Esa fue la letra formal del comunicado del gobierno israelí. Pero la gran preocupación israelí, se oyó por lo bajo en la propia Cancillería.
Se cree que gran parte de los funcionarios persas que arribaron a la región no tienen por misión enaltecer los lazos diplomáticos y comerciales; sino más bien, la formación de células terroristas que estén alistadas para actuar bajo el mando de Teherán.
La cuestión no es en absoluta inédita. La intervención iraní en la experiencia argentina en 1994 -cuando la mutual AMIA explotó en Buenos Aires, matando a más de 80 personas- fue determinada por el fiscal Alberto Nissman y ratificada por el juez Canicoba Corral.
Ya en octubre del año pasado se pidió a Interpol que se elevara un pedido de captura internacional contra siete iraníes.
Eso fue el disparador para esperar una posible «conquista» iraní del continente y más que una voz de alerta. Rápidamente, se consideró a Brasil y la Argentina como focos de actividad terrorista iraní y de Hezbollah.
De ahí en más, Teherán abrió embajadas en Nicaragua, Ecuador, Chile y además, amplió sus misiones diplomáticas a Venezuela, México, Uruguay y Colombia, según publica hoy el diario Clarín.
Aunque lo que más preocupa, sin lugar a dudas, es la relación en alza entre el líder iraní Mahmud Ahmandineyad y el caudillo petrolero, Hugo Chávez.
Este último se encarga de venderle uranio a Irán para ayudarlo en su desarrollo nuclear, que tanto repudio generó en todo el mundo.
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