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David otra vez solo: una inmoralidad histórica

Por M S
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Itongadol.- (Por León Halac) Mientras los misiles llueven sobre Israel y las amenazas existenciales se multiplican, el mundo occidental —ese que tanto predica la moral, la equidad y los derechos humanos— esconde la cabeza como un avestruz. Europa calla. El Reino Unido mira hacia otro lado.

Es una escena que la historia ya ha visto: un pequeño David enfrentando a un Goliat descomunal. Esta vez, David es Israel. Goliat es Irán, alimentado durante décadas por fondos liberados por gobiernos occidentales, árabes, incluso por las administraciones demócratas de Estados Unidos y organismos como la ONU creados para ser imparciales pero invadidos por la corrupción. 

Un legado de errores y omisiones

Tras el atentado del 11-S, el presidente George W. Bush identificó a Irán como parte del “Eje del Mal” y prohibió transacciones económicas, incluido el petróleo, con el régimen persa. Fue un acto de responsabilidad geopolítica.

Pero luego llegó el error mayúsculo. Barack Obama, en 2015, liberó decenas de miles de millones de dólares al régimen de Teherán bajo el disfraz del acuerdo nuclear (JCPOA). Fondos que no fueron destinados a escuelas, hospitales o reformas democráticas, sino a armar a Hezbollah, fortalecer a Hamas y sembrar terror a través de Medio Oriente.

Donald Trump corrigió parcialmente el rumbo, se retiró del acuerdo y volvió a aplicar sanciones. Pero Joe Biden restauró el patrón destructivo, debilitando a los aliados y beneficiando, otra vez, a los enemigos de la libertad.

Fordow: la línea roja

Como expresó con contundencia el embajador israelí en EE.UU., Yechiel Leiter, en declaraciones a Fox News y Axios:

«Toda la operación… realmente tiene que completarse con la eliminación de Fordow.»

Fordow es el corazón subterráneo del programa nuclear iraní. Es el símbolo del punto de no retorno. Y destruirlo no es una opción, es una obligación moral y estratégica.

Estados Unidos tiene hoy mismo la capacidad técnica, logística y militar para neutralizarlo: bombas de penetración, aeronaves adaptadas, cercanía táctica desde el Golfo. Pero carece, al menos por ahora, de la voluntad política.

Trump debe actuar

Israel ya pagó un precio altísimo, con más de 1.200 muertos en un solo día de barbarie jamás vista desde el Holocausto. Luego perdió la vida de más de 800 jóvenes civiles, que en cualquier otro país no habrían sido soldados, pero que vistieron el uniforme con honor y arriesgaron todo para rescatar rehenes de las garras del terror.

Y todo esto ocurrió mientras Joe Biden seguía financiando a los delincuentes a través de UNRWA, una agencia corrompida que ha servido de canal para legitimar y sostener estructuras de odio.

La ofensiva fue ejecutada por Hamas, pero financiada, armada y sostenida por Irán. Y eso fue posible, en parte, gracias a la liberación de fondos bajo gobiernos occidentales que decidieron mirar para otro lado.

Israel no solo se retiró de Gaza en 2005, sino que lo hizo confiando en las garantías estratégicas brindadas por su principal aliado. Entre ellas, se afirmó claramente:

“Estados Unidos liderará, junto a Jordania, Egipto y otros, una acción concertada para prevenir que las zonas de las que se retire Israel se conviertan en plataformas para ataques terroristas.” 

Nada de eso ocurrió. Gaza se convirtió en un bastión de Hamas, armado y financiado, y desde allí se lanzaron las masacres del 7 de octubre. Las garantías incumplidas son deudas no solo monetarias, también de honor.

La inmoralidad quedará escrita

El silencio de Europa no sorprende. Ya ha sido invadida moralmente. Pero Estados Unidos tiene aún la oportunidad de ser digno de sí mismo. Y Trump, si quiere merecer el lugar que la historia le reserva, debe actuar hoy.

Fordow no es un sitio. Es un símbolo. Destruirlo es el único camino posible si Occidente quiere volver a mirarse al espejo con dignidad.

Si “America First” es más que un eslogan, Donald Trump debe sacar la cabeza de Estados Unidos del barro ahora mismo. No mañana. No después de otra tregua. No tras el próximo funeral.

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