Itongadol.- (Nimrod Koren* – The Jerusalem Post) La frustración pública más extendida en relación con la guerra, tras el fracaso del 7 de octubre, se refiere a la incapacidad de Israel para derrotar a Hamás. Aunque Fuerzas de Defensa de Israel (IDF) iniciaron su ofensiva terrestre en Gaza, llevando a cabo una maniobra militar masiva casi ilimitada en recursos o tiempo, Hamás sigue en pie. Ni siquiera los cuantiosos daños causados a la infraestructura y los militantes terroristas, ni la supremacía aérea, naval y terrestre que lograron las IDF, provocaron su colapso.
Durante años, Israel se debatió sobre qué hacer con Gaza. Entre las opciones esbozadas por los responsables de seguridad (por ejemplo, el Instituto de Estudios de Seguridad Nacional -INSS- en 2020), la posibilidad de una ocupación militar figuraba como una de las últimas. Las principales reservas planteadas a la ocupación de la Franja de Gaza se referían al elevado costo de vidas humanas, el caos que se crearía en Gaza y la falta de legitimidad internacional para una operación a gran escala. Sin embargo, no se consideró la posibilidad de que el régimen de Hamás no fuera derrocado.
Al igual que era imposible imaginar la masacre del 7 de octubre antes de que se produjera, también era imposible imaginar que la potencia militar más fuerte de la región, que anteriormente había derrotado a varios ejércitos en seis días, no sería capaz de derrotar a una organización terrorista local cuando se viera obligada a hacerlo.
¿Por qué entonces está invicto Hamás?
La sorprendente respuesta, que estuvo constantemente bajo nuestros ojos, son los túneles, es más, la supremacía subterránea obtenida por Hamás. Todas las demás «ventajas relativas» obtenidas por Hamás ya fueron despojadas; su actividad desde el interior de los centros de población civil -a través de la amplia evacuación, y su método de encontrar refugio en lugares civiles como hospitales, escuelas o mezquitas, negándoles su inmunidad y atacándolos-. A pesar de esto, precisamente la característica premilitar de Hamás, su actividad clandestina, no se vio afectada de forma significativa.
La organización terrorista puebla los túneles, maniobra en ellos, mantiene una cadena de mando, moviliza fuerzas armadas y retiene rehenes bajo tierra. Al mismo tiempo, utiliza los túneles como refugio y sigue excavando nuevos túneles mientras lucha por encima de la tierra. Esta es la fuente de su fuerza y la razón de su supervivencia. Sin los túneles, la guerra probablemente habría terminado ya en octubre. Aunque Israel también opera en los túneles, a una escala significativamente reducida, no está permanentemente en ellos y no se esfuerza por conquistar el medio subterráneo en su conjunto.
Además, las IDF evitan con razón introducir grandes fuerzas en su interior. Sus operaciones subterráneas son similares en alcance relativo a las operaciones llevadas a cabo por Hamás en la superficie: operaciones selectivas y a pequeña escala. Hamás, por su parte, se eleva sobre la superficie, dispara misiles antitanque y se sumerge rápidamente en el túnel, mientras que las IDF descienden bajo la superficie, destruyen al enemigo y la infraestructura, y regresan a la superficie.
La realidad bélica en la Franja de Gaza es menos caótica de lo que parece y, contrariamente a lo que se suele pensar, existe una frontera entre las IDF y las fuerzas de Hamás, sólo que no está donde solía estar, al oeste de los kibutzim (comunas agrícolas), sino que ahora se extiende en la propia superficie del terreno.
La zona sobre el suelo está controlada por Israel, y bajo el suelo está ocupada por Hamás. Durante la entrada terrestre de finales de octubre y la operación masiva de las IDF, las fuerzas de Hamás se retiraron al subsuelo y establecieron allí una línea de defensa. Desde entonces, la mayor parte del tiempo se produjeron operaciones de combate mutuo en la retaguardia del enemigo. Mientras que para Hamás la retaguardia enemiga está ahora en Jabalya o Rafah, para Israel los túneles que hay bajo ella son la retaguardia enemiga.
Las declaraciones que se escuchan en Israel de que el dirigente de Hamás Yahya Sinwar se esconde como un ratón en los túneles no proceden de la falta de respeto que supone buscarlo en las profundas arenas de Gaza, sino principalmente de la frustración y el temor (justificado) de que no sea posible con los medios existentes descender a las profundidades de los túneles y eliminar a los altos cargos de Hamás atrincherados en ellos. Las fuerzas de las IDF que se adentraban en las profundidades de los túneles estaban expuestas a sufrir daños debido al atrapamiento de los pozos y a la falta de protección de las fuerzas.
