por Charles Moore, Daily Telegraph.
Al ver el horrible video de Alan Johnston, de la BBC, transmitiendo propaganda palestina por orden de sus secuestradores, me pregunté qué habría ocurrido si el reportero hubiera sido secuestrado por los israelíes, y lo hubieran obligado a hacer lo mismo.
El primer punto, es que eso jamás hubiera sucedido. No existe alguna organización israelí, ya sea gubernamental o independiente, que hubiera contemplado la posibilidad de algo así. Este hecho en sí es significativo.
Pero supongamos que algunos judíos fanáticos hubieran capturado a Johnston y lo hubieran obligado a transmitir su mensaje, abusando de su propio país, como él lo hizo. ¿Qué hubiera dicho el mundo?. No hubiera habido nada de la cautela que ha caracterizado la reacción de la BBC y del gobierno desde que Johnston fuera secuestrado, el 12 de marzo pasado. El gobierno israelí hubiera sido repudiado de inmediato por su disposición a esconder terroristas o su incapacidad de localizarlos.
Se hubiera denunciado en alta voz las extremistas doctrinas del sionismo que dieron cabida a este vil acto. El aislamiento mundial a Israel, si hubiera fracasado en liberar a Johnston, habría sido total.
Si hubieran obligado al Sr. Johnston a decir, por ejemplo, que Israel tiene derecho a todos los territorios ocupados desde la Guerra de los Seis Días, y lo hubieran forzado a pedir la liberación de todos los soldados israelíes capturados por fuerzas árabes a cambio de su propia liberación, sus palabras habrían sido abominadas. La causa de Israel en el mundo se hubiera perjudicado irreparablemente por haberlo torturado de esa manera por televisión. Nadie se hubiera avergonzado de decirlo.
Pero, por supuesto, en la vida real son los árabes los que tienen a Johnston, y por eso todos los tratan con cautela. Bridget Kendall, de la BBC opinó que Johnston había sido «solicitado» a decir lo que dijo en su video. ¡Solicitado!. Si hubiera sido meramente una petición, ¿por qué no dijo que no?
Durante todo el cautiverio de Johnston la BBC ha subrayado continuamente que él «daba voz» al pueblo palestino, lo que implica que apoyaba su causa, y por lo tanto debería ser liberado. Uno no puede imaginar una declaración equivalente, si hubiera sido secuestrado por israelíes. Bien, ahora ciertamente está dando voz al pueblo palestino. Y la verdad es que, aunque bajo una horrible presión, lo que dice no es tan diferente de lo que la BBC dice día a día por boca de reporteros que no han sido secuestrados y amenazados, sino simplemente cobran su sueldo. El lenguaje es más espeluznante en el video de Johnston, pero la narrativa es esencialmente la misma que hemos oído a lo largo de los años de Orla Guerin y Jeremy Bowen y prácticamente de todos ellos.
Lo que pasa es que todo lo que está mal en el Medio Oriente y en el mundo musulmán es resultado de una agresión o de una política de «mano dura» (¿se han fijado que todas las acciones de tropas estadounidenses o israelíes son «de mano dura», así como seguramente todo racismo es «inaceptable»?) por parte de Estados Unidos o Israel o Gran Bretaña. Alan Johnston, bajo órdenes de terroristas, habló sobre la «total desesperación» de los palestinos, y la atribuyó a los 40 años de ocupación israelí, «apoyada por Occidente». Así es como se lo presenta, noche a noche, en la BBC.
El otro lado prácticamente no se analiza. Hay poca explicación sobre las mutuas contiendas en el mundo árabe, particularmente en Gaza o acerca de las cínicas motivaciones de los líderes árabes, para quienes la miseria palestina es conveniente desde el punto de vista político. Uno obtiene poca investigación acerca de las redes y mentalidades del extremismo islámico – los métodos y el dinero de Hamás o Hezbollah, o grupos similares – que producen actos de pura maldad como aquel del cual el Sr. Johnston es cómplice involuntariamente.
