La volatilidad de la actividad política en la región del Medio Oriente es realmente vertiginosa. La guerra civil siria está llegando a su fin. El presidente Bashar El-Assad permanecerá en el poder e Irán y su sustituto Hezbollah han emergido como los claros vencedores.
Desconcertantemente, tanto los estadounidenses como los rusos aparentemente llegaron a un acuerdo sobre Siria que permitiría que Hezbollah y las fuerzas terrestres iraníes permanezcan en la región amenazando, de hecho, las fronteras del norte de Israel. Al proporcionar legitimidad para que los iraníes permanezcan en Siria, el Ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, aseguró que la seguridad de Israel no se vería amenazada. Pero el Primer Ministro Benjamin Netanyahu ha declarado públicamente que esto es inaceptable y que, de ser necesario, Israel tomaría medidas militares para mantener a raya a los iraníes. Esto requerirá un acto de equilibrio porque Netanyahu no desea poner en peligro su buena relación con el presidente de Rusia, Vladimir Putin, que hasta ahora había ignorado las preocupaciones de seguridad de Israel para prevenir la colocación de Hezbollah en el sur de Siria.
La tensión se complica aún más con las reiteradas amenazas de Irán de borrar a Israel de la faz de la tierra. Esto fue exacerbado por las convulsiones en Líbano, dominado por Hezbollah, con el primer ministro Saad Hariri anunciando su renuncia mientras estaba en Arabia Saudita, alegando que temía ser asesinado, y una semana más tarde retractando con su regreso a Líbano. Al mismo tiempo, el presidente Michel Aoun alertó al ejército libanés sobre un ataque inminente de Israel.
Junto a esto, Israel está desarrollando un frente común con los saudíes, donde el recién establecido príncipe heredero Mohammed Iben Salman describe al líder supremo de Irán, el ayatolá Ali Jamenei, como el nuevo Hitler. El jefe de las Fuerzas de Defensa de Israel, teniente general Gadi Eizenkot, declaró en una entrevista con un periódico saudita que Israel está dispuesto a compartir información de inteligencia sobre Irán con Arabia Saudita. A su vez, dos antiguos ministros saudíes visitaron una sinagoga de París, una ocurrencia sin precedentes y una señal importante.
Sin embargo, sin desmerecer los beneficios de dichas acciones, esta alianza esencialmente encubierta entre los sunitas moderados e Israel se basa en la conveniencia y no necesariamente se puede considerar como una situación a largo plazo.
Los saudíes permanecen en sus trece insistiendo en que no tienen ninguna relación con los israelíes. Si bien minimizan el problema israelí, aún ejercen una gran influencia sobre el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, en relación con Jerusalén y los asentamientos, y lo instan a reconsiderar su plan original que no se adaptaría a los requisitos de seguridad de Israel. Pero es imposible distinguir entre hechos y fantasía en los informes de los medios conflictivos.
Las relaciones con Egipto, basadas en la colaboración contra las fuerzas de ISIS en la Península del Sinaí y la relación personal con el presidente egipcio Abdel-Fattah el-Sissi, son excelentes, pero los medios de comunicación y las mezquitas continúan con su tradicional incitación antisemita.
En cuanto a la Autoridad Palestina, el gobierno de unidad de Fatah-Hamás no ha disminuido la obsesión de Hamás por borrar a Israel y su determinación de mantener el control militar de Gaza.
El doblemente enfermo presidente Mahmoud Abbas continúa con su incitación anti-Israel, pero mantiene una coordinación militar con Israel, que lo protege de un golpe de estado de Hamás en Cisjordania. No ha mostrado ninguna señal de voluntad de hacer concesiones y descaradamente sigue pagando importantes estipendios a los presos terroristas, que ahora incluyen miembros de Hamás, y sus familias, a pesar de que los estadounidenses les advirtieron que desistan de esta práctica bárbara de alentar el asesinato.
En la escena internacional, la Unión Europea está ahora en el proceso de orquestar un boicot a los bienes israelíes producidos más allá de la Línea Verde, un paso sin precedentes que refleja los prejuicios y los dobles estándares aplicados continuamente a Israel por los europeos.
Sin embargo, el factor determinante en relación con la diplomacia internacional incumbe indudablemente a los estadounidenses. La opinión pública y el Congreso son pro-Israel y, paradójicamente, los evangélicos cristianos apoyan más a Israel que la mayoría de los judíos a Israel. Pero hay tantas señales contradictorias con respecto a las intenciones de Trump y dada su inclinación por la imprevisibilidad, uno solo puede adivinar muy tentativamente cuáles son dichas intenciones.
No cumplió su promesa de trasladar la embajada de Estados Unidos a Jerusalén y no ha tomado ninguna medida punitiva real en respuesta al desafío de Abbas a sus demandas para que deje de pagar lucrativas pensiones estatales a los terroristas y a sus familiares. En cierto sentido, Trump ha extendido la política del presidente Barack Obama de hablar con ambas partes e ignorar la intransigencia de los palestinos. El consulado de EE.UU. en Jerusalén sigue actuando como si su función fuera representar los intereses de los palestinos a través de la Línea Verde.