El Estado judío cuenta con éxitos tecnológicos militares y de seguridad de alto nivel, sin embargo, no estaba significativamente preparado para la guerra subterránea. Tanto en términos de armamento dedicado como de personal entrenado y doctrina de combate, las IDF no disponen de un cuerpo de túneles, de una doctrina de combate integral y de otros recursos necesarios para luchar en el medio principal en el que se encuentra el enemigo de Hamás. La guerra actual nos enseña que al igual que es imposible imaginar una guerra naval eficaz sin acorazados, submarinos y personal naval, tampoco es posible derrotar a una fuerza basada en el subsuelo sin los recursos necesarios.
Para eso, hay que prepararse para cualquier medio de combate (aéreo, naval y terrestre), y para derrotar al enemigo bajo tierra. Si la percepción de que no se puede derrotar al enemigo sin una invasión terrestre es correcta, en el caso de Hamás no se lo puede derrotar sin una invasión subterránea: éste es el territorio del enemigo y allí hay que maniobrar, conquistar y derrotar. Incluso la afirmación relativa a la extensión de los túneles (que alcanza los 500 km.) no proporciona una explicación satisfactoria de por qué no fueron conquistados -hay miles de kilómetros de rutas y decenas de miles de kilómetros de superficie construida en el enclave costero palestino, y sin embargo esto no impidió que fuera conquistado.
En los primeros días de la guerra, junto con la conmoción por la barbarie de los crímenes de Hamás, en Israel y en el mundo se extendió la idea de que Hamás se había suicidado. Muchos asumieron que la masacre llevada a cabo por la organización sellaba su destino y que todo su propósito tras el 7 de octubre era infligir el máximo daño a Israel mientras se derrumbaba y destruía. Parecía como si el «diluvio de al-Aqsa» hubiera puesto fin a la organización que Israel estaba dispuesto a contener mientras su amenaza se limitara a cohetes «goteantes», sesiones de combate una vez cada pocos años y el lanzamiento rutinario de globos explosivos.
Pero la supervivencia de la organización y de sus principales miembros tras una campaña tan poderosa de ocho meses obliga a reexaminar esta suposición sobre el martirio de Hamás. Por lo tanto, cabe plantearse la siguiente pregunta: ¿Pensaba Hamás que Israel le declararía una guerra total? La respuesta, probablemente sea afirmativa. ¿Pensaban sus dirigentes que serían capaces de sobrevivir a este tipo de guerra? También en este caso la respuesta es probablemente afirmativa.
Hamás sabía que contaba con una baza estratégica que había desarrollado a lo largo de dos décadas y que le permitiría sobrevivir incluso en el caso de una ocupación total -terrestre, pero no subterránea- de la Franja de Gaza por parte de Israel. Es posible que esta comprensión de tener en su poder esta tecnología, una cúpula de hierro subterránea, que garantiza una capacidad de supervivencia incluso superior a la de la mayoría de los ejércitos de la región, llevara a Hamás a lanzar el ataque del 7 de octubre y a hacer pleno uso de este activo defensivo, que hasta entonces no había sido cuestionado. Sabiendo que Israel no dispone de medios para superarlo en ese ámbito.
Mientras Israel no disponga de estas capacidades, probablemente no podrá derrotar a Hamás y tendrá que contentarse con asediar y negar su establecimiento en la superficie al grupo terrorista. El reconocimiento de esto también está en el trasfondo del brusco cambio de actitud de la administración Biden, que al principio apoyaba claramente el desmantelamiento de Hamás, pero dejó de hacerlo al darse cuenta de que, desgraciadamente, este objetivo no era práctico con las capacidades existentes.
A pesar de la imagen premoderna, el uso que Hamás fue capaz de hacer de los túneles es pionero, lo que le confiere una supremacía tecnológica en el campo de batalla subterráneo. Al igual que los estadounidenses, Israel también debe contemplar la realidad, más allá de lo frustrante que sea, y esforzarse por conseguir los cambios e intensificaciones pertinentes, pero mientras no disponga de la tecnología y los recursos necesarios para una derrota, debe esforzarse por conseguir un alto el fuego y, sobre todo, un acuerdo para la devolución de los rehenes. Este sigue siendo el orden del día.
*: Nimrod Koren es asesor político y miembro del foro de investigadores del Centro Elyashar del Instituto Ben-Zvi de Jerusalem.