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La anulación de Argentina-Israel, y un fenómeno llamado Miri Reguev. Por Marcelo Kisilevski*

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El relato de la anulación del partido entre Argentina e Israel tiene muchas aristas. En Israel, dicen los medios y las encuestas, las culpas están repartidas. Por un lado, la gente acusa a la selección (no a Messi en lo personal, que es una vaca sagrada también en Israel) de haberse agachado ante el terrorismo. Como si ISIS no lo hubiera amenazado a Messi en lo personal de matarlo en Rusia, publicando ya incluso un video trucado mostrando su ejecución. ¿En qué otra ciudad estaría más segura la selección que en Jerusalén?, nos preguntamos todos.

Por otro lado, Givril Rajoub, presidente de la Federación Palestina de Fútbol, que amenazó a Messi con una campaña en su contra, empezando por quemar camisetas del número diez, y quemando en pantalla banderas argentinas. El presidente de OLEI (Organización de Latinoamericanos en Israel), el abogado León Amiras, presentó un pedido a FIFA de tomar medidas contra dicha Federación, por incitación a la violencia y politización del deporte, ambos prohibidos por el estatuto de la organización internacional. El dinero que salga de la demanda, sería donado al Centro Shimón Peres, que organiza partidos en los que participan niños judíos, cristianos y musulmanes, “por la unidad de los pueblos”.

Y por último, aunque no en ese orden, la gente acusa a Miri Reguev, ministra de Cultura y Deportes, que con sus pasos de elefante en un bazar, convierte todo lo que toca en un acto político para Biniamín Netanyahu y, sobre todo, para sí misma. Y a veces, rompe platos y copas.

En este caso, su terquedad en trasladar el partido del estadio Samy Ofer de Haifa, más moderno, cómodo para los jugadores, y rentable para la empresa productora, al más antiguo Teddy en Jerusalén, acabó por politizar el encuentro: una vez tomada la decisión, todo el mundo quedaba trepado a un árbol del que nadie podía bajarse. Ni el gobierno, so pena de dañar la movida por Jerusalén, ni los movimientos antiisraelíes ligados al BDS, que lo festejaron como una excusa para torpedear un partido que, de por sí, presentaban como “un blanqueo de la ocupación de Palestina”.

La Oficina del Contralor, que audita los gastos y otras acciones del Estado, está revisando ahora por qué prometió Miri Reguev al productor del encuentro, Benaím, unos 2 millones de dólares para cubrir la menor rentabilidad del evento si se hacía en Jerusalén y no en Haifa. A cambio, se debería montar la foto-oportunidad de Messi dándole la mano a ella y al Primer Ministro. “A partir de ese trato, Reguev se comportó como si el partido fuera un evento privado de ella”, dijo una fuente cercana a la producción. Se trató de fondos públicos, claro. No para su bolsillo, pero sí para su prestigio, para su carrera y para su ego. El tufillo de corrupción flota por donde se lo mire. Si algún medio le discutía, vociferaba: “Quiero ver a Messi no estrechando mi mano ni la del Premier”.

Que quede claro una vez más: las organizaciones del BDS no piden la paz basada en “dos Estados para dos pueblos”, sino el lema: “Del río Jordán al Mediterráneo, Palestina libre”, o sea, la destrucción de Israel. Incluso Chiqui Tapia, presidente de AFA, en su extraña conferencia de prensa, habló de “una situación que ya existe desde hace 70 años”, es decir que el problema para él también es la creación de Israel en 1948. Más allá de preguntarle si no sabían de ello semanas antes, cuando aceptaron jugar en Jerusalén, ¿no eran solo 51 años, desde la toma de control de Cisjordania y Gaza por Israel en la Guerra de los Seis Días? Pero vaya uno a repetir una y otra vez lecciones de historia y matemáticas a Chiqui Tapia.

En el medio, Messi, literal dueño de la pelota, hasta ese momento ilusionado con hacer la “Gran Diego” de 1986 (tocar el Kotel y ganar el Mundial, rompiendo un hechizo de 30 años sin ganarlo), se habría bajado por presiones de los jugadores y del técnico Sampaoli, que desde el vamos no estaba de acuerdo con este “City-Tour” por el Vaticano e Israel justo antes del Mundial. Después de los gritos de los veinte manifestantes afuera de la concentración, por primera vez, los jugadores preguntaron de qué se trataba todo, y escucharon acerca del traspaso de la embajada norteamericana a la capital israelí, y sobre un conflicto del que tenían vaga idea, y se asustaron. ¿Para qué necesitamos semejante bardo a tres días del Mundial?, preguntaban. Messi presentó el pedido de anular, pero se estima que representaba al plantel en su conjunto.

