RAMALLAH.- Lo combaten, lo acusan. Lo llaman el «muro del apartheid» (Abu Ala) y el «muro del racismo»(Arafat). Pero esa barrera, ilegal para las Naciones Unidas, que separará, a lo largo de 700 kilómetros, a los israelíes de los palestinos, y que se interna en la profundidad de sus territorios, es también un negocio de millones de dólares por kilómetro. La gran obra de Medio Oriente parece ser un negocio demasiado tentador como para no intentar tener participación en él.
Desde hace tiempo corre la voz (y por el momento continúa) de que el primer ministro palestino, Ahmed Qureia, conocido como «Abu Ala», ha contribuido a cementar ese límite. Ahora, sin embargo, existe la prueba de que importantes representantes del establishment de Ramallah han vendido a los israelíes millares de toneladas de cemento para construir esa barrera.
Figura en un informe del Parlamento palestino y ha sido transmitido a la magistratura, que ahora estudia los alcances del tema: más de 5 millones de dólares de ganancias, cinco compañías palestinas involucradas, dos ministros implicados y sospechados que rozan al renombrado Mohammed Rashid, el «gran tesorero» de Arafat, al cual el Corriere della Sera tuvo acceso, permitieron reconstruir este «escándalo del cemento».
En esta historia se encuentran los nombres más importantes de la economía palestina. Es decir, del gobierno. Porque como afirma el historiador Markus Bouillon, quizás el mayor experto en economía palestino israelí, «los tunecinos» (como se apoda a los hombres que compartieron el exilio con Arafat en aquel país norafricano) no forman parte sólo de la elite política. Al regresar a Ramallah, fundaron sus compañías monopolizando los intercambios con Israel, justamente gracias a las relaciones instauradas durante el «proceso de paz». En cierto sentido, el «cemento» es la continuación de los negocios iniciados en los tiempos de Oslo.
Fte La Nacion