Mario Eduardo Cohen (*)
La Asamblea General de las Naciones Unidas, en su sesión del 1º noviembre pasado, instituyó el 27 de enero como «Día internacional de conmemoración anual de las víctimas del Holocausto». Por esto, este año tendrá lugar la primera recordación mundial del Holocausto.
Los hechos que estamos recordando son los siguientes: el 27 de enero de 1945 las tropas rusas ingresaron en Auschwitz, dando a conocer en el mundo entero el funcionamiento del más terrible campo de la muerte de la historia humana: una gigantesca industria del asesinato masivo.
Los soldados rusos no podían creer lo que sus ojos veían. Ante todo, alambres de púas y un cartel con una insólita leyenda: Arbeit Macht Frei (en alemán, «el trabajo libera»). Inmediatamente, comenzaron a acercarse los prisioneros, harapientos, esqueléticos, enfermos, muy cercanos a la muerte y con los rostros, abatidos, surcados por el llanto y el dolor. En sus bocas apenas se dibujaba una leve sonrisa, fruto de la esperanza renacida. Algunos de los más experimentados soldados rusos no pudieron contener sus lágrimas. Los liberados constituían apenas un pequeño remanente. Los nazis habían partido previamente llevando consigo a los más sanos en la llamada «marcha de la muerte» (2). Para estos prisioneros, forzados a caminar en la nieve por centenares de kilómetros, la libertad aún no les había llegado.
Los nazis, en su precipitada huida, no habían alcanzado a destruir las pruebas de la masacre. El mundo pudo saber que, en poco más de cuatro años, se realizó en Auschwitz la matanza industrializada de más de un millón de personas, en su mayoría judíos europeos. Por lo tanto, este lugar también detenta el triste record de ser el cementerio judío más grande de la historia. También fueron exterminados patriotas polacos, rusos, gitanos, testigos de Jehová, homosexuales y demás opositores a la ideología nazi.
LOS NUNCA ANTES
A partir de ese 27 de enero de 1945, la pronunciación del nombre Auschwitz sería el sinónimo fiel de la más oscura noche de la historia. Cuando se lo recuerda inmediatamente surgen, de acuerdo a las últimas investigaciones, hechos que nunca antes habían ocurrido y que lo diferencian de la historia previa:
· Nunca antes un Estado organizado programó y ejecutó una política racista basada en el exterminio masivo físico de minorías. Los nazis construyeron, conscientemente y sin arrepentimiento, esta industria de la muerte cuyo mayor centro fue este campo. Auschwitz es un símbolo del crimen contra la humanidad, realizado contra inocentes despojados de todo derecho y dignidad.
· Nunca antes se explotó tan vilmente el trabajo esclavo (en las fábricas cercanas a Auschwitz), llevándose a tal extremo el robo organizado por el Estado de ropa, propiedades, obras de arte, joyas.
· Nunca antes como en Auschwitz se utilizaron «métodos y eficiencia industrial» para la matanza masiva de población civil indefensa.
· Nunca antes se había construido un campo del tamaño de Auschwitz–Birkenau, con capacidad para 250.000 prisioneros esclavizados (y luego llevados a la muerte).
· Nunca antes se utilizó gas letal (Zyklon B) para la matanza masiva de bebés, niños, mujeres, hombres y ancianos.
· Nunca antes fueron utilizados experimentos médicos sobre miles de personas vivas.
· Nunca antes existió un método para no dejar rastros de los asesinatos y deshacerse inmediatamente de los cadáveres de las víctimas en crematorios masivos.
· Nunca antes se creó un método para la utilización comercial de partes de cuerpo humano de las víctimas, cuyo destino era la fabricación de jabones, colchones y abonos.
Auschwitz, si bien fue el más grande campo de la muerte, no fue el único. En otros campos y por los más diversos métodos se llevó a cabo la matanza indiscriminada de judíos europeos (entre otras minorías). El hecho ha pasado a la historia con el nombre de Holocausto, aunque los especialistas prefieren llamarlo con mayor fundamento Shoá (3).
LA MEMORIA
Para que no se repitan genocidios contra cualquier minoría, los seres humanos disponemos de una potente herramienta: la memoria.
