Itongadol.- El 7 de junio de 2010, la sede de la AMIA recibió por primera vez la visita del cardenal primado de la Argentina, Jorge Mario Bergoglio, en un gesto que dejó una huella profunda en la relación entre la Iglesia Católica y la comunidad judía del país. El encuentro, que se produjo en vísperas del 16° aniversario del atentado perpetrado en 1994, fue considerado un momento histórico por las autoridades de la mutual judía.
Bergoglio fue recibido por el presidente de la AMIA, Guillermo Borger, y por miembros de la Comisión Directiva. Durante su paso por el edificio de la calle Pasteur 633, colocó una ofrenda floral y rezó ante el monumento que recuerda a las 85 víctimas fatales del atentado. Luego, en un encuentro privado, dialogaron sobre distintas problemáticas sociales y se plantearon acciones en conjunto en favor de los sectores más vulnerables de la sociedad.

“El cardenal es un ferviente defensor del diálogo interreligioso”, expresó Borger, y destacó la “sensibilidad” de Bergoglio ante la tragedia. “Es un luchador en todo lo que tiene que ver con lo social”, agregó. La visita se enmarcó, además, en una serie de acciones compartidas entre la AMIA y Cáritas, y fue previa al Coloquio Internacional sobre Derechos Sociales que ambas instituciones organizaron conjuntamente.
Bergoglio definió a la AMIA como “una casa de solidaridad, un lugar que nos evoca una historia de sangre y dolor, un eslabón más en la cadena de dolor que el pueblo elegido de Dios ha sufrido a lo largo de la historia”. Al referirse al acto conmemorativo, expresó que la placa con los nombres de las víctimas representa “un recuerdo”, y reiteró su valoración por “la solidaridad de una comunidad por el bien común, que es lo que tenemos que tener los seres humanos como reserva”.

atentado a la AMIA
El compromiso de Bergoglio con el pedido de justicia en la causa AMIA se manifestó en más de una ocasión. En 2005, al cumplirse 11 años del atentado, fue el primero en firmar un petitorio que exigía a los tres poderes del Estado avanzar en el esclarecimiento del ataque. El documento, acompañado por la firma de más de un centenar de personalidades del ámbito religioso, cultural y social, pedía “un país sin impunidad, con justicia, sin discriminación ni excluidos”.
En esa ocasión, Bergoglio se abrazó con el rabino Ángel Kreiman, quien había perdido a su esposa, Susana, en el atentado. El gesto simbolizó un lazo profundo de empatía y acompañamiento que se mantendría con el paso del tiempo.

Tomas Saieg y Guillermo Borger destacaron que, al final de su visita, a pesar de su alto cargo en ese momento, Bergoglio optó por retirarse utilizando la misma línea de subterráneo por la que había llegado, un gesto de sencillez que dejó una profunda impresión.