A comienzos del cuadragésimo año del éxodo, el resto de la población regresó a Kadesh. Fue allí donde murió Miriam, la hermana de Moshé y Aarón.
Una ceremonia especial de purificación fue establecida para aquellos que habían tocado un cadáver o habían estado bajo el mismo techo. Como parte de los ritos fue sacrificada una Pará Adumá (vaca roja) sin defectos fuera del campamento, y quemada junto con madera de cedro, hisopo y un hilo escarlata. Sus cenizas fueron mezcladas con agua de una fuente natural (maim jaim) y salpicadas sobre la persona impura en el tercero y el séptimo día de su impureza. Al finalizar este último, después de haberse lavado las ropas y sumergido en una mikve la persona afectada podía participar nuevamente en el culto del Santuario.
Durante treinta y ocho años los israelitas anduvieron por el desierto y en ese tiempo murieron todos los miembros de la generación mayor, de entre veinte y sesenta años, con excepción de lehoshúa y Calev. A comienzos del cuadragésimo año del éxodo, el resto de la población regresó a Kadesh. Fue allí donde murió Miriam, la hermana de Moshé y Aharón.
A su muerte dejó de fluir el agua del pozo que había acompañado milagrosamente a los israelitas. El pueblo comenzó a murmurar nuevamente contra Moshé por la falta de agua. Hashem dijo a Moshé y Aharón que hablaran a cierta roca, de la cual fluiría agua suficiente para satisfacer a todos. Pero Moshé estaba tan disgustado por la constante falta de respeto del pueblo que golpeó impacientemente la roca en lugar de hablarle. Por no haber cumplido las instrucciones de Di?s y haberlo deshonrado delante del pueblo, no se permitió a ninguno de los dos hermanos entrar en Tierra Santa.
Se instruyó entonces a la gente a fin de que se preparara para las etapas finales de su largo viaje. La única ruta disponible para ellos se extendía a través de la tierra de Edom, al sur del Mar Muerto. Moshé envió mensajeros al rey de Edom solicitando permiso para atravesar su territorio y ofreciendo pagar por el agua que el pueblo y el ganado pudieran beber. El rey no sólo se rehusó, sino que además les obstruyó el paso ubicando una fuerza armada. En consecuencia, los israelitas se vieron obligados a hacer un rodeo por el camino de las fronteras sureñas de Edom. Cuando la congregación llegó al monte Hor-Hahar, Aharón murió y fue sepultado allí. Moshé designó a su hijo Elazar como Cohen Gadol.
Después de rechazar exitosamente un ataque del rey canaanita de Arad, los fatigados israelitas se quejaron amargamente de la falta de agua y alimento. Consiguientemente, fueron castigados con una plaga causada por las mordeduras fatales de feroces serpientes. Cuando el pueblo admitió su error, Moshé ubicó una serpiente de cobre sobre un mástil. Quienquiera que la mirara se curaría.
La congregación que había deambulado por el sur, el este y luego por el norte, pasando por las tierras de Edom y Moav, se detuvo cuando llegó al río Arnón, la frontera entre Moav al sur y Emor al norte.
Sijón, rey de Emor, no quiso permitir que los israelitas pasaran por su tierra y lanzó su ejército contra ellos. Empero, con la ayuda de Hashem, la batalla terminó con la derrota total de los emoritas. Volviendo hacia el norte, a las fértiles tierras de Guilad y Bashán, los israelitas derrotaron la resistencia de Og, rey de Bashán, y tomaron posesión de su territorio. La tierra al este del Jordán había sido conquistada y los israelitas acamparon finalmente en la frontera de Moav frente a Jericó.
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Entre los grandes milagros que ocurrieron para los judíos en el desierto, están los milagros de los valles de Arnón. A éstos alude el texto cuando dice: «Lo que les brindó en el (Mar del) Suf y en los valles de Arnón. Y lo que se derramó en los valles que se inclinó… y se apoyó hacia la frontera de Mohav, y de ahí hacia el pozo (de agua)».
Los Midrashim explican (y Rashi lo transcribe en su comentario a la Torá) que había ahí un valle entre dos altos montes aledaños. Los hijos de Israel debían transitar por el valle. Los Emoritas se emboscaron en las cuevas que había en esas montañas y se aprestaron para atacar a los judíos cuando pasasen por el angosto valle. ¿Qué hizo el Altísimo? «Tembló el monte de la Tierra de Israel… y se acercó hacia el monte de Mohav y los mató» (a los enemigos que acechaban en las cuevas).
Pero aquí no terminaron los milagros. «Dijo el Altísimo: ¿Quién hará saber a mis hijos de estos milagros?…»
Después que pasaron, volvieron los montes a sus respectivos lugares y el pozo (de agua) descendió al valle y subió de ahí la sangre de los muertos… Israel vio y entonaron el cántico» A ese canto se refiere el texto cuando dice: «Entonces cantó Israel… ¡sube pozo!».
No lucharon.
Pasaron muchos milagros con los judíos en el desierto, pero ellos cantaron por dos de ellos: Por el milagro de la partición del mar del Suf y por los milagros del valle de Arnón. Esto no se debe a que fueron los milagros más importantes o que constituyan milagros sobrenaturales. También otros milagros los salvaron de la muerte, del hambre y la sed y fueron sobrenaturales. Es el cariz especial de cómo tuvieron lugar estos milagros lo que generó que los hijos de Israel canten justo con relación a estos.
La singularidad de estos milagros está marcada en un versículo dicho en referencia a la partición del mar del Suf «Hashem peleará por ustedes, y ustedes permanezcan en silencio». En las demás oportunidades cuando los pueblos amenazaron a los judíos, éstos requirieron de librar una guerra, y es ahí cuando Di-s los ayudó en forma milagrosa hasta alcanzar la victoria (como en la guerra contra Amalek, Sijón, y demás). Pero en el mar del Suf y en los valles de Arnón, el pueblo judío no precisó siquiera mover un dedo y Hashem peleó en su lugar «Di-s peleará por ustedes».
No supieron.
En los milagros de Arnón hubo además otro detalle: La guerra se libro por la exclusiva acción Divina de una manera tan absoluta que los hijos de Israel y ni siquiera Moshe estuvieron al tanto ni del peligro que los acechaba y ni del milagro de haberse salvado. Requirieron de una acción especial por parte del altísimo para enterarse que les ocurrió un milagro tan grande.
Por eso dijo Hashem: «Quién dará a conocer a mis hijos estos milagros?» y continuo haciendo milagros, introdujo en el valle al pozo de Miriam, y este hizo subir la sangre de los muertos, etc. Los judíos vieron el milagro y agradecieron a través de un cántico.
Hay que cantar.
Milagros como estos, cuando el pueblo de Israel ni siquiera pensaba en luchar contra sus enemigos, y es Di-s quien guerrea en su lugar, reflejan un amor extraordinario por parte del altísimo hacia los judíos y esto nos despierta a cantar loas de gracias a Hashem.
Además debe prestarse atención a un aspecto adicional: Di-s hizo un milagro especial para que el pozo revele a los ojos del pueblo el milagro de la salvación, lo que llevo al canto. Esto nos enseña la importancia de agradecer a Hashem por sus milagros y maravillas incluso con un cántico especial.
Jabad