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Fundación Nuevo Hogar LeDor VaDor. La historia de una sobreviviente de la Shoá

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 Itongadol.- Sabina Feinkind, una mujer de 91 años, nació en la Ciudad de Varsovia en Polonia. A sus 14, los nazis invadieron el país y las atrocidades del Holocausto aniquilaron a toda su familia. Todos murieron entre el Guettho y el campo de exterminio de Treblinka. Sólo ella, la menor entre ocho hermanos, sobrevivió a la Shoá.

Sabina escapó del tren que los llevaba al Campo; en una de las paradas se bajó y corrió al bosque. Allí, se encontró con un campesino que la cobijó una noche, pero como no quería correr peligro, al día siguiente le pidió que se marchara. Sabina, deambuló todo el día hasta que encontró a un grupo de partisanos que se largaron a llorar al verla. Pesaba unos pocos kilos, era un esqueleto. Ante tal fragilidad, los partisanos mismos, le dijeron que en su estado era mejor esconderse. Por lo que la acompañaron de vuelta a su pueblo natal donde Sabina recordaba tener a una buena vecina que podía darle refugio. Y así lo hizo; la albergó en el chiquero, entre chanchos, ratas y orina.

Un día Sabina fue a la casa de la vecina y le dijo que no valía la pena que ella arriesgara su vida por un esqueleto, un ser infrahumano. Sentía que ese chiquero era peor que la muerte y no tenía más salida que entregarse nuevamente a los nazis. Un camionero la llevó a Spandau, un campo de concentración para trabajos forzados. Estando allí, comenzaron a correr los rumores del fin de la Guerra y los nazis obligaron a los judíos a marchar hacia Checoslovaquia, teniendo que atravesar casi toda Alemania, el camino de la muerte le llamaban. En ese estado, de las trescientas personas que salieron sólo quince llegaron a la frontera.

Los aliados y rusos vomitaron y lloraron al encontrarlos. Y a poco estuvieron de enterrar a Sabina, pero un médico se dio cuenta que de que estaba viva y la llevaron al Hospital. Sabina tenía el hígado destrozado y tuvieron que sacarle todo de adentro, por eso no pudo tener hijos.

A la Argentina llegó porque tenía una tía viviendo en Buenos Aires, y aunque no la conocía era su único vínculo familiar. Luego de 32 días en el Barco “Le Havre” y con 20 años, llegó a Montevideo y luego clandestinamente a Buenos Aires. La casa de su tía no era lo que esperaba encontrar pero allí vivió hasta que pudo alquilar una habitación en otra casa. Trabajó en un taller de sastrería y después en el colegio Scholem Aleijem como celadora. Estudió para maestra jardinera y trabajó durante siete años hasta que se casó. Sabina vivió bien, pero no tuvo hijos propios. Junto a su marido, quien ya tenía un hijo adolescente para entonces, fue dueña del local “La Casa de las Novias” donde trabajó muchos años de su vida.

Tras el fallecimiento de su esposo en 1991, el local de novias pasó a ser administrado por su hijastro. Pero por una mala gestión, años más tarde cayó en quiebra, siendo obligada a absorber todas sus deudas. Para poder cancelarlas, Sabina vendió su casa y compró una vivienda menor que luego también fue hipotecada y perdió. No obstante, conmovido por la historia personal de Sabina y su edad avanzada, el inversionista que adquirió la propiedad, le permitió continuar viviendo a cambio de un pago de alquiler razonable.

A sus 80 años, Sabina era una mujer plenamente activa, concurría a Hebraica a realizar actividades deportivas y formaba parte de un taller literario del Programa de Ayuda a Sobrevivientes de la Shoá de la Fundación Tzedaká, en el que fue incluida en el año 2000. A través de las actividades de integración comunitaria del Programa, Sabina había logrado construir una red de amigos y conocidos que sentía como un lugar de pertenencia.

En Septiembre de 2016, Sabina se cae en la calle y sufre un traumatismo craneoencefálico y es llevada al Hospital Italiano. Sus trastornos comenzaron a empeorar. Por derivación de la Fundación Tzedaká, comienza los trámites de pre admisión en el Hogar LeDor VaDor a donde ingresó el 14 de Noviembre.

Profundamente creyente en Dios, Sabina reza tres veces por día, porque hacerlo la alivia. Siempre repite que está viva gracias a Dios y que no guarda odio ni rencores, a pesar de todo. Es afectuosa y agradecida, porque Dios la salvó entre seis millones. Y la vida le sigue dando oportunidades.

En el Hogar, Sabina recibirá los mejores cuidados, el afecto y toda la atención que necesita para dar vuelta de página a su historia y conformar un nuevo presente con dignidad a esta altura de su vida.

Realizar esta Mitzvá es posible gracias a la calidad y cantidad de donantes comprometidos e identificados profundamente con los valores de Tzedaká, justicia Social, que comparte todo el personal profesional del Hogar LeDor VaDor.

www.hogarledorvador.org.ar

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