A poco de empezar la guerra en Irak, el 4 de abril, dos mujeres, una de ellas embarazada, a bordo de un automóvil, se inmolaron frente a un puesto de control de soldados estadounidenses. Tres efectivos y las dos atacantes murieron.
Un año antes, en el primer día de verano en Jerusalén, cuando todos se aprestaban a iniciar el sabbath, se escuchó en el centro de la ciudad la explosión inconfundible de una bomba. Una joven suicida, Ayat Ahkras, de 16 años, se detonó con una poderosa bomba cuando ascendía a un ómnibus blanco y rojo frente a un mercado lleno de compradores.
Aksa, un ala de Al Fatah que es una de las fracciones de la Organización de la Liberación de Palestina, se atribuyó el atentado con una llamada a la radio Al Manar, propiedad de Hezbollah, en el Líbano.
Los separatistas chechenos también usan a sus mujeres en la lucha por la independencia de Rusia. Así quedó demostrado en octubre de 2002, cuando un grupo de unos 50 terroristas tomó el teatro Dubrovka de Moscú. En el equipo de captores había unas 20 mujeres, todas dispuestas a morir. Vestidas de negro de pies a cabeza, llevaban ceñidos a la cintura pesados cinturones con explosivos. Ninguna de ellas se inmoló, puesto que las fuerzas de seguridad rusa reprimieron a los atacantes al elevado precio de todos los terroristas y más de un centenar de rehenes muertos.
Fte Clarin