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Desafíos en la economía de Israel

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(The Economist).- A Israel le preocupa cómo mantener su economía tan boyante como ahora. Sus conflictos podrán ser interminables y su política podrá estar cada vez más plagada de escándalos, pero por un tiempo Israel ha tenido una economía de la cual estar orgullosa. Viene creciendo desde el verano boreal de 2003, cuando aún estaba en curso la segunda Intifada palestina, a una robusta tasa anual promedio del 5%, y apenas si se desaceleró después de la guerra en el Líbano el año pasado. El shekel está fuerte, cayó la razón entre la deuda y el PBI, el presupuesto tiene superávit y la inversión extranjera está en niveles record. El PBI per capita es seis veces mayor que el de sus vecinos árabes más cercanos; es más rica por persona que Grecia o Portugal. Uno de los motivos es la reducción de impuestos y la desregulación impuestas luego de la crisis de las punto.com en 2001 y el estallido de la intifada. Además a la industria de defensa le fue bien luego de los atentados en Estados Unidos del 11 de septiembre de 2001 y el sector de alta tecnología de Israel, motorizado por una fuerza de trabajo altamente capacitada e incentivos al espíritu empresario, se ubica segundo o tercero a nivel mundial en cuanto a la cantidad de nuevas firmas, compañías que cotizan en la Bolsa Nasdaq de Nueva York y patentes presentadas. Pero los economistas miran al futuro con ceño fruncido. La chispeante industria de alta tecnología emplea solo unas pocas decenas de miles de personas que son las que -siendo jóvenes, educadas y políglotas- pueden irse más fácilmente al extranjero si las cosas se ponen feas. Fuera de ese sector, gran parte de la economía se ve más enfermiza. Está en caída la productividad de industrias tradicionales y gastan solo un cuarto en investigación y desarrollo de lo que invierten sus contrapartes estadounidenses. Mientras algunos gobiernos europeos aumentan sus presupuestos de educación un 3% al año en términos per cápita, el de Israel está cayendo en 0,7%, dice Nathan Sussman de la Universidad Hebrea, algo que los padres tienen que compensar contratando tutores privados. Dicho de otro modo, Israel se está volviendo menos competitiva. El país también se está volviendo más inequitativo. La proporción de familias por debajo de la línea de pobreza pasó del 17% en 1998 al 20% actualmente, mientras que la proporción de niños pobres se disparó del 23% al 35 por ciento. Esto se debe en parte a que los beneficios sociales fueron reducidos para permitir los recientes recortes de impuestos, pero también al alto desempleo en dos grupos de israelíes con familias grandes: los árabes y los judíos ultra-ortodoxos, que juntos representan casi un tercio de la población. Como resultado de ello, los que si pagan impuestos se enfrentarán a una cuenta cada vez mayor para cubrir los beneficios sociales del resto. El gobierno recientemente adoptó un «plan socioeconómico» para los próximos tres años, que busca reducir la pobreza y aumentar el empleo, cada uno de ellos en 3 por ciento. Incentivos para el trabajo Su autor, Manuel Trajtenberg, jefe de un consejo económico nacional, dice que la clave no es restaurar los beneficios sino hacer que más gente tenga trabajo. Eso significa encontrar empleo para hombres ultra ortodoxos y darles incentivos para trabajar y buscar capacitación profesional en vez de estudiar la Torah con subsidios del estado y ayudar a los árabes, que a menudo son discriminados al buscar empleo. También significa reducir la cantidad de trabajadores extranjeros que, desde la intifada, reemplazaron a los palestinos en gran parte de los trabajos duros y de salarios bajos e introducir exenciones impositivas para los más pobres. Más adelante habrá programas para recuperar el sistema educativo y promover la investigación y el desarrollo en la ciencia y la industria. Muchas de las medidas incluidas en el plan de Trajtenberg ya existen pero han sido trabadas por la política o la burocracia. En el sistema crónicamente inestable de Israel de gobiernos de coalición, los partidos pequeños que representan a los religiosos y los pobres exigen dádivas para sus votantes a cambio de apuntalar al gobierno. Deshacerse de los empleados extranjeros le caerá mal a los empleadores; ya hay escasez de gente dispuesta a hacer sus trabajos. Trajtenberg espera que el plan general pueda dar el impulso necesario. También quiere cambiar la manera en que se arman los presupuestos, de modo que la política de corto plazo no pueda trabar los fondos que serán necesarios para financiar las etapas posteriores del plan. Pero necesitará pleno apoyo de su jefe y no está para nada claro por cuanto tiempo y a qué precio político Ehud Olmert podrá seguir siendo primer ministro.

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