El criminal de guerra nazi Erich Priebke, de 93 años, atravesó ayer el centro de Roma sentado en la parte de atrás de una motoneta que conducía su abogado, Paolo Giachini, y en medio de protestas se dirigió al estudio del letrado en la primera jornada de trabajo autorizada por un juez militar, la semana pasada. Por el escándalo, la Justicia le suspendió anoche las salidas.
Priebke fue condenado a cadena perpetua por la Justicia Militar italiana en 1998, que lo encontró culpable de haber participado en el asesinato de 335 italianos en las Fosas Ardeatinas de Roma el 24 de marzo de 1944, pocos meses antes de la liberación de la capital italiana por parte de los aliados.
El capitán de las SS nazis huyó de Italia después de terminada la guerra, a través de la «línea de las ratas», una organización clandestina creada para facilitar a oficiales alemanes su escape de Europa.
Priebke vivió durante más de 40 años escondido en Bariloche, hasta que en 1994 fue descubierto por periodistas de la TV norteamericana y, tras un proceso legal, extraditado un año después a Italia.
Mientras Priebke se encontraba en el estudio de su abogado en la vía Panisperna, cerca del Coliseo, el Consejo Comunal de Roma decidió rendir un minuto de silencio en homenaje a las víctimas de las Fosas Ardeatinas.
El lugar es hoy un santuario nacional en el que el presidente italiano, efectivos militares y muchos ciudadanos rinden homenaje todos los años a las víctimas de la peor masacre en Roma durante la ocupación nazifascista.
El hecho en la Segunda Guerra tuvo lugar cuando un grupo de partisanos de la Resistencia organizó un atentado contra soldados del Tercer Reich en la vía Rasella, en pleno centro de la ciudad. Treinta y tres militares perdieron la vida y el mismo Hitler ordenó la masacre de diez italianos por cada alemán muerto. Tres días después, el capitán Priebke, de la Gestapo, fue uno de los que organizó las razzias para juntar a las víctimas de la represalia. Setenta y cinco judíos italianos murieron en las Fosas Ardeatinas.
Los oficiales de la Gestapo hicieron volar la entrada de las fosas para cubrir el vasto crimen, pero la población sabía lo que había ocurrido y, tras la liberación de Roma, las víctimas fueron encontradas.
Ayer, Priebke partió a las 7.15 de la mañana desde el departamento de su abogado, donde se encuentra bajo arresto domiciliario cumpliendo la condena a cadena perpetua debido a su edad. Frente al estudio de Giachini se concentró una pequeña multitud que llevaba carteles de repudio. La mayoría eran jóvenes de la comunidad judía y sobrevivientes de los campos de concentración nazis. «¡Vergüenza! ¡Vergüenza!» gritaron algunos vecinos del barrio Monti. «Has matado también chicos», decía un letrero. «¡Asesino!», afirmaba otro. «Tribunal militar: ¡Vergüenza!». «Mis abuelos fueron a Auschwitz y yo estoy aquí», decía un letrero que llevaba un joven.
El ministro de Defensa, Arturo Parisi, citó al procurador general militar para pedir explicaciones por el permiso de trabajo concedido a Priebke.
Las protestas reclamaron que Priebke vuelva a la cárcel o a su arresto domiciliario, sin permiso para pasear por Roma. Finalmente el juez militar de control penitenciario Isacco Giustiniani suspendió la medida porque no cumplió la obligación de comunicar horarios y modalidades de salidas.
A las dos y cuarto de la tarde, el ex oficial de la Gestapo que nunca se arrepintió de su participación en la masacre de las Fosas Ardeatinas —en las, que según su propia confesión, disparó contra los prisioneros inermes—, abandonó en medio de los insultos el estudio de su abogado y en un automóvil regresó al domicilio de su patrocinador legal, en el barrio de Monteverde.
Clarin/Julio Algañaraz