Sólo los Estados Unidos, país que entrega anualmente miles de millones de dólares a Israel para la compra de aviones de combate y otros equipos militares, tuvo palabras más suaves al afirmar que lo ocurrido en Jenín no fue para tanto.
Los más duros fueron los países árabes y musulmanes, entre ellos, Sudán, Túnez, Egipto, Jordania, Pakistán, Malasia, Indonesia, Marruecos, Irán o Siria, entre otros.
«Queda demostrado que Israel tiene mucho que esconder y mucho de lo que avergonzarse», dijo el representante de Siria, Faisal Mekdad, quien lamentó que el Consejo de Seguridad no tomara acción alguna para obligar a Israel a aceptar la comisión de investigación.
Faisal Mekdad ironizó acerca de las exigencias que Israel impuso todo el tiempo a la composición de la comisión «como si el acusado tuviera derecho a nombrar los jueces».
A ellos se unió la Unión Europea por boca del embajador español, Inocencio Arias, quien afirmó que «Israel afirma que no tiene nada que esconder, pero usando las palabras del secretario general de la ONU (Kofi Annan), una larga sombra permanecerá sobre los recientes acontecimientos en el campamento de refugiados de Jenín en ausencia de la investigación».
Inocencio Arias, que también habló en nombre de otros doce países de la región, exigió a Israel que «respete los principios humanitarios, incluidas las convenciones de la ONU sobre protección de civiles en tiempos de guerra» y que ponga fin a las «ejecuciones extrajudiciales».
El embajador ruso, Sergey Lavrov, se unió a las críticas y dijo que en opinión de su país «todas» las resoluciones del Consejo de Seguridad tienen que respetarse, por lo que no hay lugar al rechazo israelí.
El embajador irlandés, Richard Ryan, comentó por su parte que «Israel es quien más tiene que perder» de que no se envíe la comisión, porque siempre quedará la sospecha.
Otros países latinoamericanos, también lamentaron la pasividad del Consejo de Seguridad, cuya credibilidad «está minada» por el incumplimiento de las resoluciones «en especial sobre Oriente Medio», según dijo la embajadora de México, Roberta Lajous.
Sólo el embajador de los Estados Unidos, James Cunningham, no censuró la acción de Israel y aunque afirmó que su Gobierno lamentaba que no se enviara la comisión, puso la atención en que «según emerge lo que aconteció, no ha habido matanzas en Jenín».
También desvió la atención de la cuestión de Jenín al afirmar que ha habido «progresos» en el cumplimiento de las resoluciones sobre Israel y al afirmar que la prioridad ahora es la crisis humanitaria que se vive en los territorios palestinos.
Pese a la pasividad del Consejo de Seguridad, el embajador palestino ante la ONU, Naser al-Kidwa, exigió que los presuntos responsables de los crímenes de guerra que pudieron ser perpetrados en este campo de refugiados sean puestos ante la Justicia.
«Lo que ha hecho el Consejo de Seguridad es un auténtico escándalo, una ruptura de la Carta de las Naciones Unidas y un abandono de sus responsabilidades», clamó al-Kidwa.
El representante palestino indicó que si el Consejo de Seguridad no es capaz de actuar, entonces llamará a la Asamblea General de la ONU para que lo haga.
Para al-Kidwa, «la posición de Israel muestra sin duda que su Ejército ha perpetrado horribles atrocidades, crímenes de guerra y quizá matanzas».
El embajador israelí, Iehuda Lancry, por su parte, rechazó las acusaciones vertidas por al-Kidwa y dijo que su país solo había pretendido que la comisión de la ONU tuviera unos «parámetros y principios claros».
Además, dijo que quería señalar que en Jenín «hubo una intensa batalla entre el Ejército y los terroristas», afirmó Lancry, quien para minimizar las acciones del Ejército de su país afirmó que sólo hubo «47 palestinos armados muertos» y que como muestra de la lucha hubo 23 soldados israelíes que perdieron la vida.
En un intento por salvar la imagen del Consejo de Seguridad, el presidente de turno del Consejo de Seguridad, el embajador de Singapur, Kishore Mahbubani, explicó con detalle todas las horas de negociaciones de ese órgano en los últimos días, pero tuvo que reconocer que al final «la credibilidad» del Consejo está en duda.
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