Itongadol.- (Por Martin Oliner* – The Jerusalem Post) El 25 de julio tuve el honor y el privilegio de asistir al espectacular discurso del primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, ante el Congreso estadounidense.
Netanyahu expuso con claridad las tremendas amenazas a las que se enfrenta Israel, la conexión histórica del pueblo judío con la Tierra de Israel, la delicadeza de la situación actual y hasta dónde llega Israel para evitar daños a la población civil, más allá de lo que ningún ejército hizo nunca en la historia.
El aplauso sin precedentes que Netanyahu recibió de ambos lados del pasillo (demócratas y republicanos) mientras articulaba su visión envalentonó a Israel frente a sus enemigos y podría haber contribuido en gran medida a poner fin a la guerra con el mejor resultado posible para la seguridad futura del Estado judío.
Pero había un problema. Yo estaba en el discurso, pero no soy la vicepresidenta de Estados Unidos ni la actual favorita para la presidencia. Y la mujer que lo es decidió no estar allí.
La vicepresidenta Kamala Harris debería haber estado sentada en el estrado detrás de Netanyahu en el Congreso para demostrar su compromiso con el principal aliado de Estados Unidos. Pero, lo que es más importante aún, debería haber estado allí para escuchar a uno de los estadistas más experimentados del mundo y aprender de él.
Su decisión de ir, en cambio, envió un mensaje a los enemigos de Israel de que si salía elegida, Dios no lo quiera, podrían hacer lo que quisieran con el Estado judío, y ella miraría hacia otro lado.
En el caso de que Irán y sus apoderados no hubieran captado ese mensaje, Harris lo agudizó tras su reunión con Netanyahu, cuando en un discurso totalmente innecesario y aterrador ante el público, describió su conversación con el premier israelí como «franca».
«También expresé al primer ministro mi grave preocupación por la magnitud del sufrimiento humano en Gaza, incluida la muerte de demasiados civiles inocentes», expresó en tono acusador.
«Y dejé clara mi seria preocupación por la terrible situación humanitaria allí, con más de dos millones de personas enfrentadas a altos niveles de inseguridad alimentaria y medio millón de personas enfrentadas a niveles catastróficos de inseguridad alimentaria aguda», agregó Kamala.
¿Sabía Harris que mientras ella hablaba, había cientos de camiones de alimentos y ayuda humanitaria esperando en el lado gazatí de la frontera que Israel dejaba entrar, pero que la ONU no entregaba? ¿No sabía que eran Hamás y la ONU quienes merecían su reprobación?
Sin embargo, Harris fue por más, asegurando: «Lo que ocurrió en Gaza en los últimos nueve meses es devastador: las imágenes de niños muertos y personas desesperadas y hambrientas que escapan en busca de seguridad, algo que fue nombrado por el ex presidente estadounidense Donald Trump y que fueron desplazados por segunda, tercera o cuarta vez. No podemos mirar hacia otro lado ante estas tragedias. No podemos permitirnos insensibilizarnos ante el sufrimiento. Y yo no me callaré».
*Martin Oliner es el presidente de los Religious Zionists of America (Sionistas Religiosos de América), presidente del Culture for Peace Institute (Instituto Cultura de Paz), y miembro del comité de la Agencia Judía. Además, integra el Consejo Conmemorativo del Holocausto de Estados Unidos, nombrado por el expresidente estadounidense Donald Trump.