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Un grave daño para los israelíes. Por Yossi Beilin

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Israel no ha cooperado en ningún momento con el tribunal, no ha comparecido ante él y no ha reconocido nunca su autoridad para decidir sobre la cuestión del muro.

Con la publicación de este fallo, se ha apresurado a denunciar la composición del tribunal y el hecho de que algunos de sus jueces procedan de países no democráticos que no respetan los derechos humanos.

Las críticas al tribunal y a su absoluta falta de consideración de las razones de la construcción del muro (los persistentes ataques terroristas palestinos, que han causado miles de víctimas) son típicas de la mayoría de las voces que se oyen en Israel; en el lado palestino, también son típicas las voces de alegría que celebran la victoria legal.

Sin embargo, ése no es el terreno adecuado. Es casi seguro que el fallo del tribunal llegará a la Asamblea General de las Naciones Unidas, que lo aprobará; pero, al mismo tiempo, el muro seguirá en pie.

En Israel persistirá la sensación de que «todo el mundo está contra nosotros», y los palestinos seguirán alegrándose; pero la realidad permanecerá inalterada.

Ariel Sharon se opuso a las voces que, a partir del año 2001, pedían en Israel la construcción de una valla para impedir la infiltración de terroristas suicidas. Su oposición nacía del temor a que semejante valla se convirtiera en una frontera con significado político.

Cuando creció el apoyo público a la construcción de la valla, en un contexto de auge del terrorismo, Sharon se vio obligado a construir la división y decidió establecerla en el corazón de Cisjordania, siguiendo un trazado acorde en gran medida con la frontera definitiva —tal como él la imagina— que deberán decidir Israel y el Estado palestino.

El debate interno sobre la valla se convirtió en un debate sobre su trazado. Según el bando de la paz, debía seguir la frontera de 1967 (la llamada línea verde) entre Israel y Jordania, tal como existía antes de la Guerra de los Seis Días. Según la derecha, debía incluir tantos asentamientos como fuera posible con el fin de impedir una situación en la que algunos quedaran fuera del nuevo consenso israelí.

El resultado ha sido un nuevo itinerario, largo, serpenteante y muy problemático desde el punto de vista de la seguridad, que incorpora a Israel unos 400.000 palestinos y que ha convertido en insoportable la vida de algunos de ellos porque los aísla de tierras, lugares de trabajo, escuelas y hospitales.

Las apelaciones conjuntas realizadas por israelíes y palestinos han hecho que el Tribunal Supremo israelí dictara recientemente la necesidad de un importante cambio en el trazado original de la valla y de una mayor aproximación a la línea verde con el fin de hacer algo más fácil la vida de los palestinos.

Es cierto que la decisión del Tribunal Internacional de Justicia aumenta la presión sobre Israel; sin embargo, la decisión del tribunal israelí no ha encontrado la misma oposición interna en relación con la legitimidad de su intervención.

El deber del bando de la paz en Israel es hacer un esfuerzo supremo para lograr que, al final, la valla esté sumamente cerca de las fronteras de 1967. Puede hacerse combinando la presión política en la Knesset y en las manifestaciones con la presión legal por medio de peticiones al Tribunal Supremo.

Es verdad que el fallo del Tribunal Internacional de Justicia de La Haya aumenta la sensación de aislamiento de Israel, pero esta sentencia por sí sola no modificará la valla.

Quienes modificarán la valla serán los israelíes conscientes del grave daño que les causa debido a la creciente hostilidad de los palestinos, víctimas de las gravísimas dificultades engendradas por la construcción del muro.-
Fte Clarín .

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