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Hatzad Hasheni: El proceso de Oslo es un comprobado fracaso

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 El proceso de Oslo, que comenzó hace 25 años entre Israel y los palestinos, evidentemente no logró resolver el conflicto regional y no dio lugar a una coexistencia pacífica entre los dos pueblos. Las casi 1.600 víctimas mortales israelíes y las otras miles de víctimas durante este período por los ataques terroristas palestinos y el lanzamiento de cohetes dan testimonio de este fracaso.

La fórmula de tierra por seguridad del primer ministro Itzjak Rabin no funcionó. Además, la Autoridad Palestina, establecida en el marco de los Acuerdos de Oslo de 1993, ahora gobierna Cisjordania y promueve el odio contra Israel a través de su sistema educativo y medios controlados. Su rival, Hamás, una organización islamista dedicada a la destrucción del estado judío, gobierna la Franja de Gaza y continúa la lucha armada contra Israel.

Las posibilidades que un nuevo plan de paz estadounidense conduzca al establecimiento de un estado palestino estable, unificado y pacífico son nulas. Las diferencias en las posiciones, especialmente en el tema de los refugiados y Jerusalén, son insalvables. Además, la Autoridad Palestina ha mostrado dificultades considerables en la construcción del estado, y la entidad resultante limita con un estado fallido.

La Autoridad Palestina no ha cumplido con la prueba esencial de la condición de Estado, es decir, el monopolio sobre el uso de la fuerza, y posteriormente perdió el control sobre una parte de su territorio, Gaza. Es difícil imaginar que la AP sobreviva sin la infusión de miles de millones de dólares de ayuda internacional, ya que refleja la profunda crisis socioeconómica y política de varios estados árabes, dejando un gran interrogante sobre la capacidad de la cultura política árabe para sostenerse en el marco de los estados modernos.

Finalmente, ambos lados del conflicto etnoreligioso todavía tienen la energía para luchar por las cosas importantes para ellos. Tales conflictos prolongados usualmente terminan solo si al menos un lado demuestra “gran cansancio por el conflicto”.

Por lo tanto, 25 años después de Oslo, nos quedan dos movimientos nacionalistas revisionistas palestinos, uno tradicional y otro islamista, que controla partes de la aspirante a Palestina. Los territorios gobernados por los palestinos constituyen bases locales de terrorismo contra Israel, sin embargo, el terrorismo palestino ha estado en gran parte contenido y las acciones israelíes más enérgicas podrían limitar aún más su impacto en las vidas israelíes.

La capacidad palestina para exigir un gran costo político es limitado, especialmente si Israel se beneficia de un apoyo diplomático moderado de los Estados Unidos. Los llamamientos a foros internacionales ineficaces pueden ignorarse, mientras que algunas instituciones internacionales solo tienen un impacto marginal. Del mismo modo, la campaña Boicot, Desinversión y Sanciones ha fracasado en gran medida, aunque algunas de sus ramificaciones de largo alcance deberían ser motivo de preocupación.

Significativamente, la mayoría de los Estados del mundo llevan a cabo sus relaciones con Israel, prestando poca atención a las oscilaciones en el nexo israelí-palestino. Además, la conciencia que los palestinos no están listos para la estadidad se ha extendido lentamente a los foros de toma de decisiones de política exterior. Posteriormente, se ha desarrollado una mayor indiferencia internacional hacia el problema palestino, incluso entre los estados árabes, ya que muchas crisis en el Medio Oriente y en otros lugares atraen una mayor atención. Las decisiones del gobierno de Trump de reconocer a Jerusalén como la capital de Israel y los recortes en fondos del Organismo de Obras Públicas y Socorro de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en el Cercano Oriente (UNWRA) y la Autoridad Palestina también reflejan la disminución del atractivo de la causa palestina en el ámbito internacional.

Si bien el conflicto con los palestinos no terminará pronto, Israel está floreciendo. La estrategia cautelosa de Israel de gestión de conflictos (en lugar de resolución de conflictos) de los últimos años ha tenido éxito en minimizar el daño nacional e internacional causado por la hostilidad palestina continua.

La disposición de Israel a hacer concesiones es útil para mantener la cohesión social en el país y para ganar puntos entre amigos en el exterior. A nivel internacional, Israel nutre sus relaciones con su principal aliado, los Estados Unidos, y ha desarrollado alianzas estratégicas con muchos estados importantes. La continua confusión en el Medio Oriente y el comportamiento iraní sensibilizan a la comunidad internacional sobre las necesidades de seguridad de Israel, lo que reduce las presiones para satisfacer las demandas poco realistas de los palestinos.

El proceso de Oslo aceleró una separación posible hacia un estado palestino porque condujo a una situación en la que más del 95% de los palestinos en Cisjordania y todos los palestinos en Gaza viven bajo el dominio palestino.

Como hemos visto en otras partes del mundo, las separaciones pueden ser desordenadas y sin resultados políticos claros. De hecho, el proceso de Oslo no logró la paz y la seguridad para Israel, pero alivió en gran medida al Estado judío de la carga palestina. La limitada presencia militar israelí en Cisjordania solo se preocupa marginalmente por el bienestar de los palestinos; la seguridad de los israelíes es su principal objetivo. Israel ya no es responsable de los palestinos y ellos están solos. A pesar de la retórica anti-Israel, la “ocupación” de los palestinos prácticamente ha terminado. Cualquiera que visite Ramallah, con sus cafés y centros comerciales, puede verlo por sí mismo.

La mayoría de los israelíes han apoyado la postura sionista tradicional que condujo a los Acuerdos de Oslo, aunque las dudas sobre la sabiduría de elegirlos – el líder palestino Yasser Arafat como socio – fueron generalizados. Los israelíes también apoyaron la retirada de Gaza en 2005 y el establecimiento de una barrera de seguridad que señala el deseo de retirarse de los territorios densamente poblados por árabes.

Si bien la sociedad israelí pagó caro el experimento de Oslo, puede decirse honestamente: “Tratamos de hacer las paces con los palestinos”. Tal sentimiento es un prerrequisito para tratar el futuro conflicto armado como una “guerra sin opción”. Esta actitud, prevaleciente desde la campaña terrorista palestina que comenzó en 2000, ha sido fundamental para forjar una gran resistencia israelí para resistir los conflictos prolongados y una falta de voluntad para hacer concesiones peligrosas.

*El profesor Efraim Inbar es presidente del Instituto de Estudios Estratégicos de Jerusalén, jiss.org.il.

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