Inicio Opinión The Jerusalem Post | Opinión: Mientras Hamás gobierna con balas, Israel debe luchar a la luz del día

The Jerusalem Post | Opinión: Mientras Hamás gobierna con balas, Israel debe luchar a la luz del día

Por M S
0 Comentarios

Itongadol.- (The Jerusalem Post) La ejecución de cuatro palestinos en Khan Younis esta semana, llevada a cabo por orden de Hamás ‘‘por saquear y causar la muerte de miembros de una fuerza encargada de asegurar los camiones de ayuda’’, es un recordatorio brutal de quién controla realmente la vida cotidiana en la Franja de Gaza.

Los hombres fueron fusilados sin juicio, y su destino no quedó sellado por las pruebas examinadas en un tribunal, sino por el capricho de los gobernantes que se apoderaron de Gaza en 2007 y la gobernaron desde entonces mediante la intimidación, las palizas públicas y, cuando fue necesario, el pelotón de fusilamiento.

Hamás enmarcó los asesinatos como justicia imparcial destinada a salvaguardar los convoyes humanitarios. La realidad es más cruda. Los gazatíes están desesperados tras meses de guerra y escasez; los saqueos se extendieron porque las familias que antes dependían del mercado negro para obtener harina ya no pueden permitirse los precios, y porque el canal oficial de ayuda sigue fallando.

La respuesta de Hamás no fue ampliar el conducto ni someter las entregas a una supervisión neutral. En lugar de eso, optó por la violencia ejemplar, con la esperanza de que el sonido de cuatro balas resonara más fuerte que los gemidos de hambre en los callejones de Jabaliya. El mensaje es claro: la disidencia, o incluso su aparición, será respondida con fuerza letal.

Ese mensaje también llega a los israelíes, aunque en un espejo distorsionado. Jerusalem está librando una guerra justa contra el grupo terrorista que masacró a sus civiles el 7 de octubre de 2023. Sin embargo, sigue perdiendo oportunidades de mostrar la claridad moral que separa a una democracia de una milicia teocrática.

La última oportunidad perdida surgió en el debate del lunes en la Knesset (Parlamento israelí), cuando el líder de la oposición y ex primer ministro, Yair Lapid, preguntó si el Gobierno había transferido en secreto unos 100 millones de dólares a dos entidades registradas en el extranjero -Safe Reach Solutions en Estados Unidos y el Fondo Humanitario para Gaza en Suiza- para financiar operaciones de ayuda.

‘‘Si este dinero es realmente israelí y el gobierno lo está ocultando, no sólo sería un engaño a los ciudadanos israelíes -cuyos impuestos lo financian- sino también uno de los mayores errores diplomáticos de la historia del país’’, advirtió Lapid.

Los funcionarios israelíes niegan rotundamente la acusación, pero no presentaron a ningún donante dispuesto a reclamar los fondos. En ese vacío entró Jake Wood, el condecorado marine estadounidense que en marzo aceptó dirigir el Fondo Humanitario para Gaza. El domingo por la noche, Wood renunció, declarando que el proyecto no podía gestionarse ‘‘de una forma que defienda los principios humanitarios de humanidad, neutralidad e independencia’’.

Nada de esto absuelve a los aliados de sus propios fracasos. Washington, Bruselas y varias capitales del Golfo pasaron meses exigiendo que Israel inundara la Franja con ayuda, mientras se negaban a financiar o asegurar los convoyes. Instaron a encontrar ‘‘soluciones innovadoras’’, pero retrocedieron cuando el Fondo Humanitario para Gaza propuso utilizar contratistas blindados y escáneres biométricos.

Ya no pueden encogerse de hombros y culpar a las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF) de todos los retrasos de la ayuda. Si no envían fuerzas de paz, al menos deberían enviar auditores y dinero.

Aun así, el primer deber recae en Israel, porque es quien más tiene que ganar. Cada kilogramo de arroz registrado en una hoja de cálculo pública es un golpe a la propaganda de Hamás. Cada convoy que llega a Rafah bajo un régimen respaldado por Israel pero supervisado de forma independiente demuestra que las IDF pueden luchar contra los terroristas y proteger a los civiles al mismo tiempo, una distinción que Hamás se esfuerza por borrar cada vez que dispara desde detrás de un bloque de departamentos. Y cada acto de franqueza ahonda el abismo moral entre el gobierno por consentimiento y el gobierno por miedo.

Hamás ya mostró sus cartas: gobierna con miedo, balas y la retórica del martirio. En cambio, Israel debe gobernar y luchar a la luz del día. Puede empezar por eliminar el secretismo que ahora empaña su política humanitaria, admitiendo los fondos que se gastaron, explicando cómo se protegerán los convoyes, dando la bienvenida a inspectores neutrales y publicando los resultados.

Esta apertura no acabará con la guerra y no traerá a los rehenes a casa, pero expondrá a Hamás como lo que es: una banda de gobernantes aterrorizados que disparan a su propio pueblo para enmascarar sus fracasos.

Mientras tanto, los cuatro cadáveres de Khan Younis yacen sin reclamar, testimonio mudo de que los amos de Gaza temen más a sus propios ciudadanos hambrientos que a cualquier proyectil israelí. Jerusalem no debe responder con la misma brutalidad ni con el silencio, sino con la única respuesta que Hamás no puede igualar: transparencia radical. Esa es la moral, y al final es lo único que importa.

También te puede interesar

Este sitio utiliza cookies para mejorar la experiencia de usuario. Aceptar Ver más