Itongadol.- (Daniel M. Rosen* – The Jerusalem Post) Tras más de cuatro décadas de tiranía, patrocinio del terror y expansionismo revolucionario, la República Islámica de Irán puede estar acercándose a su fin.
Hace apenas un año, Irán parecía más fuerte que nunca, pero ahora los vientos cambiaron drásticamente y el régimen se está derrumbando tanto por el peso de sus contradicciones internas como de una confluencia de fuerzas externas.
Las piezas se están alineando para lo que sólo puede llamarse una ‘‘gran tormenta’’: una convergencia de desesperación económica, derrotas militares masivas, desilusión interna y una campaña de máxima presión por parte de Estados Unidos. Lo que en el pasado se consideraba sólo una aspiración, ahora parece más probable que nunca.
Desde que la revolución se afianzó en 1979, el régimen iraní mantuvo su poder no elevando a su pueblo, sino exportando violencia al exterior e imponiendo la represión en el interior.
Miles de millones para el terror
Sólo en la última década, se calcula que Irán invirtió entre 60.000 y 80.000 millones de dólares en apoyar a grupos terroristas y milicias interpuestas como Hezbollah en el Líbano, los Hutíes en Yemen, las milicias chiíes en Irak, Hamás y la Yihad Islámica Palestina en Gaza, y en apuntalar el régimen en Siria.
Gran parte de esta financiación se produjo a expensas directas del pueblo iraní, que sufrió repetidas crisis económicas mientras veía cómo la riqueza de su nación se canalizaba hacia guerras en el extranjero.
Esta estrategia del ‘‘anillo de fuego’’ se diseñó para cercar a Israel y amenazar los intereses de Estados Unidos en Medio Oriente, permitiendo a Teherán reclamar el liderazgo en el mundo islámico.
El único argumento que Irán podía esgrimir tanto ante sus partidarios como ante sus detractores era que gastaba y se sacrificaba por un ‘‘bien’’ mayor, para acelerar la supremacía del Islam sobre otras religiones y derrotar a sus ‘‘enemigos’’ (Estados Unidos e Israel).
Sin embargo, esa estrategia se hizo pedazos en los últimos meses, demostrando ser un fracaso absoluto. El partidario promedio del régimen se enfrenta a una serie de preguntas: ¿Valió la pena el sacrificio? ¿Y cómo apoyar a un régimen que fracasó tan estrepitosamente? Sin el apoyo de sus electores, el régimen iraní no podrá soportar todas las presiones mencionadas.
Hay cuatro factores en juego. El descontento entre un 80% estimado de la población dentro del país, la desmoralización de su electorado central que constituye el otro 20%, el impacto de Israel sobre Irán militarmente y la estrategia de máxima presión de Estados Unidos.
Pudriéndose internamente
Internamente, Irán se está pudriendo. La inflación supera el 40% y la moneda nacional -el rial- perdió más del 90% de su valor en la última década. El Banco Mundial calcula que más del 50% de los iraníes viven ahora por debajo del umbral de la pobreza, y la tasa de desempleo entre los jóvenes supera el 27%.
Además, los bienes básicos como el agua y la electricidad son limitados, y la carne, los medicamentos y el combustible son inasequibles o no están disponibles.
Estas terribles condiciones desencadenaron repetidas oleadas de protestas en todo el país, y el movimiento ‘‘Mujer, Vida, Libertad’’ de 2022 marcó un punto de inflexión. Los jóvenes iraníes -sobre todo las mujeres- perdieron el miedo a la brutalidad del régimen.
El exitoso desmantelamiento por parte de Israel de las capacidades indirectas iraníes en Siria, Gaza y el Líbano, junto con la incapacidad de la República Islámica para evitar graves represalias tras su ataque con misiles de abril de 2024, dejó en evidencia la debilidad estratégica del régimen. Miles de millones de dólares se tiraron a la basura, quedando expuesto como el verdadero tigre de papel.
Máxima presión
El regreso de la administración Trump y la reimposición de la ‘‘campaña de máxima presión’’ está ahogando a Irán económica y políticamente. La prueba del éxito de la campaña es que Irán está negociando actualmente con su enemigo jurado, Estados Unidos, con el pretexto de que Teherán desmantele sus capacidades nucleares.
Como punto de referencia, en el primer mandato del presidente Donald Trump, las exportaciones de petróleo de Irán se desplomaron de más de 2,5 millones de barriles diarios a menos de 300.000, y el régimen perdió unos ingresos estimados en 200.000 millones de dólares.
En estos momentos las condiciones están maduras para un derrocamiento del gobierno actual. La situación es categóricamente diferente a la de cualquier otro momento de los últimos 40 años. El régimen iraní es ahora una élite dirigente fracturada, sin credibilidad, que se enfrenta a una nación harta y desmoralizada.
El descontento ya no se limita a los liberales, los estudiantes o las minorías étnicas. Incluso los partidarios tradicionales del régimen, sobre todo entre la base rural y de bajos ingresos, están comenzando a oponerse al gobierno. Su lealtad estaba ligada a la promesa de un propósito religioso y de dignidad nacional. Al romperse esa ilusión, su tolerancia al sufrimiento se evaporó.
Los próximos dos años pueden ser decisivos. El fin del régimen iraní ya no es sólo un sueño, se está convirtiendo en una realidad inminente.
*El autor del artículo es cofundó Torchpac, un grupo de defensa pro-Israel en la Universidad de Nueva York. Actualmente es copresidente y cofundador de Emissary, una organización dedicada a combatir el antisemitismo en las redes sociales.