Itongadol.- Una nueva intervención de la artista italiana Laika apareció en la noche del 25 al 26 de mayo en Roma, frente al instituto Manara. La imagen, que muestra al primer ministro israelí Benjamin Netanyahu besándose con Adolf Hitler, ha sido titulada «La solución final», una alusión directa y ofensiva al plan de exterminio sistemático de seis millones de judíos llevado a cabo por el régimen nazi durante el Holocausto.
La obra pretende ser una crítica a las operaciones militares israelíes en Gaza, pero lo hace mediante una equiparación profundamente problemática: comparar al líder del Estado judío con quien organizó el asesinato industrial de su pueblo. No se trata de una provocación cualquiera. No solo banaliza el trauma de generaciones enteras, sino que lo utiliza como herramienta política, degradando la memoria histórica.
La artista declaró haber querido “sacudir a la prensa y a la opinión pública” y acusó al gobierno israelí de llevar adelante “una operación sistemática de aniquilación del pueblo palestino”. Pero al recurrir a esta imagen extrema —Hitler aprobando simbólicamente la política de Israel— se cruza una línea que no solo hiere a las víctimas del Holocausto, sino que trivializa el significado del genocidio mismo.
Hay muchas formas de criticar a un gobierno. Esta no es una de ellas. Comparar al Estado de Israel con el Tercer Reich no solo es históricamente falso, sino que también alimenta el antisemitismo contemporáneo, disfrazado de indignación política. La libertad de expresión no puede ser excusa para pisotear la memoria.