Tras su aplastante victoria con un 97,62 por cien de los votos en un referéndum el pasado 27 de mayo en el que solo se podía votar sí o no a su continuidad, Bachar juró hoy un segundo mandato con un discurso en el que no hubo mención alguna al espinoso asunto libanés.
«Estoy seguro de que los Altos del Golán -ocupados por Israel en 1967- volverán a nuestra patria. La paz con Israel es de interés nacional y estamos listos a reanudar las negociaciones con Israel si ellos anuncian un claro compromiso de lo que para ellos significa la paz».
Entonces dejó claro cuáles son las condiciones sirias: «No habrá paz sin devolución del Golán por completo hasta la frontera del 4 de junio de 1967», dijo Bachar ante los aplausos de los parlamentarios.
«Queremos la devolución de nuestra tierra por completo; entonces podremos hablar de acuerdos de seguridad u otros asuntos», recalcó el presidente.
Además, esas negociaciones deben ser abiertas y con intermediarios: «Estamos contra las negociaciones secretas; podrían celebrarse con presencia de una tercera parte», dijo, sin detallar cuál podría ser el intermediario.
Con respecto a Irak, el presidente se limitó a repetir dos ideas bien conocidas: que «la reconciliación debe hacerse con la participación de todos los iraquíes» y que es necesario «poner un calendario para la retirada de las tropas ocupantes» en el país.
También expresó su voluntad de que los palestinos alcancen por su parte la reconciliación nacional, para lo cual su país está dispuesto a hacer lo que esté en su mano.
El presidente dejó claro que «la prioridad es ahora el mantenimiento de la estabilidad, más que la reforma política», en respuesta a quienes piden una mayor liberalización en uno de los países más cerrados de Oriente Medio.
Bachar dedicó gran parte del discurso a hablar de economía, un sector en el que Siria afronta grandes problemas por culpa de las sanciones impuestas por EEUU en su «Ley de Responsabilidad siria» como castigo por el supuesto fomento de Damasco al terrorismo en Irak.
El presidente también habló de reformas administrativas, corrupción y deudas, pero sorprendió al no hacer mención alguna al país vecino, Líbano, sobre todo a la luz de los últimos choques armados que tienen lugar casi a las puertas de Siria, en el campamento de refugiados palestino de Nahar al Bared.
En este campamento, situado a las afueras de Trípoli, en la principal carretera que conecta el norte libanés con Siria, resiste desde hace ya casi dos meses un grupo de extremistas suníes aglutinados en torno a la organización «Fatah al Islam».
Muchos en Líbano ven la mano de Siria tras estos enfrentamientos, y creen que es Damasco quien alimenta al grupo extremista, como creen que el régimen sirio es responsable de muchos de los atentados y crímenes políticos que desestabilizan el país desde hace más de dos años.