Una de estas familias es la de Alex Zitserman (32), un ingeniero especializado en producción y exportación de frutas que vivía en Cipolletti con su mujer, Paola —que da clases de tango bailado—, y sus tres chicos, de 11, 9 y 1 año. «Israel es el lugar que nos abrió las puertas para integrarnos como pares, como ciudadanos desde el primer momento, lo que es importante en un proyecto familiar y no económico como el nuestro», dijo Alex.
Pero en el caso de Ernesto y Mirta Cobrinsky (54), la sensación que transmiten se resume en «venimos del infierno». Ernesto explica: «Tenía una industria de confección que tuvimos que cerrar por las importaciones baratas. Luego pusimos una flotilla de fletes. A uno de los camiones me lo chocaron mientras estaba estacionado, pero ya hace nueve años que estoy en juicio y aún no recibí ni un centavo de indemnización, de tan efectiva que es la justicia argentina».
—-Pero usted llega hoy a los 54 años y en medio de una cuasi guerra en Oriente Medio.
—Cada uno tiene su destino marcado —dice Cobrinsky—. Una compañera nuestra del grupo de preparación para venir a Israel decidió en marzo postergar el viaje por varios meses, por temor al peligro en Israel. Murió en forma absurda el domingo 7 de abril. Se llamaba Sandra Olijavezky y trabajaba de fonoaudióloga. Es la chica a la que, después de visitar a sus padres y cuando esperaba el tren en la estación Caballito, intentaron robarle la cartera y se cayó a las vías.TEL AVIV. ESPECIAL PARA CLARIN