La boda secreta, por poderes, celebrada hace dos semanas largas en el hogar de los Amir, se ha conocido este pasado fin de semana. La noticia ha provocado un terremoto informativo en un Israel que no olvida ni perdona el magnicidio. Muchos creen que aquel asesinato de un judío a otro judío supuso el principio del fin del mal llamado proceso de paz. Sea como fuere, la boda traerá cola.
La familia Amir preparó el acontecimiento con sumo cuidado. No dejó detalle alguno a la improvisación. Todo se desarrolló según manda la tradición judía, según estipula la Halacha, la ley judía sobre esta materia. Cabe recordar que la legislación israelí está sometida a la religiosa pues no existen matrimonios civiles en Israel. No están permitidos.
Shlomo Amir, padre del asesino de Rabin, visitó a su hijo en la prisión. Éste, condenado a cadena perpetua, le nombró su «representante» en la ceremonia y le entregó un anillo para sellar el enlace. Así fue.
Días después, en el domicilio de los Amir, Larissa Trimbobler y Yigal se casaban por poderes, en presencia de dos testigos varones, tal y como mandan los cánones de la religión judía.
Shlomo bendijo a su nuera, bendecida a su vez por los testigos y el resto de la familia. Larissa vistió sus mejores galas. Geula, la madre de Yigal, soltó sus particulares lagrimitas. La familia obtuvo incluso la bendición indirecta del rabino de Bnei Brak, Nessim Karelitz, quien ha negado haber asistido a la ceremonia pero ha reconocido haber confirmado la validez religiosa de la boda por poderes, algo que «la ley judía acepta aunque sólo se produzca en ocasiones extraordinarias».
«Somos gente sana»
«Nos hemos casado respetando al pie de la letra la ley judía. Nadie puede decir que esta boda no es legal. Nadie. Yigal y yo somos personas maduras, gente sana, y no hay nada ni nadie que pueda impedir nuestro matrimonio. Es más, ahora quiero un hijo suyo». Las palabras de Larissa pueden pronunciarse más altas pero no más claras. La opinión pública israelí lo sabe y lo lamenta.
«Aunque le prohiban a Yigal reunirse en la cárcel con Larissa por razones de seguridad, ambos están preparados para traer un niño al mundo gracias a la inseminación artificial. Más que nunca, Geula y Shlomo se merecen la oportunidad de tener un nieto de Yigal», ha comentado un amigo muy cercano de la pareja.
Mañana debe pronunciarse al respecto el Tribunal Supremo: su decisión permitirá o no a la controvertida pareja consumar su matrimonio. Shmuel Kasper, abogado de Amir, no es demasiado optimista pero lo tiene muy claro: «Sentencie lo que sentencie el Supremo, Yigal y Larissa seguirán casados».
La boda ha sentado especialmente mal a las autoridades penitenciarias israelíes, encargadas de vigilar las 24 horas del día al asesino de Rabin. Para curarse en salud, aseguran que la ceremonia es ilegal por no responder a la ley judía en todas sus condiciones. Su denuncia, en saco roto.
En cambio, diputados laboristas, como Eitan Cabel, han acusado a estos responsables penitenciarios de negligencia, por no impedir un enlace que ha sacudido tantas y tantas conciencias de la sociedad israelí. Cabel propuso en su día la promulgación de una ley en la Kneset en la que se prohibiera sin tapujos el matrimonio a Amir. No pasó el corte.
Y Larissa e Yigal se han casado. Ahora, para escarnio de casi todos, para vergüenza propia y ajena generalizada, pretenden comer perdices y ser felices. Isaac y Leah tardarán en dejar de removerse en sus tumbas.
Fte ABC