En Israel se barajan fuerte, hoy (viernes) hipótesis según las cuales el seleccionado habría fraguado un conflicto, por las motivaciones profesionales de Sampaoli, inventando lo de la “politización” del partido y lo del miedo por la seguridad de los jugadores ante las amenazas. Se dice que todo habría sido por presiones de otros países, el principal de ellos Qatar, que habría ofrecido cubrir el reintegro de más de 2 millones de dólares a la empresa productora israelí, así como las eventuales indemnizaciones. Para Nahuel Lanzillota, el cronista de Clarín que cubre a la selección, las cosas son más sencillas. Sin negar el liderazgo de Messi en cocinar el partido y también en deshacerlo, las cosas ocurrieron, según él, como se señala en el párrafo anterior.

Miri Reguev, un fenómeno de cuidado

Pero de este lado, la Reguev es un fenómeno de cuidado. Con su carácter payasesco, hace las delicias de “Eretz Nehederet”, el principal programa de sátira política de la televisión israelí. ¿Pero cuántos payasos se han convertido ya en primeros mandatarios en los últimos años en el mundo? El que no la quiera hoy como Ministra de Cultura, podría tenerla en el futuro como Primera Ministra israelí. Si de feminismo hablamos, Golda Meir, más que alegrarse, se revolcaría en su tumba al ver quién es su sucesora.

Ultraderechista, ambiciosa, trepadora y atropelladora, son solo algunos de los adjetivos que caracterizan su accionar. Esta semana, después del fiasco del partido con Argentina, se utilizaron varios términos tomados del fútbol. El principal, obviamente: gol en contra. Tan en contra, que cuando quiso reclutar al premier Netanyahu a que la ayude a salir del barro en que se había metido sola con el traslado del partido de Haifa a Jerusalén, el mandatario israelí fue terminante: “Yo no tuve nada que ver con el traslado del partido”. Ello, a pesar de una carta que habría mandado Bibi al presidente Mauricio Macri ya en marzo, explicándole la importancia de que el partido se jugara en Jerusalén.

Reguev lo politiza todo: en cada discurso inaugurando cualquier festival de cultura carga prácticamente contra toda la intelectualidad israelí, desde cineastas hasta actores, que no son suficientemente “patriotas”. Administra recursos de su ministerio según los contenidos de libros, piezas teatrales, películas. En el último Día de la Independencia, se empecinó con que Biniamín Netanyahu hablara en el Monte Herzl, en el acto central, en lugar del Presidente de la Knesset, como lo marca el protocolo. Al Festival de Cine en Cannes fue con un vestido estampado con la Ciudad Vieja de Jerusalén. Incluso el triunfo de Neta Barzilai en el Eurovisión fue una oportunidad para ella de robar pantalla. El público israelí, acostumbrado de a poco, como sapo en olla hirviendo, pone ojos en blanco y sigue adelante.

Los ministros de la coalición se negaron por horas a salir en radio a respaldar a su par, y los que lo hicieron, hablaron a medias lenguas. También el diario de Bibi, “Israel Hayom”, encontró en Reguev un blanco adonde desviar los dardos: “Críticas en el entorno de Netanyahu contra Miri Reguev: ‘¿Para que empecinarse en el traslado del partido a la capital?\’”, titularon en tapa. En pocas palabras: Bibi limpio está, que Miri se arregle sola.

Entonces, hizo lo que sabe hacer: echar gasolina para apagar el fogón. En su delirante conferencia de prensa, echó la culpa al “terrorismo”, “el mismo que perpetró el atentado contra los deportistas israelíes en Munich en 1972”. Nada menos. Unos cuantos fanáticos con camisetas bañadas en kétchup, son equiparados con Septiembre Negro. Ahora se las tiene que ver con los familiares de aquellas víctimas, y con la sociedad israelí en su conjunto, portadora del atentado de Munich como parte de su mitología genética.

Tan delirante se va tornando su trayectoria, que hace que un periodista virulentamente nacionalista como Roni Daniel diga en su programa de radio: “Alguien tiene que pararla”. Ahora, estiman algunos analistas, la ministra hará mutis por el foro por un tiempo. Hasta la próxima vez.

“Es cierto, hice un gol en contra”, dijo Yuval Jemo, caracterizado como la Reguev en Eretz Nehederet. “¡Pero qué gol en contra! Esperen, que eso no es nada comparado con lo que les tengo preparado para el Eurovisión”. Es que, después del triunfo de Netta Barzilai, el año que viene el festival debe llevarse a cabo en Israel. Los estatutos no obligan a los países anfitriones a realizarlo en su capital, y en Israel están barajando alternativas. Pero Reguev ya fue tajante: “Si no se hace en Jerusalén, tenemos que considerar no hacerlo del todo”.

Como se dice por estos lares, a veces es más importante ser sabios que tener razón. Miri Reguev solo quiere tener razón. La sabiduría y la inteligencia, parece, quedarán en manos de los votantes. Y no es esa la mejor noticia.

*Periodista, conferenciante, educador, traductor y escritor.

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