Varios miles de palestinos encarcelados por Israel iniciaron ayer una huelga de hambre indefinida para protestar por las condiciones de vida en prisión.
Más de la mitad de los 3.800 palestinos encarcelados en Israel por motivos de seguridad se declararon en huelga de hambre, al igual que la mitad de los que están recluidos en prisiones militares de Cisjordania, informó un portavoz de la administración penitenciaria, Ian Domintz. En total, Israel mantiene retenidos a unos 8.000 palestinos.
Según Domintz, «1.464 rechazaron su primera comida hoy» y esa actitud se considerará como huelga de hambre sólo si se prolonga 48 horas. La convocatoria afecta a las cárceles de Nafha y Eshel, en el sur de Israel, y a la de Hadarim, al norte de Tel Aviv.
Los huelguistas, 600 de los cuales están condenados a cadena perpetua, se alimentan únicamente de líquidos, sobre todo leche, según el portavoz, y amenazaron con «convertirse en mártires» dejándose morir.
«No conseguirán nada (…) Ni yo mismo ni el primer ministro (Ariel Sharon) ni el Gobierno ni la administración penitenciaria estamos dispuestos a alcanzar el menor compromiso con ellos», declaró el ministro de Seguridad Interna, Tzahi Hanegbi, a la radio.
Por su parte, el primer ministro palestino Ahmad Qorei señaló en un comunicado que «la liberación de los prisioneros constituye una condición esencial para cualquier solución o avance en el proceso de paz».
El ministro palestino encargado de los prisioneros, Hisham Abdelrazak, anunció próximas manifestaciones de apoyo en los territorios ocupados. «Esta huelga de hambre no tiene un carácter político. Se trata de una lucha por los derechos fundamentales», declaró a los periodistas en Gaza, asegurando que el movimiento se ampliará esta semana.
Las Brigadas de los Mártires de Al Aqsa, grupo armado vinculado al Fatá, el movimiento del dirigente palestino Yasser Arafat, exigieron por su parte la liberación de los prisioneros y amenazaron con ataques anti-israelíes.
Según Abu Mohamed, del «Club de prisioneros palestinos», una organización defensora de los presos radicada en Belén (Cisjordania), los detenidos reclaman además no tener que ver a sus familiares separados por un cristal durante las visitas, que se instalen teléfonos públicos en las cárceles, y que terminen los «humillantes» registros corporales y los castigos en celdas especiales muy reducidas.
La administración penitenciaria confiscó a los huelguistas televisores y radios y les prohibió recibir periódicos, golosinas, cigarrillos y visitas. Entretanto, un palestino murió el domingo en Jerusalén este por los disparos de un guardia fronterizo al que acababa de acuchillar.
Fte E.Press
Con su muerte, el número de víctimas mortales desde que estalló la Intifada a finales de septiembre de 2000 se eleva a 4.230, incluidos 3.232 palestinos y 927 israelíes.