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«No habrá paz sin la retirada israelí de los territorios ocupados»,AMRAM MITZNA

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A la cabeza de un debilitado partido llevado por su anterior jefatura —los ex ministros Benjamin Ben Eliezer y Shimon Peres— a la triste posición de socios del premier Sharon y su política de fuerza, Mitzna tiene dos meses para tratar de hacer algo que hoy parece imposible: convencer al 63 por ciento de los israelíes que está dispuesto a avalar un acuerdo de paz basado en la retirada israelí de la casi totalidad de los territorios ocupados en junio de 1967.

«No habrá paz sin retirada de los territorios. Sin retirada de los territorios sólo aumentará la violencia de ambas partes y la situación económica solo empeorará más que en estos dos últimos años. No habrá ni paz ni progreso económico, sino todo lo contrario», asegura.

De su probable rival Sharon —si gana las internas del Likud mañana— Mitzna piensa que «su política es peligrosa para la seguridad del Estado, ya que nos empuja a un círculo de sangre interminable».

Mitzna está convencido —y así también lo indican las encuestas— que la mayoría de los israelíes apoya la retirada de los territorios ocupados, incluyendo a las colonias, aunque se exprese a favor de Sharon y su gobierno.

—Tanto en su partido como en la derecha hay quienes apoyan una retirada unilateral y el levantamiento de una muralla entre israelíes y palestinos. ¿En qué se diferencia su posición de la de ellos?

—La derecha plantea una muralla imposible, ya que pretende mantener la provocativa presencia de cerca de 150 colonias judías en medio de poblaciones palestinas en Cisjordania y Gaza. Esto es ilógico, desde el punto de vista de la posibilidad de defenderlas, y amoral, por el sufrimiento que la ocupación civil y militar israelí produce a los palestinos. Yo me comprometo de antemano a una completa retirada —civil y militar— de Gaza y a dar un año a las negociaciones con los representantes elegidos por los palestinos para llegar a un acuerdo sobre Cisjordania. Israelíes y palestinos sabrán que al término del año comenzará la separación, preferiblemente en acuerdo, pero de ser necesario también de manera unilateral.

—¿Con quién pretende tratar la separación? La derecha ve a Arafat como un interlocutor irrelevante, y lo acusa de ser responsable del terror palestino.

— Y por eso envía clandestinamente a Omri, el hijo de Sharon, o a Dov Vaisglas, su abogado y hoy director de la oficina de gobierno, a hablar con el «irrelevante». Nosotros seguiremos diciendo la verdad: hay que hablar con los representantes elegidos por los palestinos y Arafat es uno de ellos. Confiamos en que los israelíes están cansados de la mentira, y preferirán —también en las urnas— a quienes decimos la verdad, por difícil que sea.

—¿Qué decisión tomará con respecto a los judíos que viven en Hebrón?

—No habrá más remedio que cortar en carne viva. En esta coyuntura, no hay chance de convivencia para una comunidad judía en medio de la población palestina enemiga. Estoy seguro de que Sharon, con su experiencia militar, sabe que es imposible ofrecerles una protección total en medio de 170 mil palestinos. Se trata de la única colonia judía que se halla completamente adentro de una población palestina.

El único argumento para estar ahí es el religioso judío. No protege al Estado israelí, tampoco a la judaidad, y tampoco al desarrollo socioeconómico, golpeado por la continuación del enfrentamiento armado con los palestinos. Quien lucha contra la retirada de Hebrón no es un patriota israelí, sino todo lo contrario.

—La derecha plantea que toda retirada hoy será un premio al terror.

—Entiendo que implementar esta decisión será problemático, pero esto no puede ser justificativo para continuar un círculo de sangre sin fin. No soy el primero que plantea la necesidad de retirarse de los territorios. Hasta el mismo David Ben Gurión, el fundador del Estado, alcanzó a expresarse en contra de la eternización de la ocupación israelí de Cisjordania y Gaza. Hay que entender que ningún sistema y ninguna relación puede darse positivamente sin límites, sin fronteras. No entre padre e hijo, no entre vecinos, no entre pueblos. Los límites son la base de toda relación, de toda buena relación. Debemos poner límites entre israelíes y palestinos, para poder establecer mañana relaciones de igual a igual.

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