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Muñequitos de Hitler y símbolos nazis en pleno Centro porteño

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Pablo Calvo.- L os ojos de Drácula vigilan el despertar de la Ciudad desde lo alto de la avenida Corrientes. Un hombreador del frigorífico lleva una media res hasta una parrilla del Bajo. Entre el vampiresco afiche de la comedia musical de Pepito Cibrián y el animal sangrante que en unas horas alimentará a los turistas, un puñado de vendedores acomodan símbolos nazis en sus vidrieras. Le pasan la franela a muñecos de Hitler, condecoraciones de guerra y estandartesrojosyblancos conlacruzgamada enclavada en el centro. El Führer porteño se vende en por lo menos seis versiones, en formadeestatuillaodesoldadito de plomo. Se lo puede ver con uniforme marrón claro, o con sobretodo negro y brazalete rojo; con las manos cruzadas detrás de su espalda, marchando, arengando, vigilando a sus tropas, nunca derrotado como el que apareció hace dos semanas en Estados Unidos de Saddam Hussein, ahorcado, a 24,95 dólares. El ex mandamás alemán es más barato: siete pesos el más económico, 60 si alguien lo prefiere parado sobre un pedestal. En el centro de la Ciudad de Buenos Aires, comprar un muñeco de Hitler es tan simple como comprar una pizza. Lo constató Clarín durante diez días de recorrida por una docena de negocios de antigüedades, galerías dedicadas a la numismática y locales de aeromodelismo, donde se venden rompecabezas de la División Panzer y de la Marina Alemana (36 pesos), pero también de la película Casablanca (70 pesos), donde Humphrey Bogart sacrifica su amor por Ingrid Bergman para salvarlaaellayasumarido, que era un líder de la resistencia contra el Tercer Reich. Por cierto que el mayor Strassel, perseguidor de ese trío romántico, lucía en el pecho condecoraciones como las que se exponen en la galería de Corrientes 753, con salida a Lavalle. –En varios locales venden medallas con la cruz esvástica ¿es legal?– le pregunta Clarín aunmuchacho de la Guardia Urbana. –Mientras no sea una bandera giganteoalgoque incitealaviolencia….acá no es como en Alemania, que si extendés el brazo te ponen una multa o te arrestan. La ley antidiscriminatoria da pie a un debate sobre este tipo de comercio. Castiga las conductas que fomentan el «odio racial», pero no la compra o venta de objetos destinados, por ejemplo, a completar colecciones sobre la Segunda Guerra Mundial. –¿Viene mucha gente? –Por suerte sí –dice el vendedor–, pibes de veintipico y cuarentones. Hombres. Mujeres no. Un periodista de Clarín actuó el papel de cliente, para reunir más evidencia. Por 23 pesos, el despachante de un local de la calle Sarmiento, entre Esmeralda y Diagonal, envolvió en papel azul un Hitler de siete pesos y un abanderado nazi de 16. Estaban en una vitrina, cualquiera puede llevárselos. Nadie hace preguntas. También se pueden conseguir réplicas de la Cruz de Hierro de 1939 en uno de los pasos subterráneos del Obelisco y el libro «Mi Lucha» (a 48 pesos) a seis cuadras de allí. Voceros de la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA) confirmaron que la venta de símbolos nazis «aumenta y se extiende por distintos puntos de la Ciudad», cuando antes se concentraba en puntos específicos, como el Parque Rivadavia o Villa General Belgrano, Córdoba. Adelantaron además que el próximo «Informe sobre Antisemitismo en la Argentina» hablará de un «significativo incremento» de casos durante 2006, «sobre todo después de la guerra del Líbano», donde Israel recibió críticas por su accionar contra población civil. La titular del Instituto Nacional contra la Discriminación (INADI), María José Lubertino, señaló anoche a Clarín que «la solución no es prohibir la venta de símbolos nazis, sino promover la sensibilización de la sociedad. No es delito vender un muñequito inerte, como sí lo es, sin duda, negar la existencia del Holocausto. Eso es lo que hay que castigar». La venta no está prohibida Vender símbolos nazis no está prohibido. La ley 23.592 establece penas de un mes a tres años de prisión a quienes «participaren en una organización o realizaren propaganda basados en ideas o teorías de superioridad de una raza o de un grupo de personas de determinada religión, origen étnico o color, que tengan por objeto la justificación o promoción de la discriminación racial» no, el INADI emitió un dictamen en el que consideró que no era discriminación la venta de banderas, cuchillos o brazaletes de la Alemania nazi durante una expo»En igual pena –agrega la norsición que se hizo en 2002. La Justicia también investigó, pero archivó la causa a los dos años, por considerar que «la mera exhibición de la cruz esvástica no es una actividad delictiva». Un segundo dictamen del INADI, por una denuncia parecida, también se orientó en ese sentido. ma– incurrirán quienes por cualquier medio alentaren o incitaren a la persecución o el odio contra una persona o grupos de personas a causa de su religión, nacionalidad o ideas políticas». La abogada Débora Kott, del Departamento de Asuntos Jurídicos de la DAIA, sostuvo en cambio que el comercio de estos objetos «sí fomenta el odio y, por lo tanto, constituye un delito». PUNTO DE VISTA Ser o no ser… tolerantes Sergio Danishewsky [email protected] Además de ser francamente antiestéticos, los muñequitos nazis reinstalan una polémica de 62 años: ¿es lícito silenciar –ley en mano– expresiones antidemocráticas? ¿O no es más que un acto tan autoritario como la ideología que se pretende desterrar? En 2006, la Justicia austríaca encarceló al británico David Irving por negar el Holocausto, y varios países europeos tienen normas según las cuales negarlo constituye apología del delito. No estaría mal entender que, por tolerantes que nos hayan enseñado a ser, hay temas con los que no se embroma. Lo exige la Historia. El Holocausto, el genocidio contra el pueblo armenio, los 30 mil desaparecidos, reclaman mucha memoria y ningún muñequito. Y al que no le guste…
Clarin

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