Por Manuel Tenenbaum
El 29 de noviembre se cumplen 60 años desde que en aquel histórico día de 1947 la Asamblea General de las Naciones Unidas votó afirmativamente el llamado «Plan de Partición de Palestina» que preveía la extinción del Mandato británico y el establecimiento de dos Estados: uno judío y el otro árabe.
Como es sabido, la parte judía aceptó la Resolución y el 14 de mayo de 1948 proclamó el Estado de Israel en el territorio que le había sido asignado. En cambio la parte árabe no sólo rechazó el acuerdo que le permitía fundar su propio Estado, sino que inició una agresión destinada a ahogar a Israel en su cuna, con la amenaza proferida por el Secretario General de la Liga Árabe de realizar una matanza como no se había visto desde la época de los mongoles.
Los ejércitos de los Estados árabes vecinos avanzaron sobre el naciente Estado judío seguros de que lo erradicarían del mapa de las naciones. Pero la historia fue distinta: en su difícil, costosa y heroica Guerra de Liberación Israel prevaleció.
Tiene importancia destacar que en la adopción de la Resolución del 29 de noviembre de 1947 América Latina tuvo una influencia significativa. En la Asamblea General se necesitaba una mayoría de dos tercios de votos afirmativos y en el número de países que integraban la ONU en aquel tiempo los países latinoamericanos representaban un bloque sustancial.
La Resolución fue aprobada por 33 votos afirmativos y los dos tercios necesarios nunca se habrían alcanzado sin los 13 votos de Estados de la región. Bolivia, Brasil, Costa Rica, República Dominicana, Ecuador, Guatemala, Haití, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela aportaron votos decisivos.
La Resolución de la ONU, por cuya obtención los representantes judíos libraron con gran ahínco una formidable batalla diplomática y de opinión pública, no se logró con facilidad. Intereses políticos, estratégicos y comerciales se interponían en el camino de las aspiraciones judías.
Algunos de los Estados que se abstuvieron no estaban en contra de dichas aspiraciones, pero temían comprometer sus intereses con la otra parte. Sin embargo la acción tenaz de dos diplomáticos latinoamericanos –Jorge García Granados de Guatemala y Enrique Rodríguez Fabregat de Uruguay- contribuyó de manera destacada a volcar la opinión a favor del Plan de Partición.
La monstruosidad del Holocausto y el drama de los sobrevivientes sin hogar ni patria; la política infame del Gobierno británico de la época; los judíos devueltos a Alemania por la Royal Navy o internados en Chipre; la sociedad ejemplar que el Movimiento Sionista había creado «exnihilo» en Eretz Israel, fueron todos elementos que condicionaron la ofensiva diplomática judía e influyeron sobre los países y estadistas que la apoyaron.
Moshé Tov, en su Memoria «El Murmullo de Israel», recuerda que «la Resolución fue el producto de un largo, tenaz, perseverante y dinámico empeño mancomunado de un puñado de hombres que integraron el Comité especial de Naciones Unidas para Palestina (UNSCOP) compuesto por representantes de todas las áreas geográficas y, dentro de ellas, los embajadores de tres países latinoamericanos: Uruguay, Guatemala y Perú, Enrique Rodríguez Fabregat, Jorge García Granados y García Salazar respectivamente».
A último momento, los opositores intentaron una maniobra dilatoria proponiendo la postergación del voto, pero entonces surgió la acción también de ribetes históricos del representante del Brasil, Osvaldo Aranha, quien desde la presidencia de la Asamblea determinó que la votación se realizara, consagrando el trascendental dictamen recibido con enorme júbilo en el mundo judío y en la opinión pública internacional. Era la comunidad de naciones que reconocía el derecho del pueblo judío a refundar su Estado en su tierra ancestral.
Jorge García Granados fue no sólo protagonista sino también un historiador de la Resolución. En su libro «Así nació Israel» evalúa con enorme independencia de espíritu la secuela de los acontecimientos. «El Estado de Israel –escribe- no advino precisamente del modo que habíamos esperado. El Estado de Israel no nació a la vida mediante la acción ordenada y regular del mecanismo internacional. El mecanismo Internacional falló. Los judíos se vieron obligados a erigir su Estado valiéndose de sus propios medios, con el sólo respaldo de la autoridad moral que les prestaba la Resolución de las Naciones Unidas, pero sin ninguna ayuda contra la invasión armada».
En los años siguientes, todos los países latinoamericanos, los que votaron la Resolución y los que se abstuvieron, entablaron estrechos vínculos de toda índole con el Estado de Israel, cimentando una amistad que se volvió tradicional. El desarrollo humano y material del joven Estado hebreo despertó genuina admiración y las relaciones cordiales no se limitaron a los Gobiernos, abarcaron también a los pueblos.
El 29 de noviembre de 1947 es una gran fecha en la historia judía, una fecha que despierta también gratitud hacia el espíritu de justicia y solidaridad humana de los países de nuestro continente.