La decisión de la Comisión Directiva de la AMIA de convocar a una nueva sesión de la Asamblea Electora para el 7 de noviembre, tomada en una reunión que más de un asistente consideró extremadamente corta, abre un interesante cuarto intermedio en la resolución de la inusitada situación planteada a partir del momento en que se conoció el resultado de la elección del pasado domingo 10 de abril: el planteo de desconocer la tradición de que la presidencia de la institución le corresponde a la primera minoría.
Si bien el secretario general de la AMIA, Julio Schlosser, explicó que se decidió lo que se decidió luego de que mantuviera reuniones con los principales referentes de las cuatro listas que participaron de la elección y que todas aceptaran esa fecha, algunos miembros de la comunidad expresaron su asombro -por denominarlo de alguna manera- en textos subidos a facebook.
También fueron varios los directivos, Schlosser entre ellos, que comentaron que si en esta venidera sesión de la Asamblea Electora no se designa a los miembros de la próxima Comisión Directiva, no quedará otra opción que convocar a la masa societaria a nuevas elecciones, posiblemente para abril de 2013.
La situación actual podría explicarse de la siguiente manera: los representantes de asociados electos el 10 de abril se encuentran agrupados en dos grandes bloques, quienes pretenden que la presidencia de la AMIA le corresponda a la primera minoría, el Bloque Unido Religioso (BUR), y aquellos que opinan que no, debido a que éste sólo obtuvo el 41 por ciento de los votos y pretenden que presida la AMIA un dirigente que represente al 59 por ciento restante.
De acuerdo al cálculo que se hacía los últimos días, cada uno de esos sectores sumaría 45 representantes de asociados, es decir que si no se llegara un acuerdo, cualquiera de ellos haría fracasar nuevamente la Asamblea Electora mediante su no asistencia, al no poder sesionar la misma por falta de quórum.
En base a este pronóstico es que ciertos dirigentes opinan que el llamado a nuevas elecciones será la única salida posible a este atolladero –en el sentido de “obstáculo que impide la continuación de un proyecto, de una empresa, de una pretensión”–; en este caso, alguna de las dos “pretensiones” a las que nos referimos más arriba.
Pero todas estas consideraciones pueden llegar a ser simples elucubraciones, pues se basan en las opiniones y pareceres de personas íntimamente allegadas al devenir político interno de la comunidad, mientras que se desconoce cuál es el parecer de los socios de la institución, quienes pagan su cuota mensual en forma regular, utilizan sus servicios y, normalmente, son convocados cada tres años a votar para elegir a quienes estatutariamente los “representan” y que integran una lista electoral encabezada por dirigentes que les son conocidos y a quienes consideran capacitados para dirigir la institución.
¿Seguirán pensando lo mismo luego de observar que, transcurridos más de 100 días del acto electoral, no lograron ponerse de acuerdo en cómo conformar la nueva Comisión Directiva de la AMIA? Éste es un interrogante que quizá sólo se responda si llegase a ser necesario convocar a nuevas elecciones.
Creemos que éste es el tema central que debería ocupar, y preocupar, a los referentes y dirigentes de las listas electorales que integran los dos grandes bloques que describimos más arriba, pues no sea que por mantenerse firmemente en sus concepciones –lo cual es para nada criticable–, lo que logren a futuro es todo lo contrario de lo que pretenden.
Es por esto –ver cómo actuará la dirigencia– que consideramos interesante el cuarto intermedio abierto hasta el 7 de noviembre.
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