Itongadol.- (David Ben-Basat* – The Jerusalem Post) El 7 de octubre de 2023 el mundo fue testigo de la cruda realidad que Israel soportó durante años: un terrorismo asesino que va más allá de los cohetes o los ataques aislados y busca la destrucción total de una nación. Hamas llevó a cabo una masacre sin precedentes en la región fronteriza con la Franja de Gaza, lo que generó una pregunta dolorosa en medio del estupor global: ¿cómo fue posible un ataque tan amplio, coordinado y brutal?
La respuesta radica en la ideología asesina de los terroristas… y en el dinero que la alimenta. A pesar de la masacre del 7 de octubre, las críticas internacionales y las sanciones, el motor financiero de estos grupos sigue funcionando casi sin interrupciones.
El apoyo económico a Hamas y Hezbollah depende, ante todo, de Irán. Según estimaciones occidentales, la República Islámica transfiere alrededor de 700 millones de dólares anuales a Hezbollah y cientos de millones a Hamas mediante canales indirectos, incluyendo valijas llenas de efectivo, casas de cambio libanesas, transferencias a través de bancos sirios e incluso cuentas diplomáticas.
El diario británico The Times reveló que uno de los métodos que utiliza Teherán para transferir fondos es a través de embajadores y diplomáticos iraníes en Europa, quienes ayudan a canalizar dinero directamente hacia Gaza y el Líbano.
Pero Irán no está solo. ONGs, donantes privados e incluso instituciones “caritativas” en países democráticos también funcionan como canales adicionales. El New York Post informó recientemente que una organización italiana sin fines de lucro llamada Asociación de Solidaridad con el Pueblo Palestino recaudó cerca de 4 millones de dólares, supuestamente para “proyectos humanitarios”, pero que en realidad se usaron para comprar armas y apoyar a las familias de terroristas.
Además, las criptomonedas se convirtieron en herramientas especialmente eficaces para los grupos terroristas. Un informe del Servicio de Investigación del Congreso de EE.UU. explicó que desde 2020, Hamas amplió significativamente el uso de Bitcoin, Ethereum y otras monedas digitales, abriendo billeteras electrónicas y promocionándolas en redes sociales para solicitar donaciones. Aunque se realizaron esfuerzos para cerrar estas billeteras, los grupos adoptaron tácticas más sofisticadas, como las billeteras “frías” (offline) que escapan al rastreo en línea.
Hezbollah, el apoderado terrorista de Irán en el norte de Israel, opera una red de financiamiento global. Más allá de los fondos iraníes, el grupo se beneficia del narcotráfico, el lavado de dinero, el contrabando y el fraude. En octubre de 2024, el diario francés Le Monde reveló cómo Hezbollah maneja redes de comercio y transporte en África Occidental, moviendo cientos de millones de dólares anualmente a través de esos canales.
En Alemania, grupos “caritativos” como Orphans Project Lebanon recaudaron dinero a través de bancos locales para Hezbollah bajo una fachada humanitaria. Estos fondos se utilizaron en parte para apoyar a las familias de terroristas libaneses muertos en ataques o enfrentamientos con las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF).
Este dinero, que no se destina únicamente a armas y municiones, permite a los grupos terroristas reconstruir infraestructura tras cada conflicto, mantener ejércitos de miles de combatientes, adquirir sistemas de armas avanzados, construir túneles, mantener drones y difundir propaganda constante.
El financiamiento también les permite afianzar su control ideológico. Los recursos se usan para promover el odio a través de la educación, operar campamentos de entrenamiento juvenil, difundir contenido antisemita y pagar a terroristas y sus familias, creando un incentivo sostenido para el terrorismo.
El ataque del 7 de octubre no fue un acto de desesperación; fue un golpe coordinado junto a Hezbollah para causar aún más daño a Israel, una demostración de fuerza financiada por mecanismos sistemáticos y sostenidos.
Tras ese ataque horroroso, se intensificaron los esfuerzos de inteligencia y regulación, pero la realidad es que la mayoría de los canales financieros siguen abiertos. Estados Unidos impuso nuevas sanciones, incluyendo la congelación de activos de financistas de Hamas en todo el mundo. Alemania, por su parte, también restringió las actividades de las organizaciones pro-Hamas.
En Israel, el Shin Bet (Agencia de Seguridad de Israel) y la Dirección Nacional de Ciberseguridad incrementaron los esfuerzos para detectar y monitorear actividades financieras sospechosas.
Sin embargo, la actividad con criptomonedas continúa, y muchas organizaciones siguen operando en Europa y América del Norte bajo la fachada de la ayuda humanitaria.
En ese sentido, Gran Bretaña se convirtió en la capital financiera de Hamas en Occidente. Altos funcionarios de Hamas gestionan vastos fondos y recaudan grandes sumas, mayormente del público, pero también del gobierno. Estos fondos fluyen directamente hacia el ala militar de Hamas.
Según fuentes de seguridad israelíes, el Reino Unido figura entre los tres países con mayor volumen de donaciones a Hamas, junto con ciertos países musulmanes. De hecho, más de una cuarta parte del financiamiento no gubernamental de Hamas proviene del Reino Unido.
Durante décadas, la Hermandad Musulmana británica y su afiliado Hamas operaron en mezquitas, establecieron fundaciones de recaudación y crearon grupos caritativos. En 2001, organizaciones islamistas formaron la “Coalición de Caridad”, liderada por el jeque Yusuf al-Qaradawi, quien emitió edictos religiosos que permitían atentados suicidas contra israelíes. La coalición unió a unas 50 fundaciones islámicas para recaudar fondos destinados al esfuerzo terrorista de Hamas durante la Segunda Intifada.
Para cortar verdaderamente el suministro vital de Hamas y Hezbollah, no basta con destruir túneles; hay que frenar el flujo de dinero.
Israel y la comunidad internacional deben actuar en múltiples frentes: aplicar presión política directa sobre Qatar y Turquía para que detengan todo apoyo a grupos terroristas bajo su influencia; promulgar legislación en Israel y a nivel global que permita un monitoreo más profundo de organizaciones benéficas, fondos y transacciones cripto, así como confiscar activos vinculados al terrorismo; y lanzar operaciones cibernéticas globales para identificar y bloquear billeteras digitales, cerrar sistemas de pagos terroristas y bloquear cuentas en redes sociales, incluidas las de individuos que incitan a la violencia contra judíos.
Además, Jerusalem debe liderar una campaña de concientización pública a nivel global para exponer la conexión directa entre las donaciones “humanitarias” y los fondos que terminan en manos de terroristas.
*El autor del artículo es cónsul honorario de Israel, vicedecano del Cuerpo Diplomático Consular, presidente de la Asociación de Radiocomunicaciones de Israel y ex corresponsal de televisión para NBC News.