La atención no se coloca en cómo los «militantes» (la BBC no permite la palabra «terrorista» en el contexto del Medio Oriente) y los jefes militares mantienen su corrupción y su régimen de terror persiguiendo, entre otros, a los palestinos.
En cambio, se centra despiadadamente en Blair, Bush e Israel.
De lo infernal a lo ridículo, el modelo es siempre el mismo. De vuelta en casa, la Unión de Universidades y Academias acaba de votar para que sus miembros «consideren las implicaciones morales de las relaciones existentes y propuestas con instituciones académicas israelíes». Bien, podrían considerar cómo el trabajo de científicos en el Tejnión de Haifa ha conducido a la producción de la droga Velcade, que trata el mieloma múltiple. O podrían observar al profesor de la Universidad de Ben-Gurión que descubrió una bacteria que combate la malaria y la oncocercosis matando mosquitos y la mosca negra.
O podrían estudiar la cooperación entre investigadores de la Universidad Hebrea de Jerusalem, que han aislado la proteína que provoca la tensión con la finalidad de intentar tratar el desorden de la tensión post-traumática, y sus pares en el Laboratorio de Biología Molecular del Consejo de Investigación Médica en Cambridge.
Las principales universidades de Israel son, de hecho, todo lo que nosotros en Occidente reconocemos como verdaderas universidades. Tienen libertad intelectual. No requieren calificación étnica o religiosa para ingresar. No están controladas por el gobierno. Tienen estándares de investigación a nivel mundial, y suelen hacer descubrimientos que benefician a toda la humanidad. En todo esto, son prácticamente únicas en el Medio Oriente.
Los estúpidos catedráticos no están solos. El Sindicato Nacional de Periodistas, del cual me enorgullezco de no haber sido jamás miembro, acaba de aprobar una moción similar, discriminando brillantemente al único país de la región con una prensa libre por trato de paria. Unison, que es un sindicato grande y serio, está siendo presionado para apoyar un boicot a las mercaderías israelíes, productos del único país de la región que cuenta con un movimiento sindical libre.
La doctrina es que Israel practica el «apartheid» y por lo tanto debe ser boicoteado.
Todo esto es una locura moral. No es loco, por supuesto, criticar la política israelí. En algunos aspectos, de hecho, sería una locura no hacerlo. No es loco – aunque yo creo que es un error – considerar la presencia de Israel como la razón principal de la ausencia de paz en la zona.
Pero es loco, o quizás se debería decir malo, tratar de juntar las reservas de indignación moral de la cultura occidental y gastarlas en un país que es parte de esa cultura a favor de países vecinos que no lo son. ¿Cómo hemos llegado a una situación en la que disculpamos a medias a torturadores de turbante por secuestrar a nuestros conciudadanos mientras tratamos de impedir que bioquímicos judíos enseñen a nuestros estudiantes?
Nadie conoce aún las motivaciones precisas de los captores de Johnston, pero seguramente no es coincidencia que lo mantuvieron en silencio hasta el 40º aniversario de la Guerra de los Seis Días y recién entonces lo hicieron hablar. Querían que él diera al mundo la explicación histórica – la opresión israelí – que ellos dan a su causa.
Pero esa guerra tuvo lugar porque el presidente Nasser de Egipto guió a su país y a sus aliados declarando que «nuestro objetivo básico será destruir a Israel».
Fracasó, y Egipto y Jordania renunciaron posteriormente a esa aspiración. Pero muchos otros la mantienen aún, habiéndole agregado un brillo pseudo-religioso.
Seguimos dándoles un comprensivo»tiempo de aire» a su culto a la muerte. De alguna manera, el Sr. Johnston está pagando el precio: sus captores están muy alto en el oxígeno de publicidad de su corporación.
En lo que a Israel respecta, se le pueden atribuir muchos pecados. Pero es moralmente serio en un modo en el que nosotros no lo somos, porque tiene que serlo. Cuarenta años después de su mayor victoria, tiene que encontrar cada mañana el modo de sobrevivir.
KH