Itongadol.- La inminente visita del presidente Donald Trump a Riad (Arabia Saudita), Doha (Qatar) y Abu Dhabi (Emiratos Árabes Unidos) llega en medio de rumores -en gran parte anónimos- de que Estados Unidos e Israel se están distanciando en cuanto a la estrategia para la Franja de Gaza, la diplomacia con Irán y la arquitectura regional.
Los israelíes, bajo el fuego constante de los cohetes, y los estadounidenses, que aún recuerdan la masacre del 7 de octubre, no tienen paciencia para los rumores. Los israelíes esperan que los dos líderes que ya hicieron lo »imposible» una vez -reconociendo Jerusalem, asegurando los Altos del Golán y dando a luz los Acuerdos de Abraham- se eleven por encima del ego, alineen sus relojes y terminen el trabajo que la historia les asignó: derrotar al eje yihadista y estabilizar Medio Oriente.
NBC News, citando a un grupo de funcionarios anónimos, informó el domingo que el primer ministro Benjamín Netanyahu se enfureció por las negociaciones de Trump con Teherán, mientras que al mandatario estadounidense le molestan la ampliación de las operaciones de las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF) en Gaza.
Esta noticia generó repercusiones en todo el mundo, alimentando una narrativa de distanciamiento entre estos dos líderes.
Sin embargo, tres voces con proximidad real a Trump y Netanyahu emitieron refutaciones contundentes rápidamente. En primer lugar, el ex embajador estadounidense David Friedman expresó en X: «NO HAY RIFT (ruptura) entre el presidente Trump y el primer ministro Netanyahu. Los que dicen lo contrario están alimentando cuentas falsas».
En la misma línea, el presentador de noticias conservador Mark R. Levin advirtió de que »aislacionistas y medios de comunicación» de ambos países estaban filtrando mentiras para dividir a los aliados.
Por último, el nuevo enviado de Trump en Jerusalem, Mike Huckabee, calificó el asunto de »tonterías de fuentes que no ponen su nombre», y remarcó que »La alianza es FUERTE».
¿A quién creerle: a funcionarios que adjuntan firmas o a fantasmas que susurran por el ojo de la cerradura? Israelíes y estadounidenses pueden consolarse con los sucesos de los últimos meses: desde el regreso de Trump a la Casa Blanca en enero, los canales bilaterales militares y de inteligencia nunca estuvieron más ocupados, los enviados de alto nivel se intercambian semanalmente y la planificación conjunta se extendió desde Rafah hasta el Mar Rojo.
Los desacuerdos privados surgen inevitablemente, pero la medida de una alianza es cómo se gestionan estas discusiones, no si existen.
Los próximos días pondrán a prueba esa gestión en tres frentes interconectados: 1: Derrotar a Hamás y rescatar a los rehenes; 2: Detener la carrera de Irán hacia la bomba; 3: Ampliar la normalización regional.
Los escépticos olvidan cuántas veces los expertos dijeron que algo »nunca podría suceder», hasta que sucedió. ¿Trasladar la embajada estadounidense a Jerusalem? Imposible; ¿Reconocer el Golán? Imprudente; ¿Asegurar la normalización árabe sin resolver el asunto palestino? Un delirio.
Las tres cosas ocurrieron porque Trump y Netanyahu combinaron voluntad y creatividad política. Las mismas estrategias de ambos mandatarios pueden funcionar de nuevo, siempre que cada lado resista las tentaciones internas de ganar puntos a expensas del otro.
Los socios de coalición de Netanyahu disfrutan con la retórica dura, mientras que la base populista de Trump se deleita con las frases como »América primero». Sin embargo, ambos públicos respetan más la fuerza y los resultados que las maniobras teatrales.
Las medidas prácticas importan: el primer ministro israelí debe mantener los debates del gabinete de guerra a puertas cerradas y abstenerse de filtrar sus frustraciones sobre las propuestas de alto el fuego a columnistas con los que simpatiza. El presidente estadounidense, por su parte, debe evitar declaraciones a la prensa que generen sorpresa y obliguen a los funcionarios israelíes a esforzarse por conciliar la realidad sobre el terreno con las declaraciones de Washington.
Sobre todo, ambos líderes deben facultar a sus enviados para que ultimen planes conjuntos de contingencia para el enclave costero palestino, Líbano y el Golfo. Cuando los profesionales resuelven los problemas, los políticos comparten el mérito.
Las encuestas muestran un abrumador apoyo bipartidista en Estados Unidos al derecho de Israel a eliminar a Hamás, unido a la impaciencia por un plan coherente para el día después. En el Estado judío las encuestas también reflejan esa doble exigencia: terminar la guerra con decisión y, a continuación, fijar una arquitectura regional sostenible.
Estas expectativas no contienen contradicciones, a menos que los líderes permitan que el orgullo personal las fabrique.
Israel y Estados Unidos están unidos no solo por intereses, sino por valores: democracia, innovación y la convicción de que los pueblos libres deben derrotar a los totalitarios que glorifican la muerte. A Trump le gusta presumir de que rompe las normas diplomáticas y Netanyahu se enorgullece de desafiar el fatalismo estratégico. Esta es la oportunidad de ambos de canalizar esa vena contraria compartida en una asociación renovada.
Señor Presidente, señor Primer Ministro: el mundo libre ya tiene suficientes adversarios. No les den una victoria propagandística. Acudan a esta visita como compañeros de equipo, salgan de ella con un camino más claro para acabar con Hamás, congelar el programa nuclear iraní y expandir la paz en la región.
Sus propios ciudadanos los juzgarán por si aprovecharon este momento para mantener sólidos los lazos entre Israel y Estados Unidos.