Itongadol/Agencia AJN.- Tantas historias se escriben detrás de un arbolito de Navidad, historias de encuentros y desencuentros, pero sin duda, la que más me queda grabada en la memoria fue aquella imagen de aquel pequeño árbol de Navidad que descubrí, casi como único testigo, al pie de la tumba de Alberto Nisman.
Fue por diciembre de 2016, casi a un año de la muerte del fiscal que investigaba el atentado a la AMIA, cuando fuimos convocados al Cementerio Judío de La Tablada a la inauguración del monumento funerario.
Me llamó mucho la atención notar que al pie de la tumba de Alberto había un pequeño árbol de Navidad, algo impensado en un cementerio judío, y justo en ese instante uno de los operarios a cargo de los preparativos, intuyendo quizá que no estaba bien, lo llevó detrás de la tumba para nadie lo viera.
Esta imagen me acompañará toda la vida, la comparto junto a un fragmento de mi libro “Memorandum. La trama secreta del acuerdo con Irán».
El 10 de diciembre estaba mirando la transmisión de la asunción de Mauricio Macri y recibí un mensaje en el celular. Lo enviaba Sandra Nisman y el asunto decía “Matzeivede Alberto”. Demoré unos segundos entender de qué se trataba: se refería a la inauguración del monumento funerario: “Hola Daniel, ¿cómo estás? Te queríamos avisar que el viernes 18 de diciembre a las 9.30 hs. va a ser la ceremonia de inauguración de la Matzeive de Alberto en Tablada y con mi mamá te queríamos invitar a que estés presente, si podés. Saludos. Sandra Nisman”.
Respondí inmediatamente el correo confirmando mi asistencia a la ceremonia.
En un rápido reflejo, el día de la muerte del Nisman, la AMIA había decidido ofrecerle a la familia un lugar en el cementerio de Tablada para enterrar al fiscal. Fue Mario Sobol, el secretario general, quien se comunicó inmediatamente con Sara Garfunkel para comunicarle esa decisión. Sobol recuerda que la mamá del fiscal le agradeció y quedó en avisarle una vez que la familia tomara una decisión. No fue Sara la que se comunicó luego para confirmarle que Alberto Nisman sería enterrado en Tablada.
Cuando se ingresa al cementerio por la parte nueva, la tumba de Alberto es la primera. Impacta que sea un lugar tan importante. Está muy cerca de las tumbas de los fallecidos por el atentado a la AMIA. Nose lo enterró en el mismo lugar que a ellos porque desde la institución intuyeron que eso podría molestar a algunos familiares, pues no todos tenían una buena relación con él debido a su desempeño como fiscal de la causa AMIA. Muchos sostuvieron que él era la víctima número 86 del atentado, pero no todos los familiares estaban de acuerdo con eso.
Recuerdo que el día de la Matzeive llegué muy temprano al cementerio, no había ningún invitado todavía. La tumba de Alberto, como corresponde, estaba cubierta por un manto negro con una estrella de David blanca, que se iba a retirar como parte del acto inaugural. Era el día del Iortzait (primer aniversario del fallecimiento), cuando se visita la tumba del difunto, se recitan varios capítulos de Tehilim y el Malé Rajamim (recitados litúrgicos) y, si hubiera un minián (conjunto de diez adultos) —algo que ocurrió aquella mañana—, también se debe recitar la plegaria del Kadish de Duelo. Esta plegaria preeminente que se dice por todos aquellos fallecidos no hace mención de la muerte, pérdida o duelo, ni de la persona que murió; el Kadish de Duelo habla de la grandeza de Dios y es una afirmación de la creencia en el Todopoderoso y su ilimitado poder. Si se lo resume, el Kadish se centra en la grandeza de Dios, en que todo viene de Él, por lo que todo lo que ocurre es finalmente para bien. Es una declaración profunda para quien está en medio del sufrimiento. Es precisamente esta clase de declaraciones la que beneficia el alma del fallecido y prueba que aquellos que quedaron pueden mantener una importante conexión con los que han muerto.
Los empleados del cementerio que se ocupaban de preparar el lugar estaban armando un gazebo blanco para que la gente no estuviese bajo el sol. Me llamó mucho la atención notar que al pie de la tumba habíaun pequeño árbol de Navidad, y justo en ese instante uno de los operarios a cargo de los preparativos, intuyendo quizá que no estaba bien, lo llevó detrás de la tumba para nadie lo viera. Estábamos los dos solos y me acerqué para preguntarle cómo había llegado ese árbol a la tumba.
—Creo que la señora y sus hijas lo trajeron hace un par de días.
—Hágame un favor señor, tráigalo y vuelva a dejarlo donde estaba —le pedí. Noquería que la mamá de las hijas de Nisman llegara el cementerio y no encontrara el arbolito de Navidad que junto a las chicas había dejado poco antes.
Luis Czyzewski y su esposa fueron los primeros en llegar, cada uno llevaba un ramo de flores; se acercaron, me saludaron y se dirigieron a la tumba de Paola, la hija de ambos fallecida en el atentado a la AMIA. Los seguí con la vista hasta que se perdieron entre las tumbas. Cuánto dolor, pensé.
Mientras tanto el empleado había restituido el arbolito a su lugar original, y lo había afirmado con piedras para que no se cayera. No quería siquiera imaginar quésucedería si algún judío ortodoxo pasaba por ahí y veía el arbolito. Marcelo Polacoff, rabino de la kehilá de Córdoba y hombre de mucha confianza de la familia Nisman, fue el cuarto en llegar y al ver el arbolito abrió grandes los ojos, con expresión de incredulidad. Le conté lo que sabía y coincidimos en que el arbolito debía quedar en su lugar. Finalmente, toda la ceremonia se hizo con ese objeto al pie de la tumba.
El rabino Polakoff se vinculó mucho a la familia de Alberto después de su muerte, y mantiene actualmente una importante relación tanto con Sandra Arroyo, la ex mujer del fiscal, como así también con Sara y Sandra Nisman. “A Alberto lo conocí por primera vez en la morgue”, recuerda el rabino, que acompañó en aquel difícil momento a Sara a reconocer el cuerpo.