En primer lugar, Israel no construye la valla en territorio que bajo la ley internacional pueda llamarse «tierra palestina». La valla se levanta en territorios en disputa que Israel ganó en una guerra defensiva en 1967 a una ocupación jordana que la comunidad internacional nunca reconoció.
Tanto Israel como los palestinos se adjudican la propiedad de esa tierra. Según la Resolución 242 del Consejo de Seguridad, esta disputa debe resolverse mediante una paz negociada que proporcione a Israel fronteras seguras y reconocidas.
En segundo término, la valla no es una frontera política permanente, sino una barrera de seguridad temporaria. Siempre puede retirarse una valla. Hace poco Israel eliminó 19 kilómetros de valla a los efectos de facilitar la vida cotidiana palestina. El mes pasado, por otra parte, la Corte Suprema de Israel dispuso que el gobierno desviara otros 32 kilómetros de la valla con el mismo propósito. De hecho, la línea indefendible sobre la cual muchos sostienen que debería pasar la valla —la que existía entre Israel y las tierras árabes antes de la guerra de 1967— es la única que no tendría ninguna relación con la seguridad y tendría, en cambio, mucha relación con la política.
Una línea basada verdaderamente en la seguridad comprendería dentro de la valla tantos judíos y tan pocos palestinos como fuera posible. Eso es precisamente lo que hace la valla de seguridad de Israel.
Al adentrarse en menos del 12% de Cisjordania, la valla comprendería un 80% de judíos y sólo un 1% de palestinos que viven en los territorios en disputa. La valla detendrá así los intentos de los terroristas de ciudades palestinas de alcanzar grandes centros de población israelíes.
En tercer lugar, las vallas demostraron ser muy eficaces contra el terrorismo. De los centenares de atentados suicidas con explosivos que tuvieron lugar en Israel, sólo uno se originó en la zona de Gaza, donde tienen su base Hamas y la Jihad Islámica. ¿Por qué? Porque Gaza está rodeada por una valla de seguridad.
Si bien no está terminada, la valla de seguridad de Cisjordania ya redujo de forma drástica el número de atentados suicidas.
El obstáculo para la paz no es la valla sino los dirigentes palestinos que, a diferencia de figuras anteriores como el egipcio Anuar Sadat y el rey Hussein de Jordania, todavía tienen que abandonar el terrorismo y el objetivo ilegítimo de destruir Israel. Si Israel llega a un acuerdo que exija cambios en la valla con futuras autoridades palestinas que apuesten a la paz, esos cambios se harán. Y si esa paz resulta ser genuina y perdurable, no habrá ninguna razón para la existencia de una valla.
En lugar de procesar a los terroristas palestinos y a quienes los dirigen, la corte internacional que auspician las Naciones Unidas condenó al Estado judío con el argumento de que Israel atenta contra la calidad de vida de los palestinos. Sin embargo, salvar vidas es más importante que preservar la calidad de vida. La calidad de vida siempre puede mejorarse. La muerte es irreversible.
Los palestinos se quejan de que sus hijos llegan tarde a la escuela debido a la valla. Pero demasiados de nuestros hijos nunca llegan a la escuela porque los matan los terroristas que ingresan a Israel por los lugares donde aún no hay valla.
En los últimos cuatro años, los terroristas palestinos atacaron pizzerías, discotecas, bares y ómnibus israelíes y dieron muerte a mil de nuestros ciudadanos. A pesar de ese encarnizamiento sin precedentes, el informe de la corte sólo menciona el terrorismo dos veces, y sólo en citas de la posición de Israel respecto de la valla. Dado que la decisión de la corte 2se burla del derecho a defenderse de Israel, el gobierno israelí la ignorará. Israel nunca sacrificará la vida de los judíos en el deteriorado altar de la «justicia internacional».
Fte Clarín .