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Lo política extranjera de Argentina ha sido crecientemente combativa en los últimos meses. Además de elevar el calor en su larga disputa con Gran Bretaña por las Islas Malvinas Argentinas, el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner también nacionalizó una compañía petrolera controlada por España sin proveer un centavo de compensación y se enfrentó con Ghana por la incautación de una fragata naval.
Esta semana la Argentina agregó a Israel a su lista de puentes rotos. El 27 de enero su ministro de relaciones exteriores anunció que el país colaboraría con Irán para formar una comisión de la verdad conjunta que investigará el atentado a la AMIA de 1994, un centro judío de Buenos Aires. Nadie ha sido enjuiciado por estar involucrado en el bombardeo, el cual mató a 85 personas e hirió a cientas. Pero los fiscales de Argentina, INTERPOL, Israel y los grupos de apoyo al Estado Judío han acusado públicamente a Irán de dirigir el ataque y enviar a Hezbollah para su ejecución.
La larga investigación del atentado ha estado empañada con corrupción, ofuscación e intriga política. A pesar de la confianza de las cortes argentinas, algunas fuentes importantes todavía cuestionan si los funcionarios iraníes realmente ordenaron el ataque. James Bernazanni, ex jefe de la unidad de Hezbollah en la Oficina Federal de Investigación de América y asistente de los investigadores argentinos, ha dicho que a pesar de que sospecha que la República Islámica haya participado del ataque, los argentinos han ofrecido pocas pruebas.
Irán niega estar involucrado y espera que la nueva comisión establezca su inocencia. Si es aprobada por las legislaturas de cada país, como se espera, consistirá de cinco miembros que no pueden ser nativos de ninguno de los dos países – dos designados por cada país más un tercero acordado entre ambos. Los comisionados revisarán toda la información juntada por ambas partes, permitirán que las autoridades argentinas interroguen a los sospechosos en Irán y eventualmente harán sugerencias en línea con las leyes de cada país.
El 27 de enero la presidenta Fernández dijo que este acuerdo era “histórico” no menos de 10 veces por la red social Twitter. “Histórico”, escribió. “Después casi de 19 años desde el atentado a la AMIA hemos alcanzado por primera vez un instrumento legal de ley internacional entre Argentina e Irán para avanzar sobre el conocimiento de la verdad sobre el atentado”, dijo.
Israel y muchos líderes judíos argentinos prominentes difieren. Argumentan que Irán nunca permitirá que la comisión revele información incriminatoria. “¿Cómo será posible cerrar el caso al colaborar con aquellos que han negado estar involucrados en el atentado? Además, ¿cómo puede la Argentina confiar en un régimen totalitario sin ningún tipo de respeto por los derechos humanos?”, preguntó Sergio Widder, director de Latinoamérica para el Centro Simon Wiesenthal. Tanto AMIA como DAIA, la organización política de la comunidad judía, lanzaron una declaración criticando el acuerdo. La reacción en el exterior también ha sido dura: David Harris, director ejecutivo del Comité Judío Americano, vinculó la formación de la comisión con “pedirle a la Alemania nazi que ayude a establecer los hechos de la Kristallnacht”.
La decisión podría causar que aumenten las tensiones entre el gobierno argentino y la comunidad judía del país, la cual es la séptima más grande del mundo y la más importante de Latinoamérica. El difunto marido de Fernández y ex presidente argentino, Néstor Kirchner, era visto con cariño pro muchos judíos argentinos. Él tuvo fue quien revivió el caso AMIA después de muchos años de investigaciones ineficientes, y se encontraba frecuentemente con líderes judíos. Durante su presidencia las cortes argentinas acusaron formalmente a ocho funcionarios iraníes, incluyendo al ex presidente del país, por estar involucrados en el atentado a la AMIA.
Luego de asumir su puesto, Fernández reforzó su postura con la colectividad – como los judíos argentinos se llaman usualmente a sí mismos – al designar a varios judíos a posiciones importantes del gabinete. Incluyen a Axel Kiciloff, vice ministro de economía, y Héctor Timerman, ministro de relaciones exteriores. La selección de este último fue particularmente notable debido a que su padre Jacobo era editor de un periódico judío muy conocido, quien emigró a Israel luego de haber sido capturado y torturado durante la dictadura militar de 1976-83 de Argentina.
Sin embargo, a fines del 2011 Fernández echó agua fría a la relación al suavizar su contacto diplomático con Irán. Ese año, la delegación argentina no se retiró durante el discurso del presidente iraní, Mahmoud Ahmadinejad, en la Asamblea General anual de las Naciones Unidas, como lo había hecho en otros años. Más temprano este año, los líderes judíos se vieron alarmados al escuchar informes de que funcionarios argentinos estaban hablando con contrapartes iraníes sobre encontrar una solución conjunta al caso.
Los intereses de Irán son fáciles de entender. Debido a las duras sanciones económicas puestas sobre su país por su programa nuclear, la República Islámica está sufriendo escasez en muchos productos esenciales y está desesperado en buscar aliados y compañeros comerciales. Argentina no ha honrado las sanciones y se ha convertido en el séptimo mayor exportador a Irán. Le provee principalmente maíz, soja y trigo. Durante la presidencia de Fernández, las exportaciones de Argentina Irán crecieron de $319 millones a $1.08 billones.
La racionalidad de Argentina es menos obvia. Según Sergio Berenztein, un consultor político, Fernández podría estar suavizando las relaciones con Irán como un gesto de apoyo a sus aliados izquierdistas de Latinoamérica, como Cuba y Venezuela, así también como buscando promover un “mundo multipolar” no dominado por los poderes occidentales tradicionales. Pero también podría tener razones económicas para mejorar sus lazos. Las políticas intervencionistas argentinas le han forzado a importar grandes cantidades de energía y es posible que Irán ofrezca términos generosos a cualquier país dispuesto a burlarse de Occidente y comprar petróleo iraní.