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Mañana se cumplen 34 años del fallecimiento Golda Meir, quien fuera una de las principales figuras políticas del Estado de Israel en sus primeros 25 años de existencia.
Meir nació en Kiev, Ucrania, en 1998, siendo hija de una familia judía, apellidada Mabovich, que escapando a las persecuciones y marginación que los miembros de Am Israel (Pueblo de Israel) sufrían en Europa emigró a los Estados Unidos en 1906, radicándose en Milwaukee, la ciudad más importante de Wisconsin, en el medio oeste este.
Allí Golda realizó sus estudios recibiéndose de maestra y en 1917 se casó con Morris Myerson, a la vez que se integraron al movimiento sionista, dentro de la mayoritaria corriente socialista, y coherentes con su ideología se trasladaron a Eretz Israel (Tierra de Israel) para vivir y trabajar como colonos agrícolas en el kibutz Merhavia, en el Galil, cercano a la ciudad de Nazaret.
En Eretz Israel hebraiszó su apellido en Meier, y luego de unos años en el kibutz se trasladaron a Jerusalem (1924). Golda comenzó a trabajar en la Histadrut, la central obrera judía durante el Mandato Británico como funcionaria en el área de servicio social ascendiendo rápidamente e integrándose al “círculo íntimo” llegando a ser nombrada jefe de la sección política de la Histadrut, primera y secretaria general en 1934.
A la vez se integró en al movimiento político sionista socialista, Mapai (mifleguet poalei Israel – partido de los obreros de Israel) y se convirtió en una de las principales colaboradores de David Ben Gurión, tanto en la Histadrut como en los diversos estamentos del movimiento sionista, llegando a ser, en forma interina, la máxima dirigente a cargo de la Agencia Judía cuando en 1946, luego de finalizada la Segunda Guerra Mundial, la potencia mandataria detuvo a los principales dirigentes del Movimiento Sionista en Eretz Israel.
Días antes del 14 de mayo de 1948, Golda se entrevistó con el rey Abdullah de Jordania en vísperas de la invasión árabe de Israel, en un intento de alcanzar un acuerdo y evitar la guerra. Esta entrevista, de alguna manera fracasada, la marcó para el resto de sus días, pues fue el preludio de su activa inserción en el gobierno israelí.
Establecido el Estado de Israel, ella siguió perteneciendo al grupo de dirigentes que asesoraban la primer ministro, David Ben Guión, quien la nombró embajadora del naciente país en la Unión Soviética, cargo que ocupó durante 9 meses, regresando a Israel para abocarse de lleno a la política israelí.
En 1949, al elegirse mediante democrática votación a los integrantes de la primera Kneset (Parlamento), Golda fue electa como uno de sus miembros, y fue nombrada por Ben Gurión ministro de Trabajo y Seguridad Social cargo en el que demostró una gran eficacia en la construcción del Estado de Bienestar israelí y la integración laboral y social de las masas de inmigrantes que afluían al país. En 1951, visitó por primera vez la Argentina y se entrevistó con Eva Perón.
En 1956, al renunciar Moshé Sharet como ministro de Relaciones Exteriores, Ben Gurión la nombró para ocupar ese importantísimo puesto, que mantuvo hasta 1966. Desplegó una intensa actividad para el fortalecimiento de las relaciones con los Estados Unidos, para el establecimiento de numerosas relaciones bilaterales con los países de América Latina y para lograr el reconocimiento y el apoyo a Israel por parte de los nuevos países independientes que surgían de la descolonización africana.
En 1965, cuando Ben Gurión renunció y se alejó de Mapai, Golda asumió la secretaría general del partido y trabajó arduamente para lograr su reunificación. Debido a problemas de salud, se le había descubierto un linfoma y comenzó a recibir tratamiento de quimioterapia secretamente. Ella se vio obligada a renunciar como Canciller israelí, si bien siguió siendo miembro de la Kneset y líder indiscutida del partido político que gobernaba el Estado de Israel.
El fallecimiento del primer ministro Levi Eshkol, en febrero de 1969, la obligó a asumir ese cargo por unos meses, hasta la elección de la sexta Kneset. El resultado de la votación le otorgó un amplio el apoyo, y fue designada primer ministro hasta fines de 1973.
Al frente del gobierno israelí, Golda Meir concentró gran parte de sus energías en el frente diplomático. Una diplomacia en persona, una voluntad de hierro, una imagen cálida y de abuela, una retórica simple pero muy efectiva, más la utilización de los medios de comunicación, la convirtieron en una figura popular y aceptada mundialmente.
Desde su primer discurso como primer ministro ofreció llegar a un acuerdo mediante conversaciones con los países árabes, a lo que el presidente egipcio, Gamal Abdel Nasser, se negó terminantemente.
Durante los primeros años de la década del ’70 los palestinos comenzaron a secuestrar a ciudadanos israelíes y a judíos, exigiendo a cambio la liberación de los terroristas detenidos, siendo el caso más resonante el ocurrido en 1972, en Alemania, durante la disputa de las Olimpiadas. Golda siempre se negó a negociar con los secuestradores pues consideraba: “Si negociamos, ningún ciudadano israelí estará seguro en cualquier parte del mundo en toda su vida”.
En octubre de 1973 la ciudadanía israelí fue sorprendida por la iniciación de la denominada Guerra de Iom Kipur, pues comenzó en ese día, y Golda demostró una convicción en que el múltiple ataque sería repelido que contagió al resto de la población, si bien debió aceptar la presiones internacionales que la obligaron a un “alto el fuego” cuando las tropas israelíes estaban a menos de 100 kilómetros de El Cairo y la aviación había atacado, con éxito, las bases militares sirias que rodeaban Damasco.
Realizadas las elecciones, Golda volvió a triunfar, y si bien la comisión Agranat (que investigó por que Israel no previno los ataques sufridos el día de Iom Kipur) no le adjudicó ninguna responsabilidad, la hábil política interpretó el sentir de la ciudadanía y a mediados de 1974 renunció tanto al cargo de Primer Ministro como a su banca en la Kneset, que mantuvo en forma permanente desde la elección de 1949, anunciando su retiro de la política y comenzó a escribir sus memorias, siendo reemplazada por Itzjak Rabín.
Cuando en diciembre de 1977, al presidente egipcio Anwar Sadat efectuó su visita histórica a Jerusalem, invitado por el primer ministro Menajen Begin, Golda Meier estuvo presente en la Kneset cuando en su recinto de sesiones Anwar Sadat brindó su discurso y también en la reunión privada en que los referentes políticos israelíes saludaron al mandatario egipcio.
Casi doce meses después, a los 80 años de edad, el 8 de diciembre de 1978, Golda Meier falleció y fue sepultada en el Monte Herzl, en una de las colinas de Jerusalem.