El año pasado, cuando el presidente de Siria visitó Irán, fue recibido como un héroe y habló de los indisolubles lazos entre ambos países, en una ceremonia que fue transmitida por televisión nacional.
Ahora, la inquietud se extiende entre los líderes iraníes, que han impuesto un silencio mediático sobre la lucha de Bashar al-Assad contra los crecientes disturbios en Siria, y el gobierno de Teherán enfrenta la perturbadora perspectiva de perder a su aliado más incondicional de la región.
La República Islámica de Irán logró sofocar su propia Revolución Verde después de las polémicas elecciones presidenciales de junio de 2009.
Pero ahora es arrastrada por los levantamientos que sacuden a todo Medio Oriente y por el creciente malestar en Siria y en el poco amistoso y vecino Bahrein.
El viernes pasado, cerca de un centenar de personas murieron a manos de las autoridades; fue el día más violento desde que comenzó la rebelión en Siria, y el presidente Barack Obama acusó a Al-Assad de buscar el apoyo de Irán para utilizar "las mismas tácticas brutales" aplicadas contra los manifestantes de ese país hace casi dos años.
Para Irán, el lazo con Siria representa mucho más que un amigo de los que no abundan en una región dominada por árabes que desconfían de las ambiciones de Teherán. Siria es, además, quien le permite a Irán canalizar ayuda a los poderosos enemigos de Israel, como Hezbollah en el Líbano y Hamas en la Franja de Gaza. Si el régimen de Al-Assad cae, Irán se quedaría sin un aliado árabe muy leal, en una región en profunda etapa de realineamiento después de una oleada de levantamientos que exigen más democracia y mayores libertades.
"Irán y Siria representan el eje antinorteamericano en la región. En ese sentido, Irán quiere asegurarse de que Siria siga siendo su aliada -dijo Shadi Hamid, director de investigaciones del Centro Brookings Doha, en Qatar-. El problema es que la política exterior de Irán se ha vuelto muy inconsistente."
A Irán pueden quedarle todavía otras opciones en la región. Mantiene vínculos estrechos con el gobierno chiita de Irak, crecientes lazos con Turquía y se está abriendo al Egipto posrevolucionario.
Pero los levantamientos también han alimentado fuertemente la hostilidad contra Irán de los ricos y cada vez más influyentes Estados árabes del Golfo, que consideran que Teherán está detrás de las protestas chiitas de Bahrein y otros lugares.
Las ambiciones de Irán de expandir su influencia en la región podrían sufrir un revés crucial si el régimen de Al-Assad es derrocado, según Theodore Karasik, experto en asuntos de la región, del Instituto de Análisis Militar de Medio Oriente y el Golfo, con sede en Dubai.
"La revolución en Egipto podría ser considerada, quizá, una pérdida estratégica para Occidente, pero el cambio en Siria implicaría un reacomodamiento profundo en el corazón de Medio Oriente en materia de seguridad, e Irán podría salir perdiendo todavía mucho más", dijo.
Es difícil evaluar cuál es la estrategia de Irán respecto de Siria. Los religiosos que están en el gobierno han prohibido que los medios locales mencionaran la rebelión siria. En el Parlamento de Irán no se han producido debates abiertos y los líderes del país -incluido el verborrágico presidente Mahmoud Ahmadinejad- han sido extremadamente prudentes a la hora de referirse a Siria.
La prensa televisiva estatal en inglés ofrece una cobertura directa con secciones comentadas que incluyen una mezcla de mensajes a favor del régimen de Al-Assad y de pedidos de renuncia. El sábado, la cadena televisiva iraní en lengua árabe Al-Alam reprodujo las palabras del vocero del ministro de Relaciones Exteriores, Ramin Mehmanparast, que rechazó la acusación de Obama de que Irán estaba ayudando a Al-Assad en este momento de crisis.
Dilema político
Anteayer, durante un discurso, el líder supremo, el ayatollah Ali Khamenei, celebró el "despertar islámico" en la región, referencia que insiste en la idea de Irán de que las rebeliones actuales están inspiradas en la Revolución Islámica de Irán de 1979. El ayatollah no mencionó a Siria, sino que apuntó a los levantamientos de Libia, Yemen y Bahrein. Y al hacerlo, Khamenei subestimó el dilema político de Irán.
Los líderes de Irán han denunciado con dureza la represión de las mayorías chiitas por parte de la monarquía sunnita de Bahrein, y han calificado de "ocupación sunnita" las fuerzas del Golfo lideradas por los sauditas, que desembarcó en la isla en apoyo del monarca. Pero no han dicho nada parecido respecto de las protestas de Siria.
En respuesta, el bloque de seis naciones del Golfo advirtió a Irán que dejara de inmiscuirse en los asuntos árabes, y el canciller de Bahrein dijo que las tropas del Golfo permanecerán indefinidamente en territorio de Bahrein para contrarrestar la "sostenida campaña" de Irán contra ese país.
"Si la caída de Al-Assad resultara inevitable, Irán podría abrir líneas de diálogo con grupos de oposición", dijo Meir Javedanfar, analista de asuntos iraníes que vive en Israel.
Es que Irán tiene demasiado que perder en Siria como para arriesgarse a perderlo todo si Al-Assad es derrocado: una planta de ensamblaje de autopartes, una fábrica de cemento y la posible pérdida de influencia sobre Hezbollah y Hamas. "Cuando se trata de velar por sus propios intereses, el régimen iraní es sumamente pragmático", dijo Javedanfar.
Traducción de Jaime Arrambide