En las comunidades orientales donde se desarrolló más ampliamente la costumbre de comer frutas -por su abundancia-, se incluyeron representaciones sobre los árboles, permitiendo que los jóvenes se disfracen de árboles y se auto-elogien: el olivo – que brinda óleos para el candelabro de la Casa de D’s, la vid que alegra con su jugo a D’s y a las personas -, etc. Otros organizaban un coro hablado representando el apólogo de Jotam «fueron los árboles a ungir un rey» (Jueces, 9). En Jerusalén, ellos enviaban obsequios frutales en bandejas (plásticos) o en bolsitas especiales (bolsas) y ya Yelin (arriba citado) escribió en sus memorias en 1896 que los novios llevaban a sus amadas bellos obsequios frutales con alegría y regocijo. En algunas comunidades sefardíes como la de Salónica obsequiaban a los niños bolsas bordadas, con frutas, a las que llamaban en ladino «frutas bolsas».
En Polonia y Lituania se servía en la víspera del 15 de Shvat una cena festiva a la que acompañaban frutas, y en la mañana se hacían un banquete de frutas con lo que cada niño traía a la yeshivá. El Maestro solía relatarles sobre la Tierra de Israel y sus frutas y los niños cantaban canciones especiales.
En varias comunidades solían comer dulce del Etrog usado en la fiesta de las Cabañas, mezclado con otras frutas y miel. Las mujeres embarazadas ingerían el dulce seguras que le ayudaría a tener un parto sin complicaciones. En Damasco ocultaban racimos de uva en un lugar oscuro en honor del 15 de Shvat, y se extendió la costumbre de secar frutas y conservarlas para el gran día de «Jamishá Asar Bishvat».