Bien escribe Elías Canetti -Premio Nobel de Literatura- que «…la humanidad sólo está indefensa allí donde carece de memoria…», mientras que el célebre cineasta Luis Buñuel afirmó categóricamente: «…sin memoria no hay posibilidad de inteligencia alguna en el presente, ya que ella es el inmenso espacio del pensamiento de donde surgen los grandes signos de la vida…». En cierta medida nosotros manejamos nuestra propia memoria. «Lo que ha sido no tiene en el ser sino el lugar que le damos», escribió Alain Finkielkraut. La memoria no es sólo un recuerdo del pasado sino una proyección al futuro. El Premio Nóbel Elie Wiesel, sobreviviente de Auschwitz, asegura que «una memoria que no tomase en cuenta el futuro violaría el legado del pasado». Para Wiesel, el mandato de la memoria luego de Auschwitz se divide en sus tres partes: primera, no olvidar, segunda, recordar y tercera, hacer recordar. Y esa memoria incluye la responsabilidad de ser activos, de adquirir suficiente poder como para defender la dignidad y la responsabilidad para la solidaridad.
En el Holocausto, decía Elie Wiesel, no sólo murió el judío, sino también el hombre y la humanidad.
LAS ENSEÑANZAS DEL HOLOCAUSTO
La citada resolución de las Naciones Unidas rechaza toda negación de ese hecho histórico e insta a los Estados miembros a elaborar programas educativos que inculquen a las generaciones futuras las enseñanzas del Holocausto, para prevenir actos de genocidio.
Al respecto decía Teodor Adorno: «La exigencia de que Auschwitz no se repita es la primera de todas las que hay que replantear en la educación». Enseñar el Holocausto y con esto arribar a la conclusión terminante del ¡Nunca más! implica la adquisición de un seguro contra cualquier forma futura de insanía colectiva que pueda emerger. Es necesaria la creación de una coraza que proteja a la humanidad contra la discriminación, el fanatismo y la intolerancia.
Agrega Wiesel que: «Hemos aprendido algunas lecciones, que todos somos responsables y que la indiferencia es un pecado y merece un castigo. Hemos aprendido que cuando la gente sufre no podemos ser indiferentes».
En numerosas ocasiones, el ex Papa Juan Pablo II reflexionó sobre el tema, señalando en una de ellas que: «Auschwitz, quizá el símbolo más elocuente del Holocausto del pueblo judío, muestra hasta dónde puede llevar a una nación un sistema construido sobre premisas de odio racial o de afán de dominio. Auschwitz no cesa de amonestarnos, aún en nuestros días, recordando que el antisemitismo es un gran pecado contra la humanidad; que todo odio racial acaba inevitablemente por llevar a la conculcación de la divinidad humana . En la misma línea, el actual Papa Benedicto XVI, ha calificado el Holocausto «como una vergüenza indeleble en la historia de la humanidad».
En nuestra opinión, los gobiernos de América latina deben adherir a lo resuelto por las Naciones Unidas y crear en cada país un Día de Recordación de Holocausto, como ya lo hicieron previamente varios gobiernos europeos. Además, debemos incorporar estos temas a la educación para que opere como una vacuna contra todo brote posible de demencia colectiva.
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(*) El autor es presidente del Centro de Investigación y Difusión de la Cultura Sefardí. CIDICSEF .Su último libro, «América Colonial Judía», se está traduciendo al inglés.
(1) En este artículo, cuando nos referimos al Campo de Auschwitz, lo hacemos en sentido amplio, incluyendo el llamado Auschwitz I, edificado en 1940; el gigantesco Auschwitz II o Birkenau, de 1941, el Auschwitz III o Monowitz de 1942 y una treintena de campos adyacentes.
(2) Los que fueron parte de esta terrible marcha de la muerte, no suelen hablar de liberación sino de finalización de Auschwitz.
(3) Dado el uso, todavía generalizado, de la palabra Holocausto (del griego «sacrificio por el fuego») continuamos utilizándola en este artículo, aunque creemos que Shoá (= destrucción total, en hebreo), en coincidencia con los investigadores, es el término más apropiado para los acontecimientos que estamos describiendo.