AJN/Itongadol.- Los trágicos hechos del sábado 7 de octubre no podrán ser olvidados por Jaim Edri. Edri, de 60 años, residente de la ciudad israelí de Sderot, se preocupó de ingresar al refugio antibombas a su hija de 16 años, se aseguró de que su esposa y su madre, una mujer que no goza de buena salud, estén protegidas en un lugar seguro y corrió a lo de su vecina de unos 80 años de edad.
«Vivo justo frente a la plaza de la ciudad, a la cual llegaron esa mañana decenas de terroristas», contó en diálogo con el diario israelí Maariv.
«Vi por la ventana a los terroristas con esas camionetas blancas. Estaba preocupado por mi vecina Vera porque es anciana y vive sola. Yo la ayudaba con compras y otras tareas y es lo primero que se me vino a la cabeza. Primero la tranquilicé ya que ella no entendía lo que estaba sucediendo. Ella le gustaba sentarse afuera y es muy posible que si salía de su casa los terroristas la hubiesen asesinado. La ingresé al refugio antibombas con una botella de agua y le dije que no salga del mismo hasta que yo vuelva. Después hablé con soldados y policías», relató.

Edri trabaja como maquinista en una fábrica de cartón. Vive en Sderot hace 14 años. Cuatro días previos a ese fatídico sábado se mudó a un departamento a metros de la plaza principal de la ciudad.
«Cada vez que veo una furgoneta blanca, vuelven las pesadillas a mi cabeza. Recuerdo cosas y no es agradable la situación. Pese a esto, creo que fui el primero en volver a trabajar en Sderot. Estuve en la fábrica otras tres personas y yo», contó.
Incluso después de desatada la guerra, Edri siguió en contacto con su vecina. «Voluntarios de la organización Pitjon Lev traían cada semana cajas con alimentos a Sderot, y yo tomaba un cartón para Vera, también voy al supermercado para llevarle más productos», contó.