El rabino Eliezer Simcha Weisz, miembro del Consejo del Gran Rabinato de Israel, escribió una carta al Papa Francisco tras las continuas críticas del pontífice al Estado judío durante la guerra en Gaza. El texto de su carta es el siguiente:
“Por amor a Sión no callaré, y por amor a Jerusalem no me quedaré quieto, hasta que salga como resplandor su justicia y su salvación como antorcha encendida”. — Isaías 62:1
Estimado Papa Francisco:
Sus palabras y acciones con respecto al Estado de Israel no son simplemente decepcionantes, sino que representan un peligro histórico. A través de las comunicaciones modernas, su voz llega a miles de millones de personas instantáneamente, lo que hace que su influencia sea mucho mayor que la de cualquier Papa anterior a usted. Este alcance sin precedentes exige una responsabilidad sin precedentes, pero sus declaraciones han revivido los patrones más oscuros de la historia de la Iglesia Católica, patrones que durante siglos transformaron las acusaciones falsas en violencia contra el pueblo judío.
No se puede ignorar el marcado sesgo en sus respuestas desde el 7 de octubre de 2023. En una era en la que cada una de sus palabras se amplifica en las redes sociales, se transmite a nivel mundial y se traduce instantáneamente a innumerables idiomas, usted ha establecido repetidamente una falsa equivalencia moral entre una nación democrática que defiende a sus ciudadanos y los terroristas que perpetraron la masacre más bárbara de judíos desde el Holocausto.
Su descripción de este conflicto ignora deliberadamente la trágica realidad de que Hamás inserta deliberadamente su infraestructura terrorista en áreas civiles utilizando hospitales, escuelas, mezquitas e iglesias como instalaciones militares y depósitos de armas. Utilizan cínicamente a niños y civiles palestinos como escudos humanos, obligando a Israel a tomar decisiones imposibles en su legítima lucha por la supervivencia. Su incapacidad para reconocer esta cruel explotación de vidas inocentes, al tiempo que condena los esfuerzos de Israel por defenderse, revela una profunda ceguera moral. Cada víctima de esta guerra es una tragedia, pero la responsabilidad recae directamente sobre Hamás, que maximiza intencionalmente las bajas civiles con fines propagandísticos. Su silencio sobre estas tácticas, sumado a su persistente descripción de Israel como agresor, envía ondas destructivas a través de la conciencia global a una velocidad y escala inimaginables para sus predecesores.
Su reciente interacción con el régimen de Irán es particularmente atroz. Cada apretón de manos, cada reunión es fotografiada, filmada y difundida por todo el mundo en cuestión de minutos. Al reunirse con representantes de un gobierno que abiertamente llama a la aniquilación de Israel mientras no cuestiona su grotesca apropiación de Jesús en su campaña contra Israel y Occidente, usted ha otorgado autoridad papal al antisemitismo moderno. En esta era digital, esos gestos se convierten en poderosas herramientas de propaganda, que se propagan a la velocidad de la luz.
El silencio ensordecedor respecto de la persecución sistemática de los cristianos en todo Medio Oriente contrasta marcadamente con su rápida condena de Israel. Su indignación selectiva, transmitida a todos los rincones de la Tierra, moldea la opinión mundial con una fuerza sin precedentes. Mientras las comunidades cristianas son diezmadas en toda la región, usted reserva sus críticas amplificadas digitalmente para la única democracia de Medio Oriente donde los cristianos practican libremente su religión.
Las acusaciones son claras y condenatorias, pero nunca antes estas peligrosas narrativas pudieron llegar a tantas personas, tan rápidamente. Desde los antiguos libelos de sangre hasta las falsas narrativas actuales sobre los niños palestinos, estos patrones ancestrales encuentran nueva vida a través de su plataforma global. Sus palabras, magnificadas por la tecnología moderna, alimentan un resurgimiento mundial del antisemitismo a una escala que los papas anteriores nunca podrían haber imaginado.
El progreso logrado bajo el Papa Juan XXIII hacia la curación de las relaciones entre católicos y judíos está siendo sistemáticamente socavado por su pontificado. A través de su vasto púlpito digital, la iglesia se ha convertido en un megáfono global para aquellos que utilizan el antisemitismo como arma bajo el pretexto de apoyar a los oprimidos.
Su reimaginación de Jesús como un símbolo palestino de resistencia, transmitida a miles de millones de personas, no es simplemente históricamente inexacta, es una distorsión deliberada que sirve para deslegitimar la conexión judía con nuestra patria ancestral. En una época en la que las imágenes y los mensajes dan la vuelta al mundo en cuestión de segundos, mostrar a Jesús con una keffiyeh y a los soldados israelíes como hombres de Herodes no es sólo una mala teología, sino una incitación peligrosa con un impacto inmediato y mundial.
El pueblo judío ha trascendido el papel de víctimas de la historia. La existencia de Israel representa no sólo la supervivencia, sino el resurgimiento, una refutación viviente de la noción de que los judíos deben aceptar la persecución como su destino. Sin embargo, sus palabras, amplificadas por la tecnología moderna, amenazan esta soberanía duramente ganada con un alcance e influencia sin precedentes.
Sus acusaciones contra Israel resuenan instantáneamente en todos los continentes. En este mundo interconectado, sus declaraciones envalentonan a quienes atacan a las comunidades judías en todo el mundo con una inmediatez y una amplitud de influencia que ningún Papa anterior ha ejercido. El dramático aumento de los incidentes antisemitas a nivel mundial desde el 7 de octubre da testimonio de cómo sus palabras pueden provocar violencia a la velocidad de la transmisión digital.
Instamos respetuosamente a Su Santidad a que reconozca la enorme responsabilidad que conlleva su alcance global sin precedentes. Cada una de sus palabras moldea opiniones y acciones en todo el mundo con una velocidad y una escala históricas. En el espíritu de paz y entendimiento que marcó el Vaticano II, le rogamos que reconsidere estas posiciones, deje de propagar estas falsedades peligrosas y se aleje de las alianzas con regímenes que promueven el odio. El mundo necesita su liderazgo moral ahora más que nunca, un liderazgo digno de su influencia sin precedentes. El camino a seguir requiere la adhesión a la verdad y la justicia, no la amplificación de prejuicios antiguos a través de medios modernos.
Con profunda preocupación y una determinación inquebrantable,
Rabino Eliezer Simcha Weisz
Fuente: jns.org