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Fallaci: «El mundo tiene dos líderes, el Papa y Ben Laden»

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«La nuestra es una época que no tiene liderazgos, se sabe. Si pensás, por ejemplo, que ese borracho de (Boris) Yeltsin fue un zar y que ese ignorante de (Lech) Walesa fue un símbolo de libertad, te quedás sin aliento. Y es un hecho que en las últimas décadas nuestra época ha parido sólo dos líderes: Karol Wojtyla y Osama ben Laden, lamentablemente.»

Después de «La rabia y el orgullo» y de «La fuerza de la razón», dos best sellers polémicos, la famosa periodista y escritora florentina, Oriana Fallaci, vuelve a dar que hablar. Esta vez con un libro en el cual, pese a detestar los reportajes -algo que ella realizó durante años a los poderosos del mundo-, Fallaci se entrevista a sí misma.

«Oriana Fallaci entrevista a Oriana Fallaci» salió hace nueve días, con la edición del Corriere della Sera y vendió sólo en un día 500.000 ejemplares. De 126 páginas y con el tradicional estilo de frases cortas, crudas y controvertidas, Fallaci -de 75 años, que vive entre Nueva York y Toscana-, dice de todo.

Habla pésimo de la política italiana-sobre todo de la izquierda-, de George W. Bush (a quien, sin embargo, rescata), de John Kerry (que si gana las elecciones, será «como pasar de Guatemala a Guatepeor»), de José Luis Rodríguez Zapatero, de Jacques Chirac, de Gerhard Schröder, de la ONU y de la Unión Europea («una mentira»). Y vuelve a advertir sobre la peligrosísima «invasión de hijos de Alá» en Europa y sobre el «enemigo», es decir, el fundamentalismo islámico.

Además de escribir sobre el cáncer que la devora, al que define como «el alien que hizo su nido en mis pulmones» y que la empuja a escribir «porque no me queda mucho tiempo, pero tengo muchas cosas que decir», Fallaci destaca el cáncer moral que devora a Occidente.

«Un cáncer bastante más trágico e irremediable que el mío. Un cáncer para el cual no existen cirugías, quimioterapias, radioterapias. El cáncer del nuevo nazifascismo, del nuevo bolchevismo, del colaboracionismo alimentado por el falso pacifismo, por la ignorancia, por la inercia de quien no razona, sino que tiene miedo».

Fallaci, una ex corresponsal de guerra, se indigna tanto ante los horrores de la cárcel iraquí de Abu Ghraib como de las decapitaciones de rehenes en Irak. Pero hace una distinción.

«Nosotros (los occidentales) nos avergonzamos de nuestros delitos. Los hijos de Alá, no», dice. Y se pregunta: «¿Por qué a las decapitaciones de rehenes la prensa y la TV no les dieron el mismo espacio, la misma relevancia, que dan a las perversidades de Abu Ghraib?»

La respuesta está justamente en el nuevo «cáncer incurable» que sufre Occidente, que la autora considera filo-islámico. Y, sobre todo, en el colaboracionismo de aquellos que en las manifestaciones destruyen las vidrieras de los McDonald´s o «que en sus comicios definen a Bush como un criminal».

Del presidente norteamericano, dice que «no es un águila» y que su gran error fue «no haber capturado o eliminado a Osama ben Laden». Y rescata el hecho de que hizo «algo para combatir un terrorismo que no se combate con besos y abrazos» y de que es una persona «digna» también en su vida privada, a diferencia de su predecesor, Bill Clinton. «No sé imaginar a Bush que le mete los cuernos a Laura en la Sala Oval».

Fallaci después destruye a su rival demócrata, John Forbes Kerry, alguien que define como un «hombre muy inseguro», «un pequeño oportunista» y «un posible presidente que no tiene nada que ofrecer».

Luego de demoler a las Naciones Unidas, a las que define como «la suma de todas las hipocresías», también hace lo propio con su secretario general. Dice que no sabe si tomar a Kofi Annan como «un frío calculador que obedece a una Asamblea General dominada por los países del Tercer Mundo o quizá simplemente como un antinorteamericano que apunta al Premio Nobel, que hoy en día sólo se atribuye a antinorteamericanos».

Acto seguido, Fallaci se manifiesta a favor del muro que Israel construye en torno de Cisjordania, porque «pienso que, empezando por Israel, donde los súbditos de Arafat masacran a la gente cotidianamente, un Estado tienen el deber de proteger a sus ciudadanos».

Finalmente, tras atacar a la Unión Europea («un club financiero» dominado por Francia y Alemania), a Yasser Arafat y a Fidel Castro, confiesa que en la vejez se siente por fin libre.
Fte La NAcion

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