El secretario de Estado Rex Tillerson anunció que cerraría la oficina de la OLP en Washington si Abbas iniciaba un proceso por crímenes de guerra contra Israel en la Corte Penal Internacional y se negaba a entablar negociaciones serias con los israelíes. Los palestinos rechazaron estas propuestas y amenazaron con romper las relaciones con los estadounidenses si esto se implementaba. En respuesta, y casi inmediatamente, los EE.UU. retrocedieron.
Hay informes sin fundamento, y contradictorios, que a principios del próximo año la administración anunciará un plan de paz redactado por el asesor presidencial Jared Kushner, el representante especial Jason Greenblatt, la asesora adjunta de Seguridad Nacional Dina Powell y el embajador de Estados Unidos en Israel, David Friedman. Según algunos informes, esto podría incorporar la opción de una política de dos estados, pero no una basada en las líneas de armisticio de 1949. También se dice que estipula que ningún israelí o árabe será desplazado y podría incluir limitar el crecimiento de los asentamientos a los principales bloques actuales. No se ocuparían del futuro de Jerusalén.
A pesar del discurso contrario diseñado para los medios occidentales, la OLP siempre se ha opuesto a una solución de dos estados, como lo demuestra su fanática negativa a comprometerse con el supuesto “derecho de retorno” de los refugiados palestinos y sus descendientes, una prescripción para el eliminación del estado judío.
Estas propuestas irían acompañadas de propuestas de fomento de la confianza y los palestinos recibirían grandes cantidades de ayuda económica de los estados árabes sunitas. Se les exigiría que cesaran sus campañas internacionales de reconocimiento y detuvieran el pago de recompensas financieras a los terroristas. La mayoría de las necesidades de seguridad de Israel, como la presencia continua de las fuerzas israelíes en el valle del Jordán, estarían aseguradas.
Netanyahu y voceros estadounidenses han negado la exactitud de estos informes y se han negado a hacer comentarios más allá de Israel, afirmando que los criterios de aceptación dependerán de la provisión de sus requisitos de seguridad.
En este ambiente altamente incierto y volátil con factores opuestos en juego y rumores contradictorios que se difunden, dos aspectos permanecen claros.
Israel debe mantener su disuasión militar y guiarse exclusivamente por los requisitos de seguridad a corto y largo plazo.
La política que propone la administración Trump tendrá un impacto político significativo. Netanyahu está decidido a mantener a Trump de su lado y, si se le dan estas garantías de seguridad requeridas, está dispuesto a hacer todo lo posible para buscar la paz. Pero cree con razón que no hay posibilidad de lograr la paz con un liderazgo de la OLP que siempre y actualmente sigue fanáticamente comprometido con la destrucción de Israel. Trata de persuadir a Trump para que haga que rindan cuentas mientras muestra una voluntad de intensificar las iniciativas de fomento de la confianza sobre cuestiones económicas y sociales diseñadas para mejorar la calidad de vida del palestino promedio.
Se necesita una poderosa campaña para entregar este mensaje a la administración y anular los elementos del Departamento de Estado que buscan mantener el diálogo sin sentido de Obama. Para que esto se logre, Israel debe mostrar un frente unido.
Los detractores y adversarios políticos y personales de Netanyahu deben darse cuenta que ningún otro israelí puede manejar esto tan efectivamente como el primer ministro, y deberían suspender sus venganzas hasta que esta crisis haya terminado.
La reciente campaña de los medios histriónicos contra Netanyahu alcanzó un récord histórico como lo demuestran los titulares, gritando a cuello abierto, por haber aceptado regalos de cigarros y champán de un amigo y reciprocando un supuesto “soborno” al recomendar que se agilizase la entrega de una visa del donante a los EE.UU. ¿Esto es soborno?
Las facciones parlamentarias haredíes (ortodoxas) amenazaron con derrocar al gobierno con sus demandas de una aplicación más estricta de Shabat, una catástrofe en este momento. Nuestros aliados de la diáspora siguen siendo tímidos y los movimientos reformistas y conservadores estadounidenses han explotado el tema de la oración de género mixto en el Muro Occidental como base para un casus belli contra Israel. Sus líderes están justificadamente enojados por el despreciable comportamiento haredi relacionado con este tema y están azuzando a sus seguidores contra Israel, a pesar que el 99% de ellos no darían un segundo paso a la cuestión.
La situación se agravó aún más por la viceministro de Relaciones Exteriores, Tzipi Hotovely, quien después que se le negó el derecho a dirigirse a un grupo de la Universidad de Princeton Hillel, arremetió contra los judíos estadounidenses por haberse vuelto contra Israel. En el contexto de sus comentarios que sugieren que los judíos estadounidenses no aprecian lo que significa que las repetidas generaciones de jóvenes israelíes enfrenten situaciones de vida o muerte cuando sirven en el ejército o viven bajo cohetes, ella observó que los judíos estadounidenses no sirven en el ejército voluntario de los EE.UU. Fue un desafortunado error por el cual Netanyahu la regañó. También emitió una aclaración, pero con razón reiteró que los judíos estadounidenses nunca podrían apreciar la situación de sus parientes israelíes rodeados de bárbaros que buscan su aniquilación. Pero la histeria desproporcionada generada por los judíos liberales y sus medios de comunicación agravó aún más la relación.
Ahora es seguramente el momento para que los judíos israelíes y de la diáspora dejen de lado sus diferencias. Aquellos que aprecian la importancia de Israel para su futuro deben mostrar unidad frente a las oscuras nubes de tormenta que nos rodean y que amenazan nuestra existencia.