Iton Gadol/Agencia AJN (por Eduardo Chernizki).- La constitución del movimiento obrero en la República Argentina se origina con los inmigrantes que llegaron a radicarse en el país en las últimas décadas del siglo XIX: italianos, españoles y algunos centroeuropeos, que habían sido obreros en sus países de origen y tenían experiencia gremial.
Si bien en su gran mayoría ideológicamente eran anarquistas, las agrupaciones gremiales de la última década del siglo XIX y la primera del siglo XX estaban organizadas principalmente por el origen étnico o ideológico de los obreros fabriles. Es por ello que en Buenos Aires y en Rosario los sindicatos eran mayoritariamente anarquistas, y se agrupaban en la Federación Obrera Regional Argentina (FORA), fundada por 30 agrupaciones sindicales en 1901.
En lo que respecta a la política nacional, los inmigrantes obreros normalmente apoyaban al incipiente Partido Socialista, que en la ciudad de Buenos Aires logra en 1904 que uno de sus más preclaros dirigentes, Alfredo Lorenzo Palacios, sea electo diputado nacional, el primero en toda Latinoamérica.
A fines de los años veinte, el movimiento obrero se dividió entre anarquistas y socialistas.
Con la gran ola inmigratoria que llegó a la Argentina en las primeras décadas del siglo XX, integrada en su mayoría por españoles, italianos, franceses, turcos, rusos, ucranianos, entre otros, muchos de ellos judíos. Una buena parte se insertó laboralmente en los sectores fabriles, y una importante cantidad de obreros judíos activaron en las agrupaciones sindicales.
Algunos de estos inmigrantes judíos tuvieron una destacada actuación en la conducción de los gremios, donde su preocupación no fueron solamente lograr mejores condiciones laborales o remunerativas, sino organizar la vida cultural y social de la organización, estableciendo bibliotecas populares, organizando funciones teatrales o conciertos y prestando ayuda social a miembros que pasaban dificultades económicas, entre otras tareas.
Entre los judíos llegados de Polonia, Lituania, Rusia, Ucrania, había un sector muy importante con ideas socialistas, que estaba dividido al igual que en Europa en dos grandes sectores ideológicos. Por un lado, estaban los miembros del Bund, la Unión General de Obreros Judíos, que consideraba al judaísmo una entidad cultural extraterritorial y se oponía al sionismo.
El Bund tuvo su origen en el imperio ruso, y traía consigo ideas del socialismo de Europa del Este. Surgió como fuerza política opositora al sionismo en el mundo judío, y tuvo mucha fuerza en la década del 30 en las comunidades judías, entre ellas la de Argentina y la de Estados Unidos.
En contraposición al Bund, se encontraban en Argentina los que adherían al Movimiento Sionista, identificado con el ideal de Poalei Sión, los Obreros de Sión.
Las dos corrientes contaban con su propio canal de difusión, que se concentraba en un periódico. Con el objetivo de que lo pudieran leer todos los judíos sin importar sus orígenes, se escribían en yiddish, la lengua que compartían gran parte de los judíos en Europa.
Mara List Avner, en su trabajo “La Semana Trágica de Enero de 1919 y los judíos: Mitos y Realidades”, menciona que el 1º de mayo de 1906 aparecieron grupos judíos organizados en las manifestaciones obreras, portando carteles escritos en yiddish y banderas rojas, lo que fue “una novedad que llamó la atención del público y las autoridades. El movimiento obrero judío se vio obligado a luchar por su legitimidad como grupo especifico, legitimidad a la cual se oponían una gran parte de las corrientes obreras dominantes dentro del sindicalismo argentino.
Como consecuencia, hubo fuertes tensiones dentro del medio judío, entre las ideologías integracionistas y etnocéntricas. A pesar que ni entonces ni más adelante adquirieron un rol protagónico dentro de las organizaciones, la lucha de los obreros judíos es señalada en la historia sindical argentina como un antecedente de importancia para la conformación de la clase trabajadora del país.
En “El anarquismo en el movimiento obrero judío de Buenos Aires (1905-1909)”, Javier Díaz detalla que el primer gremio judío fue el de los gorreros o sombrereros, seguido por el sindicato judío de actores. Además, señala que Pinie Wald, Samuel Kaplansky y M. Brudnik fundaron la Organización Socialdemócrata Obrera Judía Avangard, siguiendo los lineamientos ideológicos del Bund, en enero de 1907.
En marzo de 1908, fue creado el Idisher Arbeiter Tzentr fir Profesionele Aguitatzion (llamado “Centro de Agitación Gremial entre los obreros israelitas”), integrado por socialdemócratas, sindicalistas y anarquistas.
Estas organizaciones estuvieron en escena en las manifestaciones del 1º de mayo de 1909, que fueron violentamente reprimidas causando la muerte de varias personas. Entre las víctimas fatales se encontraba un joven obrero judío, Jacobo Resnikof.
Durante los años siguientes las huelgas continuaron, alcanzando mayor cantidad de adherentes año a año, al igual que la cantidad de miembros de la población porteña que cada año participaba de las marchas y concentraciones del 1º de mayo. En ellas, la asistencia de obreros y empleados judíos era evidente, y la policía reprimía con mayor o menor violencia, de acuerdo a las órdenes recibidas.
En enero de 1919, se produjo el que es considerado por muchos historiadores el «pogrom de Buenos Aires», durante los sucesos de la Semana Trágica, donde las fuerzas policiales reprimieron duramente a los obreros huelguistas de los Talleres Vasena. Sectores nacionalistas de la población porteña aprovecharon la oportunidad para atacar a la población judía que vivía principalmente en los barrios de El Once y Villa Crespo, con la excusa de que los judíos eran obreros sindicalizados que apoyaban la revolución bolchevique instaurada un año antes en Rusia, y que estaban conspirando para derrocar el gobierno en la Argentina mediante un golpe de estado que lideraba Pinie Wald. Más adelante quedó claro que era una completa fabulación antisemita.