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The Jerusalem Post | Opinión: Israel debe convertir el dolor por el asesinato de los Bibas en propósito y fuerza

Por M S
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Itongadol.- (Nadav Weil* – The Jerusalem Post) Un bebé (Kfir), un niño pequeño (Ariel) y una madre (Shiri) fueron brutalmente asesinados. Dejaron vivo al padre (Yarden), un acto de crueldad calculado para infligirles un tormento psicológico insoportable.

Ya conocemos la amenazadora naturaleza monstruosa de Hamás. Esto no debería sorprendernos, pero no disminuyamos sus acciones llamándolos animales.

Son seres humanos que eligieron las profundidades de la oscuridad. No los derrotaremos pareciéndonos a ellos, sino siendo quienes somos. Es encarnando la luz como expulsaremos las tinieblas.

Veo que la gente escribe: ‘‘El mundo mira a ciegas’’. Pero seamos precisos: el mundo es inmenso. Hay quienes permanecen ajenos a lo que ocurre en Israel, hay quienes lo saben y permanecen indiferentes porque no toca su realidad inmediata, y hay quienes -instituciones internacionales fallidas, políticos cínicos, voces manipuladoras- mienten, distorsionan y, de hecho, ignoran nuestro sufrimiento.

Nuestros enemigos son numerosos, astutos e implacables. Pero resistiremos, como siempre hemos hecho.

Veo a otros proclamar: ‘‘Nunca perdonaremos, nunca olvidaremos’’. Pero, ¿adónde nos lleva eso? Combatir el fuego con fuego es arriesgarse a consumirse en las llamas. Nuestra historia nos recuerda esta verdad: Masada, donde los zelotes (grupo judío que luchaba por la independencia de Judea frente al Imperio Romano) eligieron la muerte antes que la rendición. Fueron momentos de desafío, pero también lecciones escritas en cenizas y ruinas.

La fuerza no está sólo en la espada, sino en la resistencia de nuestro pueblo que, una y otra vez, convirtió la destrucción en renacimiento.

La historia nos lo demostró una y otra vez. Ya sea en ciclos de venganza entre naciones enemistadas o en el seno de sociedades divididas, el dolor y la ira no procesados conducen en ocasiones a un sufrimiento prolongado.

El peso de los conflictos del pasado, desde el interminable derramamiento de sangre de las venganzas hasta la ruina de civilizaciones que no pudieron escapar a sus ciclos de retribución, nos recuerda que la verdadera fuerza reside en la aceptación y la transformación. Entonces, ¿cómo resistir a Hamás, una fuerza de destrucción?

Una respuesta está en la tierra. La tierra da y quita vida. Cuando el fuego la abrasa, no permanece estéril, sino que se transforma.

Las cenizas de la devastación se convierten en tierra de renovación. Así, también, debemos tomar nuestro sufrimiento y utilizarlo como fuerza de transformación, no para sembrar más dolor, sino para reconstruir, para crecer, para crear vida a partir de la pérdida.

Del mismo modo que los bosques calcinados del Carmel vuelven a crecer tras la devastación, o que los kibbutzim (comunas agrícolas) se construyeron a partir de la tierra estéril, siempre fuimos capaces de encontrar el modo de convertir la destrucción en renovación. Nuestro dolor debe ser la semilla de nuestro futuro, no el peso que nos retiene en el pasado.

Encontrar el equilibrio en tiempos de agonía

Son tiempos de agonía. Nuestras heridas están en carne viva, se reabren constantemente antes de que puedan cicatrizar. El dolor es sofocante, la rabia abrumadora. Es tentador atacar, dejar que el dolor engendre dolor.

Pero debemos encontrar el equilibrio dentro de nosotros mismos. Hamás no será recordado y nuestro dolor no será recordado. Con el tiempo, todas las cosas se desvanecen en el olvido de la historia.

Sin embargo, aquí y ahora, en este momento fugaz, podemos elegir. Al igual que el sol sigue saliendo incluso después de la noche más larga, o como un río se abre camino a través de la piedra con persistencia, también podemos encontrar resistencia en lo que queda. Debemos ser estrellas en el cielo nocturno: cuanto más oscura sea la noche, más brillaremos.

Nuestra fuerza nunca estuvo sólo en el número o en las armas, sino en el espíritu que se niega a extinguirse. Podemos cuidarnos unos a otros, podemos atender nuestra ira, nuestra tristeza, nuestro dolor sofocante. Podemos reconocer nuestra frustración con el mundo tal y como es.

Y luego, podemos elegir convertir esta oscuridad en luz. Al hacerlo, nos aseguramos de que los nombres de Kfir, Ariel, Shiri y todos los que perdimos no sean simplemente recordados, sino honrados de la forma más significativa: afirmando la vida y nuestro compromiso como judíos de ser una luz para las naciones del mundo.

*El autor del artículo es licenciado en Ciencias Políticas y Comunicación por la Universidad Bar-Ilan.

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