MARTIN DE AMBROSIO
La entrevista se hace con una condición: no hablar de la salud del ex primer ministro de Israel, Ariel Sharon, en coma desde enero. José Cohen tiene 39 años, pero luce menor, tímido y levemente incómodo con la sucesión de entrevistas y las sesiones de fotos. Vino al país de visita, pero no pudo con su genio y participó del Encuentro Internacional sobre Cirugías no Invasivas (ver recuadro), donde disertó el jueves pasado.
Desde que, con su maestro Félix Umansky, operó en sucesivas oportunidades al político israelí, pasó a ser un personaje público, requerido por las principales cadenas de noticias. Pero él convive con tranquilidad con la situación. «Haber operado a Sharon no me cambió la vida», aseguró, pese a que los agentes del servicio secreto de Israel lo escoltan permanentemente. El está convencido de que los médicos son apenas una herramienta más en la curación del paciente y que la formación del profesional argentino es tan amplia, que es exactamente igual tratar a una celebridad mundial que a cualquier persona en una guardia del Conurbano a las tres de la mañana.
«Es entendible la necesidad de los medios de comunicación, y por eso estamos obligados a calmar la ansiedad de familiares y público en general, pero no pasa de ahí», confió en diálogo exclusivo con PERFIL.
De local. Antes de pasar por Buenos Aires, Cohen estuvo en Rosario y fue a ver el clásico de su ciudad el domingo pasado. Con pasión futbolera, se queja por el gol de Boca en el último instante del partido («fue un gol con una parábola matemáticamente imposible», dijo). Y contó que en Israel se junta cada domingo con sus amigos para ver los partidos, aunque pasan poco los de su Newell’s.
Una de las cosas que más molestaron al neurocirujano de la cobertura de su operación más famosa es que se dijo que se había exiliado en Jerusalén por cuestiones religiosas. «Yo no soy un tipo religioso», se definió. «Lo que pasa es que Israel es un lugar muy especial, muy desarrollado y con gran tecnología médica. Y, por lo tanto, un buen lugar para ejercer la profesión», aclaró.
José Cohen maneja como puede la distancia que lo separa de su ciudad natal y regresa a ver a la familia cada tanto. Pero no volvería al país, aunque extraña mucho y se siente «atado a Rosario», según le aseguró a este diario.
Antes de despedirse, Cohen le dedica un elogio a Umansky, el otro médico argentino de Sharon y su maestro en Israel: «No creo que haya en el mundo un cirujano como él. Además, sigue siendo un soñador y una persona con medio corazón en Rosario, a pesar de haberse ido hace tantos años. Es muy estimulante trabajar con él porque no es de los jefes que te ponen un pie en la cabeza para impedirte crecer. Es simplemente un genio».