicto interno palestino empiece a afectarlo directamente.
Por Jana Beris
Para LA NACION