Cuando la nación israelí tiene gente hambrienta de pan, los temas sociales deben figurar en el primer lugar de la agenda. Pero es imposible modificar la situación social sin corregir la economía. Mientras no se reanude la inversión, los turistas no regresen y no se detenga la fuga de capitales de Israel, la economía no va a recuperarse. Por otro lado, mientras la situación en materia de seguridad siga inestable, el deterioro social y económico continuará. Para corregir esta situación:
Debe existir una cooperación palestina para la guerra contra el terrorismo. Pero los palestinos no van a ofrecer su cooperación a menos que les presentemos un horizonte político claro. Ese horizonte es la visión que presentaron el presidente norteamericano George W. Buh y el llamado Cuarteto (Naciones Unidas, Estados Unidos, Rusia y la Unión Europea): una solución permanente basada en dos Estados viviendo codo a codo. No existe posibilidad de que Israel acepte la posición palestina, de la misma forma que no existe posibilidad de que los palestinos acepten la posición israelí. El único camino es que ambos pueblos acepten el compromiso internacional que es apoyado hoy por casi todo el mundo y por una mayoría de la gente en ambos países.
Sin el apoyo internacional, los palestinos no van a poder establecer un Estado mientras que a Israel le resultará difícil alcanzar la paz. El primer ministro Ariel Sharon dice aceptar la visión de Bush, pero no está dispuesto a someter esa posición al gobierno para su aprobación. Las vacilaciones no dan lugar a la aparición de ninguna política.
Cualquier acuerdo con los palestinos puede —y debe— redactarse de forma tal de que las cosas se hagan de forma simultánea: una guerra contra el terrorismo, negociaciones para una solución permanente y reformas para el gobierno palestino. Si condicionamos un elemento a otro, todo permanecerá estancado, tal como lo está desde hace dos años.
Se debe congelar la construcción de nuevos asentamientos y debemos anunciar estar dispuestos a incluir la eliminación de asentamientos en cualquier acuerdo permanente, tal como propuso el presidente Clinton en Camp David. Los asentamientos dejaron fuertes bajas entre la sociedad israelí, consumieron presupuestos y dificultaron el trazado de un mapa de paz y seguridad.
No hay tiempo que perder. Dentro de tres o cuatro años, habrá un nuevo Oriente Medio o un Oriente Medio nuclear, lleno de terroristas en todos los rincones. Un Oriente Medio lleno de temor, hostilidad y pobreza o uno libre de armas y economías atrasadas. Podría ser un Oriente Medio que coopera en infraestructura, tenga un buen manejo económico en la industria y cuente con servicios basados en tecnologías nuevas —tal como ocurrió en Europa y ocurre en China, el este asiático, India y hasta Latinoamérica—.
El ala de la derecha buscó —y nosotros en el Partido Laborista lo intentamos con ella— alcanzar la paz, la seguridad y el crecimiento económico. Ese esfuerzo fracasó por dudas, titubeos, dilaciones y horizontes perdidos. El mandato volvió al pueblo y éste debe ahora decidir si quiere un nuevo Oriente Medio o pobreza social y fracaso político.
Copyright Clarín y Global Viewpoint, 2002. Traducción de Silvia S. Simonetti.