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Fin de partida

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Por Moshé Korin.-Pues bien, ahora es el turno, como dije en esa nota, de dedicarme a quienes la revivieron hoy en Buenos Aires, a poco más de cincuenta años de su estreno (1957).
Beckett y la obra
“Fin de partida” es escrita en un momento en el cual Beckett ya es consagrado como precursor del teatro del absurdo; encontramos que en ella, el sin sentido, está presente principalmente en los monólogos que realizan los personajes. Inspirada en el “Rey Lear”, su eje central transcurre en la tensión de existencias dramáticas.
Un patético poderoso, queda desolado por aquel mundo “que apesta a cadáver”, un mundo que él mismo ha creado y en el que ahora se ve sumergido por sus consecuencias. El vacío del sentido de la palabra, el tiempo eterno y vacuo que existe sólo como antesala de la muerte, lo inútil de acciones y que incesantes se repiten sólo para matar la vacuidad, el sarcasmo en el humor negro, son todas ellas características de un sello que ha impuesto Beckett, y en esta pieza teatral se tornan los carriles principales por donde transcurre la obra.
La escena
Lo primero que vemos es a un hombre hecho harapos en un sillón que se confunde con sus ropajes, por lo derruido. Su rostro bajo un pañuelo emite sonidos guturales somnolientos. Luego, lo veremos ciego. A continuación, oiremos su voz que posee el sonido de la tiranía; una voz que se conjuga con un silbato, por medio del cual llama a su sirviente, quien encorvado, con brazos colgando como el peso que desde siempre lleva sobre sí, acude siempre a su llamado.

El sirviente -o más bien debiéramos decir, esclavo  Clov (Pompeyo Audivert ), observa a su amo Hamm (Lorenzo Quinteros) dormir. Después, se pasea por el escenario mirando dos cubos enormes de basura tapados con sábanas, los destapa y emite una extraña risa. Sus piernas dobladas, su andar pesado, su rostro también cansino, ya nos perfilan antes de comenzar el relato, la imagen de una vida esclavizada.
Clov, será quien comience a hablar, en un soliloquio dirigido a nosotros, pero con una mirada perdida:
        “Acabó, se acabó, acabará, quizás acabe. (…) Ya no se me puede castigar. Me voy a mi cocina, tres metros por tres metros por tres metros, en espera de que me silbe. Hermosas dimensiones, me apoyaré en la mesa, miraré la pared, en espera de que me silbe”.

La trama
La relación entre Hamm y Clov es el punto nodal de la trama. En el vínculo que establecen ambos, se encuentran atrapados sin salida, dependientes y entrelazados en lo más desesperado y corroído del alma humana.
En un momento del relato, creemos entrever el origen de esa relación, amo y esclavo que posee aires que resuenan en la filosofía de la dialéctica hegeliana. Y digo creemos entrever, porque no es del todo explícito el momento en que comenzó; la narración ubica cuándo y cómo llegó Clov a ese lugar subjetivo de modo tangencial; de hecho Hamm, perversamente, mantiene esos datos en misterio como un modo más de poder sobre Clov.
La manera en que se muestra aquella historia es a través de una supuesta novela que Hamm está creando. Pidiéndole a su padre Nagg (Max Berliner) que escuche el relato, quien con cara absorta y hasta el hartazgo, lo hace a cambio de la promesa de un dulce. Le cuenta que un día un pobre hombre desesperado con un rostro “completamente negro por la mezcla de suciedad y lágrimas”, pidiendo por su hijo que se hallaba desamparado en un pueblito arrasado y que hace tres días está sumido en un profundo sueño. Relatado con desdén y soberbia la humillación que ejerció Hamm sobre el hombre, finaliza diciendo que tomó al desesperado a su servicio y al pequeño.
Sucedido aquello antaño, la obra muestra cómo en el presente el anciano tirano depende de ese sirviente.

        Clov: -¿Entonces querés que los deje?

        Hamm: -Segurísimo.
        Clov:- Entonces los dejaré.
        Hamm: – No puedes dejarnos.
        Clov: -Entonces no los dejaré.
Los otros dos personajes que complementan la trama son los padres de Hamm, Nagg y Nell (Pochi Ducasse). Los vemos aparecer promediando la obra, surgen de dentro de los cubos de basura, que al inicio vimos tapados. Ellos tampoco pueden moverse, sus piernas están inmovilizadas. Hamm les niega la comida y espera siniestramente que se mueran.
Sin embargo, entre ambos padres hay un lazo, tal vez el único que exista en la obra. Nagg le habla a Nell que ya está moribunda, le hace recordar el momento en que se casaron, le guarda el único biscocho que le han dado para comer.
El corolario de la obra es el final de partida, el final de Hamm quien solo se queda con el pañuelo manchado que tenía sobre su rostro al iniciar la obra, volviéndose a cubrir el rostro luego de las últimas palabras. Con este símbolo, el cierre se toca con el inicio de la pieza teatral.
        Hamm: – Un último favor. Cúbreme con la sábana. ¿No? Bueno. Ahora me toca a mí actuar. Viejo final de partida perdida, final de perder. (…) ¡Clov! ¿No? Bueno. Ya que jugamos a esto así…juguemos a esto así.. y no hablemos más. ¡Viejo trapo! A ti, te conservo.?
Los protagonistas
La dirección a cargo de muy talentosos profesionales con gran trayectoria, como Lorenzo Quinteros y Pompeyo Audivert, junto con sus interpretaciones protagónicas magistrales, hacen que la pieza teatral brille en su esplendor. Cabe además resaltar las inolvidables actuaciones de dos maestros del teatro argentino: Max Berliner y Pochi Ducasse.
El dúo actoral y de dirección ha sabido potencializar excelentemente sus cualidades, expresando con soltura un texto por demás complejo, pero que en sus manos, nos lo hace llegar con natural soltura.
Apoyándose por otra parte en una puesta en escena, que junto con la escenografía de Ariel Vaccaro y la iluminación de Leandra Rodríguez logran transmitir la pesadez, la soledad y el nihilismo que caracterizan la obra toda. También el vestuario (a cargo de Marta Albertinazzi), acompaña reflejando un pensamiento de sumo cuidado expresivo, -del que ya hemos hecho mención, al dar cuenta del ensamble que se produce, entre el raído ?trono?, los vendajes y ropajes que cubren a Hamm-.
Así, los diversos elementos teatrales se suman y confluyen para encastrarse perfectamente.

Para concluir, sólo me resta mencionar al resto de las piezas que forman este ensamble. Como asistente de iluminación Bettina Sara, Rick Anna en música, Michel Marcu en fotografía, Diego Becker y Marcos Bordón como maquinistas, Guillermo Pintos en prensa, Claudio Medin (Estudio M) en comunicación visual (C.C.C.), y por último Mónica Goizueta y Marta Davico en asistencia de dirección y producción ejecutiva.
En síntesis: un espectáculo teatral que enorgullece a la Buenos Aires cultural.

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