El mundo se pregunta quién es Abu Mazen, el hombre elegido para sustituir al rais Arafat ¿Quiere guiar al pueblo en la continuación de la intifada o hacia el compromiso y la paz? ¿Es la copia de Arafat con la kefia sobre los hombros o es su antítesis? El programa propuesto -el retorno de los palestinos exiliados, las fronteras de 1967 y Jerusalén, capital del futuro Estado palestino- es idéntico al programa del rais.
En algunos casos Abu Mazen lo ha igualado también en el extremismo verbal, como cuando ha llamado a Israel el enemigo sionista.Pero la impresión, en cambio, es que nos encontramos ante un giro en la política palestina.
El pueblo que lo ha votado lo ha hecho sabiendo que perdió el puesto de primer ministro porque dijo que la lucha armada -léase el terrorismo- había sido un error.Yhoy la gente vive en su piel las consecuencias de este error: el luto, la miseria, los prisioneros, los atentados y las réplicas han hecho que la gente ya no pueda aguantar más. Los palestinos quieren comenzar a vivir, y saben que el choque frontal no lleva a ninguna parte. Por otro lado, la cultura del martirio y la demonización de Israel son el pan cotidiano desde hace casi cinco años. La contradicción está en que un pueblo deseoso de paz se ha tenido que acostumbrar a la guerra y a una tensión sin precedentes. Sharon, por su parte, aunque sea durísimo con el terrorismo, espera ahora recuperar un socio, porque esto le beneficiaría en las relaciones internacionales; Abu Mazen, por la suya, goza del apoyo mundial a su persona y puede sentarse a negociar con ventaja, siempre que dé señales de seguir una línea moderada.
Yaquí entramos en un punto delicado: si el mundo no ayuda a los palestinos a conquistar su propio Estado sin obligarles a la vez a combatir el terrorismo, entonces empujará a Abu Mazen hacia el radicalismo, simbolizado por la kefia de Arafat. Israel -esto es evidente- hará notables concesiones sólo si los cohetes kassam cesan de llover y los autobuses dejan de explotar. Por tanto, Europa ha de respetar a Abu Mazen hasta el punto de pedirle, a cambio de las acostumbradas ayudas, que sea aquel rais moderado que quizá quiere llegar a ser.
FIAMMA NIRENSTEIN
LA STAMPA
Fte LVD